Por Ores Lario
9/11/2015
Es uno de los talentos de nuestro cine. Azuloscurocasinegro, Gordos y La gran familia española figuran entre los títulos con el sello de Daniel Sánchez Arévalo (Madrid, 24 de junio de 1970) que, como un artista del Renacimiento, brilla en el campo que se proponga. Este año ha conseguido hacerlo con la letra impresa gracias a su novela, La isla de Alice, que ha quedado finalista del Premio Planeta, un thriller ambientado en la alta sociedad norteamericana.
A lo largo de 600 páginas, narra un drama de superación que ahonda en la muerte constructor de pistas de tenis desaparecido en una minúscula y misteriosa isla. En ella cada una de sus cinco partes lleva el título de un clásico. La historia se cierra con Alicia en el País de las Maravillas y como no cuadraba con el nombre de la protagonista, que originariamente se llamaba Amy (en homenaje a la actriz Amy Adams), el cineasta decidió cambiarle el nombre por el de Alicia.
¿Qué significa haber quedado finalista de un galardón como el Premio Planeta?
Me ha sucedido algo similar a lo que me pasó en Azuloscurocasinegro cuando nos dieron el Goya, que sentí una especie de abrazo de bienvenida. En este caso he vivido lo mismo que entonces, un abrazo del oso, cálido y acogedor. Son sensaciones únicas que no pensaba que iba a repetir, ni a vivir y estoy muy contento.
Guionista, escritor… Si tuviera que rellenar una casilla de profesión, ¿por cuál se decantaría?
Diría que soy un contador de historias. A mí lo que me interesa no es tanto el formato, porque he hecho cortos, largos, guiones de televisión, un musical e incluso mis coqueteos con el teatro… Lo que me interesa es contar una historia y que cada una encuentre su formato, su sitio. Ésta nació como un guion hasta que me di cuenta de que todo lo que quería abarcar no podía hacerlo en dos horas. Así que decidí tirarme a la piscina y embarcarme en un viaje de la mano de Alice, sin rumbo, porque sabía que era muy exigente y requería mucha dedicación, ya que han sido dos años trabajando a tiempo completo.
Cuando comenzó con la historia, ¿sabía hacia dónde iba?
He ido muy de la mano de Alice. Quería que fuera un relato de thriller, pero hiperrealista, que todo lo que hace Alice le pudiera pasar a cualquiera. Iba investigando a la vez que ella. Rafael Azcona, el guionista más importante de la historia de este país, decía que para ponerte a escribir necesitas un título y un final. Yo los tenía, pero a lo largo de la travesía han cambiado.
Eso le pasó con el nombre de la protagonista…
Alice al principio se llamaba Amy, porque siempre imaginaba a Amy Adams encarnando a este personaje, pero el tiempo ha pasado y la protagonista de la historia tiene 33 años y Amy 40, aunque si ella quiere interpretarlo, le cambio la edad al personaje.
¿Le gustaría ver su historia en el cine?
Sí, pero me he quedado tan satisfecho de todo el proceso creativo, que siento que he llegado al final. Aunque, la imagino convertida en una película de seis horas o en una mini serie, pero no tengo la necesidad de hacerlo yo y si fantaseo, pienso en directores como Sam Mendes, Amenábar… Ya sé que es picar demasiado alto.
La novela está ambientada en Estados Unidos. ¿Por qué allí?
No me creería esta historia en España. No deja de ser un retrato de la sociedad americana y de la clase media alta y de lo que esconden detrás de esa supuesta perfección y pulcritud. Los americanos están muy obsesionados con las apariencias, son muy amables y educados, pero siempre mantienen una barrera difícil de atravesar. En cambio, los españoles somos más llanos y directos. Se nos ve venir desde lejos. Además, yo tenía muchas ganas de volar, así que he ido al otro lado del océano y me he metido en la piel de una mujer.
¿Y cómo le ha sentado?
Fenomenal, no me ha costado nada.
La historia comienza con una mentira. ¿Sabía cuál era o se ha dejado llevar?
Durante gran parte de la historia no sabía lo que escondía. Estaba tan ciego y tan carente de pistas como la propia Alice. Es excitante pero angustioso. Yo fabulaba, igual que Alice y el día que de repente di con la clave vi tierra a lo lejos. Cuando planteas un viaje como este, largo, de 600 páginas, más te vale resolverlo y de forma satisfactoria, porque si no te estampan el libro en la cabeza.
¿Qué es lo que más le gusta de Alice?
Me he llegado a enamorar del personaje principal de mi novela y me parece preocupante que me pase algo así. Creo que lo que más me gusta de ella es Olivia, su hija, que es la joya de la historia, la coprotagonista. Me ha costado salir de la isla porque he creado unos personajes con los que me quería quedar a vivir.
Comenzó a escribir durante la enfermedad de Héctor Colomé, compañero de su madre. ¿Sirvió de catarsis?
Sí. Alice se aferra a este misterio secreto por resolver como tabla de salvación para poder superar la pérdida, encontrarse a sí misma y configurar su mundo. Y yo, me aferré a la novela para poder soportar la larga y dura enfermedad de Héctor, que fue como un padre para mí, además de protagonista de Azuloscurocasinegro y La gran familia española. Y durante todos esos meses, casi más de un año, llegar a casa y meterme en la isla fue la forma que encontré de respirar y de hallar la fuerza suficiente para estar ahí, a su lado, durante todo el proceso.
¿Cuál es su ritual de trabajo?
Soy muy caótico. Desde febrero de 2009 tengo la historia en la cabeza y las primeras anotaciones y han pasado cuatro años hasta que me he atrevido a tratarla, porque quería cuidarla. Escribiendo no soy nada ordenado, hasta una fase del proceso en la que me tengo que centrar y seguir una línea recta. Me ha ayudado mucho a centrarme tener una perra, Brigi -un grifón de Bruselas dueño indiscutible de mi Instagram-, y tener que estar a cargo de un ser vivo, con sus rutinas.
¿Qué hay suyo en los personajes?
Con quien más me identifico es con la pequeña obsesiva compulsiva de Olivia, la niña, y su manía de contar todas las cosas. Y como ella, yo sumo cosas. Y también me identifico con Alice, todo lo que tiene que ver con las contradicciones, con lo que piensas versus lo que haces, con saber que tienes que ir en una dirección pero acabas en otra… En ese engaño necesario que hace falta para seguir en pie.
¿Cuáles son sus referencias literarias?
En esta novela los que más me han influido son los autores norteamericanos: Tom Wolfe, Franzen, Paul Auster, Stephen King, Richard Ford y la novela de El Jilguero, de Dona Tartt, me impactó y me influyó durante mi proceso narrativo.