Por Iñaki Cano
22/04/2016
s algo intangible. Y no todo el mundo lo tiene. Cuando alguien que lo posee entra en una habitación, destaca. Ya sea alto, bajo, guapo, calvo, etc.., simplemente te llama la atención. Fíjense bien. Hagan memoria porque seguro que conocen a alguien así. Con ese don. Llámenlo “aura”, “estrella” o “mojo”. Da igual. Existe. Pau Gasol (Barcelona, 1980) lo tiene. No es cómo habla ni cómo anda, ni la altura, ni que sea uno de los deportistas españoles más grandes de todos los tiempos.
Son las 10.00 horas de la mañana de un viernes gélido en Toronto. Viajó la noche anterior desde Chicago tras cancelar sus vacaciones. Su sexta presencia en el All Star tiene la culpa. Esa llamada para acudir le hizo especial ilusión: “Me quedé fuera por poco, ya sea por votación popular o elección de los técnicos pero aquí estoy. Para compartir el último baile de Kobe, que es mi amigo. Uno de los mejores”.
Lo dice de manera sincera, desde el corazón, porque Bryant fue el que le espoleó para ser más grande, para esforzarse hasta el límite y crecer. “Hemos vivido momentos increíbles juntos dentro y fuera de la cancha”. Aunque Pau ya era importante antes de recalar en los Lakers, su aterrizaje en Los Ángeles y compartir trabajo con Kobe fue esencial para lo que disfrutamos posteriormente con la selección. “Él me ha exigido lo que consideraba necesario para ganar y yo, lo mismo. Siempre pensando en el equipo por delante del individuo”. Esa manera de entender la victoria se vio reflejada en nuestra selección. Pau fue campeón del mundo jugando en Memphis, pero dominó Europa estando ya en los Lakers. Pau Gasol evolucionó tanto estando en la franquicia angelina que su presencia con la selección era casi una garantía. Tres campeonatos de Europa, dos medallas de plata en los Juegos Olímpicos y un subcampeonato europeo en 2008 desde que se pusiera el uniforme oro y púrpura. Su explosión total aprendiendo junto a uno de los más grandes de la historia. Porque los líderes siempre están en continuo aprendizaje con el objetivo claro y único: el triunfo. “Al final, sólo uno gana”. Cinco palabras que encierran un significado complejo y glorioso pese a su construcción simple. “Y si no eres de los que gana, duele”.
Para poder ser el líder que un equipo necesita, hay que amar lo que haces y el lugar donde juegas y a Pau se le nota un brillo especial en la mirada cuando habla de la selección española. “Los Juegos de Río serán los últimos para mí y quiero acabar bien. Nos ganamos esa plaza con un grandísimo europeo”. Lo dice con orgullo y sin parpadear. Si España va a Río es porque Pau nos guió. Si uno no está acostumbrado a esa rotundidad visual, te aturde. Y no es el tono de voz cuando lo dice, ni tampoco la forma. Son los ojos. Ese tipo de poder no se compra en ningún lugar. Es imposible. También sabe que puede ser el final de su camino con España y por ello saborea cada instante que le queda. “Intento disfrutar de cada momento, de cada partido, de cada campeonato. Y estoy agradecido por ello”.
Por muy líder que seas (y te sientas), en un juego de equipo, necesitas a compañeros para alcanzar el objetivo. Por eso, y porque, evidentemente, es su hermano, la lesión de Marc le incomoda. Se le nota fastidiado. Esa fractura en el pie del mediano de los Gasol puede que le prive de jugar con los Grizzlies lo que queda de temporada y, quién sabe, si de los Juegos. “Un jarro de agua fría porque es mi hermano. Es difícil de asimilar algo así porque lo estaba haciendo muy bien, el mejor de su equipo”.
Durante este verano, aparte de la cita olímpica, Pau Gasol será uno de los jugadores más deseados en el mercado de agentes libres de la NBA. Ejerciendo su derecho contractual, puede desvincularse de los Bulls y elegir un nuevo destino en la mejor liga de baloncesto del mundo. Todo depende de lo único. “El ganar un anillo es uno de los factores más importantes para elegir. También lo será el fin de temporada que haga el equipo”. Desde su llegada, los Bulls han sufrido lesiones de sus jugadores clave y eso ha provocado que los de Chicago no hayan rendido como se esperaba durante esta temporada y media que lleva en Illinois. Tampoco ha ayudado el cambio de técnico ni la juventud de algunos jugadores, “debemos ser más maduros para poder competir”. Y claro, a Pau le quedan pocas balas para lograr otro anillo. Y no las quiere desperdiciar. Los líderes, los grandes de verdad, saben cuánto tiempo les resta para dejar de ser competitivos como ellos mismos desean.
Por eso, lo de elegir bien es esencial pero no definitivo. “Por mucho que tú elijas el destino buscando el triunfo, hay factores que se te escapan”. La experiencia le hace ser muchísimo más sabio y re exivo que aquel jugador que llegó a la NBA en 2001. La rabia de la juventud dio paso a la paciencia. Y Pau posee toneladas de ella. Lo que no ha cambiado es esa mirada.
La NBA es el paraíso para esas miradas. Allí se les saca brillo y pule. Se potencian a través del trabajo y la disciplina. Pau tiene una buena base. Ya aprendió a ganar en el FC Barcelona y a ser el que lideraba cuando no tenía ni 20 años. Uno no triunfa entre los más grandes por casualidad. Uno de los mejores jugadores europeos de todos los tiempos. Si no es el mejor… y te das cuenta de por qué cuando le escuchas.
“El venir tan joven fue una decisión arriesgada, pero quería comprobar si era capaz de alcanzar mis sueños”. No es una frase hecha aunque suene a eso. Si lo dice cualquier ser humano, pues sí. Suena a discurso aprendido. Si lo dice mirándote alguien como Pau, el sabor de esas palabras cambia. Es real.