La muerte del presidente de Irán Ebrahim Raisi, “carnicero de Teherán”, ni entristece ni genera lágrimas entre una extensa población del país persa, mucho menos entre las mujeres. Aunque el Ayatolá Jomeini, lo llore y ordene cinco días de duelo, serán muchos los que en público o en secreto se alegren de su partida. Es imposible olvidar su primerísima participación en la masacre de 1988 como integrante de los “comités de la muerte”. Raisi fue responsable de la ejecución de miles de prisioneros políticos cuya cifra es imprecisa. Unos reconocen cerca de 4.000 ejecutados mientras que otros elevan a más de 30.000 los asesinados.
La noticia del fallecimiento de Ebrahim Raisi, presidente de Irán, en un accidente aéreo resonó globalmente. Desde Londres hasta Los Ángeles, sin provocar un pesar generalizado. Su helicóptero cayó en un lugar frío, neblinoso y donde al parecer hay lobos. En las redes hubo quien describió esa escena como la metáfora perfecta de la merecida muerte del carnicero. Entre brumas, azotado por el frío y asediado por los lobos. Pero todo parece indicar que falleció por el impacto de la caída. La reacción ha sido mixta. La peor de todas posblemente la bandera a media asta en la ONU por la muerte de un violador de derechos humanos.
Un mundo mejor
Maryam Namazie, activista iraní por los derechos femeninos residente en el Reino Unido, cree que el mundo será mejor sin Raisi. Lo describió como un pilar fundamental desde el inicio del régimen iraní, pero también lo considera una figura reemplazable dentro del sistema. «Aunque la inestabilidad política podría llevar a una mayor brutalidad, también podría abrir espacios para la protesta y el debilitamiento del régimen desde dentro, sin intervención extranjera», añadió.
Guilda Torabi, portavoz de una asociación de apoyo a los iraníes en Francia considera que el deceso de cada miembro del régimen un avance hacia su superación y una fuente de esperanza para el pueblo iraní. En Teherán, una joven expresó a DW su indiferencia hacia la ceremonia fúnebre de Raisi. Dijo que no lo consideraba su presidente y que había perdido la fe en el proceso electoral. Un idea compartida por muchos jóvenes que vieron como Raisi hizo oídos sordos a sus protestas y condenó a la horca atletas, artistas o simples trabajadores en sus veintes, por apoyar los derechos de las mujeres de su país.
En las redes sociales, especialmente en la plataforma X (antesTwitter), se observa una celebración más abierta de su muerte. Con imágenes y videos de personas bailando, cantando, con los cabellos libres al viento. La partida de Raisi deja un legado de lágrimas y sangre por su extrema crueldad y violación de derechos humanos.
Carnicero de Teherán
Fallecido a los 63 años, tras casi tres años como jefe de gobierno, Raisi será recordado por su conservadurismo estricto y su fuerte contraste con la era más moderada de su predecesor Hassan Rohani. Nacido en la emblemática ciudad de Mashhad, Irán, el 14 de diciembre de 1960. Su trayectoria hacia la cima del poder se caracterizó por un ferviente compromiso religioso, decisiones judiciales controvertidas y, muy especialmente por su inquebrantable fidelidad al régimen teocrático. Con apenas 20 años, Raisí inició su carrera judicial como fiscal en Karaj y rápidamente fue designado fiscal adjunto de Teherán. Su participación en los infames “tribunales de la muerte” de 1988, marcó su perfil como un personaje cuya rigurosa ortodoxia no le hizo ascos a manchar sus manos con sangre.
Los tribunales de la muerte en 1988 resultaron en la ejecución de miles de prisioneros político, hombres como mujeres. Raisí fue uno de los cuatro jueces del comité que supervisó las ejecuciones. Hay testimonios de que participó directamente en las torturas de los prisioneros y desde entonces lo llaman el “Carnicero de Teherán”. Las víctimas pertenecían a diversos grupos políticos, como el Movimiento Popular de Mujahedines de Irán, grupos de izquierda como los Fedaian y el Partido Tudeh de Irán (Partido Comunista). Los testimonios y documentos indican que más de 30.400 de los prisioneros ejecutados eran miembros del MEK, y entre 2.000 y 3.000 eran de otras facciones de izquierda. Reza Malek, un ex oficial de inteligencia, reveló que los documentos oficiales que revisó estiman que 33.700 prisioneros fueron ejecutados en 1988.
Ascenso vertiginoso
A pesar de las sanciones internacionales por violación de derechos humanos, Raisí siguió escalando posiciones dentro del aparato judicial iraní. Alcanzó el cargo de primer subdirector del Poder Judicial en 2004. Una década después ascendió a fiscal general de Irán. Su imagen de radical intransigente y su proximidad al líder supremo, el ayatolá Ali Jamenei, le aseguraron un lugar prominente en el gobierno.
En las elecciones presidenciales de 2021, Raisí se alzó con la victoria. Se presentó como paladín de la justicia y combatiente de la corrupción. Incluso prometió reformas económicas para aliviar la vida de los ciudadanos. El ayatolá Ali Jamenei, el jefe supremo de la revolución islámica, implementó estrategias meticulosas para asegurar que no se repitiera lo sucedido en 2017, cuando el reformista Hasan Rohaní derrotó a Ebrahim Raisí. Jamenei maniobró dentro del sistema para eliminar cualquier competencia contra Raisi. Ganó con el 62% de los votos, pero con una altísima abstención. Apenas el 48% de los votantes concurrió a las urnas. Una muestra del creciente hartazgo de la población Iraní con un régimen que ha copiado las peores prácticas de la temida Savak los tiempos del defenestrado Sha Mohammad Reza Pahleví y no ha logrado solventar los creciente problemas económicos y sociales del país.
La sombra de Mahsa Amini
Ebrahim Raisi intensificó las actividades de la policía de la moralidad y reinstauró restricciones religiosas. Apenas un año después de asumir el cargo, Raisi se enfrentó a una de las mayores oleadas de protestas en la historia reciente de Irán debido a la muerte de Mahsa Amini, una joven kurda de 22 años, quien murió después de ser arrestada por la policía de la moral. Amini fue detenida por no seguir las normas de vestimenta obligatoria y uso de le hiyab impuestas a las mujeres en Irán en un decreto aprobado por Raisi apenas unos meses antes. En su detención, le ocasionaron lesiones cerebrales graves y murió poco después.
Las protestas fueron más grandes que las que protagonizaron los irníes contra la hiperinflación y la escasez de alimentos en 2019. Los iraníes exigían reformas sociales, políticas y legales, criticaban la violencia policial y demandaban respeto por los derechos humanos y la dignidad de las mujeres. Las protestas también se centraron en la corrupción gubernamental y la falta de oportunidades económicas. Fueron las más extensas y duraderas desde hace casi medio siglo.
Quemar la hiyab
La oposición al hiyab emergió como un símbolo de resistencia democrática entre las mujeres iraníes, con imágenes y videos en redes sociales mostrándolas despojándose de sus velos e incluso quemándolos en actos de desafío a la teocracia establecida en 1979. Raisi reafirmó su lealtad al líder supremo y a las élites conservadoras. La respuesta del estado fue una represión sin precedentes. Con más de 22.000 detenidos y 551 de manifestantes fallecidos, entre ellos unos 68 menores y al menos 48 mujeres. Muchos más resultaron heridos o desaparecidos. Según las cifras de las ONG de enero de 2024, los tribunales condenaron a muerte al menos 28 personas en relación con las protestas. Hasta ahora, 9 jóvenes fueron ejecutados entre diciembre de 2022 y enero de 2024. Otros 6 hombres corren riesgo de ejecución inminente.
El Informe de la ONU de 2024 confirmó que las mujeres fueron agredidas sexualmente o recibieron disparos en sus genitales. Varias de las detenidas reportaron abusos sexuales, amenazas de violación y maltrato por parte de interrogadores y fuerzas de seguridad. Algunas de las mujeres arrestadas cometieron suicidio después de ser liberadas de prisión. La cifra de mujeres y niñas muertas durante las protestas alcanzó su punto máximo en noviembre, con casos como Sarina Saeedi en Sanandaj, Parisa Bahmani en Teherán, Nasrin Qaderi en Marivan, entre otras. Previamente el informe de la ONU de marzo 2023 acusó a Irán de cometer “crímenes contra la humanidad” durante las protestas.
Cinismo de carnicero
Pese a lo cual, ignorando las recomendciones de las Naciones Unidas ese mismo 2023, Raisi defendió la legalidad del hiyab. En una reunión con António Guterres, secretario general de la organizacón, con el mayor de los cinismos, en tono jactancioso se refirió a la participación de las mujeres iraníes en ciencia, deporte y cultura, como prueba del compromiso del país con sus derechos. Las declaraciones de Raisi coincidieron con el aniversario de la muerte de Amini.
Lo que no dijo el mandatario Iraní es que al año del asesinato de la joven kurda se aprobó una nueva ley que aumentó las penas para quienes violen los códigos de vestimenta de la República Islámica. Las infractoras ahora además de ser detenidas y golpeadas, enfrentan hasta diez años de prisión por no usar el hiyab. Tampoco comentó que al menos 22 mujeres fueron ejecutadas en Irán en el 2023 . El número más alto registrado en la última década. No es que Guterres se mostrara particularmente procupado por el bienestar de las mujeres en el teocrático Irán.
Más peligroso y represivo
El fallecimiento del presidente de Irán, Ebrahim Raisi, conocido como el «carnicero de Teherán», cierra un capítulo de crímenes de lesa humanidad durante su trayectoria política. Raisi se caracterizó por una implacable represión en los cargos que ocupó, desde fiscal general hasta presidente del Tribunal Supremo y, finalmente, presidente de la República Islámica. Además, aceleró el programa de misiles balísticos de Irán y llevó su programa nuclear a niveles cercanos a la capacidad de construir bombas atómicas. Fue también el ideólogo de la expansión regional del régimen iraní, apoyando a grupos como Hezbolá, los hutíes, Hamás y los chiítas de Irak, así como fortaleciendo vínculos con el «eje del mal»: China, Corea del Norte, América Latina y Rusia.
Con Raisi, Jamenei perdió a un aliado tan leal, como cruel y sanguinario. Su muerte en un momento delicado abre un escenario impredecible para Irán. La pugna por la sucesión de Jamenei, la impopularidad del régimen y las luchas internas en medio de una grave crisis económica y corrupción sistémica, no descartan la posibilidad de conflictos internos. Sin embargo, esto también podría hacer que el régimen se torne más peligroso, ya que históricamente se ha vuelto más brutal cuando se ha sentido débil. Por lo que los analisras prevén una mayor represión estatal y manipulación electoral a nivel nacional, y el fortalecimiento de alianzas estratégicas y confrontaciones calculadas a nivel regional e internacional.
“Hoy en día, la República Islámica se enfrenta a uno de los problemas más comunes de los regímenes revolucionarios: cómo sobrevivir a sus propios fundadores. Y la muerte del presidente solo ahondaría más en esta crisis de caras visibles dentro de un sistema político muy cuestionado por gran parte de la población”.
Mehrdad Darvishpour
Ojos secos
Por ahora, Mohammad Mokhber, un político con un perfil similar al de Raisi y con experiencia en negociaciones de compra venta de armas, ocupa la presidencia interina, según lo estipulado por la Constitución iraní. No asoma muchas luces esperanzadoras por esos lados. La futura dirección política de Irán está en el aire, con la expectativa de quién será el próximo presidente y posible sucesor. Las elecciones presidenciales se fijaton para el 28 de junio. Los conservadores de Teherán probablemente mantendrán su curso actual, enfrentando presiones tanto internas como externas.
Ebrahim Raisí fue una figura divisiva en vida y lo sigue siendo en su muerte. A sus 85 años sin duda que para el Ayatola Ali Jamenei la repentina muerte de Ebrahim Raisi es un duro golpe que le provocará muchas lágrimas y preocupaciones. Se queda sin quien era visto como potencial heredero del poder supremo en Irán. Ha dejado un vacío en la sucesión. Cuestión que seguramente provoca más de una sonrisa entre millones de iraníes, especialmente los jóvenes y las mujeres, cada vez más cansados de la intromisión de los ancianos clérigos chiítas en sus vidas.
Son ellos quienes más celebran el fin de Raisi. Entre ellos muchas, muchas mujeres. Son las madres, esposas, hijas, hermanas de los 30.000 ejecutados por los tribunales de la muerte del Juez Raisi, y de los 500 ejecutados por defender el derecho de las mujeres a no usar el Hiyab. Se los centenares de ejecutados por la pena capital aplicada por tribunales y juicios amañados. Son las miles de mujeres amenazadas con 10 años de cárcel por una retrógrada y misógina ley que las obliga a cubrirse el cabello. En sus ojos no hay lágrimas para el carnicero de Teherán.