Por Marta Jurado | Foto: Nacho Peña
10/12/2016
Considerado como uno de los directores de teatro de moda con varias obras en cartel, como la exitosa Burundanga (Teatro Lara) o El secuestro (prorrogado en el Teatro Fígaro), Gabriel Olivares, que es además productor de la compañía El Reló, aún saca tiempo para dedicar al TeatroLab, un proyecto de creación e investigación nacido hace cuatro años y que Olivares califica como su “oasis”.
Las dos piedras angulares de este taller, por el que han pasado más de 200 actores profesionales, son las innovadoras disciplinas que se practican, basadas en el proyecto pedagógico de Anne Bogart, fundadora de la prestigiosa escuela teatral Siti Company de Nueva York. La preparación de actores incluye el entrenamiento en Viewpoints o puntos de vista escénicos cuyo origen está en la danza posmoderna neoyorquina, y el Suzuki, una rigurosa disciplina teatral con influencias del ballet, del teatro tradicional japonés, griego, artes marciales y flamenco. “Estas técnicas, que descubrí gracias a Alejandra Prieto y en las que luego me formé en Nueva York, me permiten darle al actor una herramienta para que sepa cómo crear movimiento, espacio e historia en el escenario”, cuenta Olivares en esta nueva faceta más cercana a la de maestro que a la de director. “Quizás me viene de familia, mis padres son profesores”, confiesa. Además, se siente orgulloso de ayudar a que se mueva este gran engranaje artístico.
Aparte de técnica, los Viewpoints y el Suzuki son una plataforma perfecta para la inspiración del arte colectivo. “Yo soy sólo un capitán de barco. Al formarnos todos con una herramienta común, nos permite ser arte y parte dentro del proceso de creación”, explica. Pero su tarea sigue siendo vital ya que es el responsable de guiar a los actores en el entrenamiento. Lo hace de manera firme, casi militar, pero también es el encargado de contagiarles el espíritu colectivo.
Unas pocas horas en la sala de ensayos, ubicada en el sur de Madrid, bastan para darse cuenta de la conexión que se establece entre él y los actores, que aprenden con estas técnicas a controlar su presencia, energía y respiración. De hecho muchos lo comparan con la meditación o el mindfulness. “Yo llevo más de tres años practicándolo y me ha enganchado porque te enseña a estar presente y ser responsable de lo que haces en el escenario”, afirma Gema Solé, una de las alumnas más veteranas. “Juegas con lo que pasa dentro de ti. Todo parte de tu centro. Tu cuerpo y tu mente están en constante autoevaluación”, opina la actriz Marian Torres. “Conectas con algo animal y poco académico”, sugiere Efraín Rodríguez. En concreto, “Suzuki es buscar crisis en todo. Viewpoints es más una cuestión de confianza en los otros, de trabajo al unísono, y de fomentar la energía de anticipación”, explican los alumnos que suman más de 30 en cada clase.
Tanta conexión da para mucho y a partir de este trabajo en grupo han surgido varios proyectos como Our town, nominada a los premios Max al mejor espectáculo revelación el pasado año y que volverá a representarse estas Navidades, o la fábula futurista Edipo Torero. “En un primer momento y dada mi experiencia como director de teatro del llamado “comercial”, mi primer impulso fue aplicar estas técnicas y estos procesos de creación en mis producciones teatrales, crear un puente entre dos maneras de entender y hacer teatro, pero pronto surgieron estos proyectos de manera casi inevitable con los actores que vienen al entrenamiento”, aclara Olivares. Lo que más sorprende de las obras que han surgido del TeatroLab es que no tienen un reparto fijo, sino que “los actores van y vienen, pero se puede seguir desarrollando la obra gracias a que todos estamos instruidos en un idioma común”, afirma Javier Martín.
De ahí que la misión de Olivares sea como la de un profesor, la de unificar y a la vez hacer conscientes a los actores de la responsabilidad compartida que lleva a otra manera de hacer teatro. “Noto a mi alrededor que se está produciendo una evolución de formatos: microteatro, macroteatro, nuevas historias y no sólo grandes producciones, sino que cada vez hay más actores que se involucran en crear sus propias obras”, explica. “Eso no significa que las compañías vayan a desaparecer, siempre las habrá, igual que el teatro, que va a seguir existiendo porque es la metáfora más clara de la vida,” concluye. Porque como decía Oscar Wilde, el protagonista del, por ahora secreto, nuevo proyecto de Olivares, “la vida verdadera es la vida que no llevamos.”
Dos técnicas muy diversas
El Suzuki, de tradición asiática, y los Viewpoints, de la occidental, se combinan en una clase de Gabriel Olivares aportando la parte activa y de control de la primera, con la conexión rítmica y colectiva de la segunda, que busca ampliar los puntos de vista para responder con intuición a lo que ocurre en el escenario Ambas comparten el “redescubrimiento” de las habilidades del actor, una mayor expresividad, así como el compromiso físico y mental.
Laboratorio de ideas
Después de cuatro años de trabajo, el TeatroLab se ha convertido en el germen de nuevas ideas y formas de hacer teatro. Our Town, de Thornton Wilder fue el primer proyecto de este grupo y vuelve a escena el próximo diciembre tras el éxito cosechado en su estreno en 2015.