POR CAMBIO16
16/11/2017
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El miércoles, los medios digitales se hicieron eco de dos alarmantes gráficas que la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET) difundió para reflejar la sequía que ha azotado a España en los últimos años.
Índice de Vegetación: En estas dos imagenes comparamos el desarrollo de la vegetación a 31-10-2014 con el del 31-10-2017. Los tonos marrones revelan ausencia de vegetación. La diferencia salta a la vista.https://t.co/Q41r8CxdYG pic.twitter.com/fEjYWEXZXF
— AEMET (@AEMET_Esp) November 13, 2017
A la izquierda, la vegetación de la península ibérica a finales de octubre de 2014; a la derecha, la de octubre de 2017.
«Los tonos marrones revelan ausencia de vegetación. La diferencia salta a la vista», puntualizan desde la AEMET para reflejar el devenir de la actividad fotosintética. No es que donde en 2014 había árboles ahora no los haya, sino que falta vegetación herbácea por la ausencia de lluvias. Digamos que es otra forma de ver la sequía».
Las curiosas y reveladoras imagenes de la AEMET son sólo la punta del iceberg de un problema más profundo. La reserva de agua acumulada en los embalses peninsulares ha vuelto a descender durante la última semana y se ha situado al 37,2% de su capacidad, según los últimos datos del Ministerio de Agricultura y Pesca, Alimentación y Medio Ambiente.
El agua acumulada se sitúa en 20.873 hectómetros cúbicos, una cantidad muy alejada de la que había el pasado año en las mismas fechas (27.009 hectómetros) y de la media de los últimos diez años (30.59 hectómetros cúbicos). Las precipitaciones han vuelto a ser muy escasas en todo el país, y las máximas se han registrado en Bilbao, donde se han recogido 72,5 litros por metro cuadrado, según la misma fuente.
Y durante la última semana los embalses han perdido 47 hectómetros cúbicos de agua, lo que supone el 0,1% de su capacidad total. Con este dato, los embalses españoles han alcanzado esta semana su nivel más bajo en los últimos 22 años, una situación agravada por el descenso de precipitaciones en el mes de octubre más seco en lo que llevamos de siglo XXI, según expertos y organismos oficiales.
Pero, si hacemos un poco de memoria, se puede descubrir cómo lo arriba expuesto es la crónica de una emergencia anunciada.
Gritos en el desierto
Desde los primeros meses del año, la AEMET ha venido alertando sobre los alarmantes valores de las precipitaciones han sido en 2016-2017. Los niveles de lluvia del año hidrológico han descendido un 15 por ciento (de 648 milímetros de media a 551 milímetros).
Si a ello sumamos que agosto de 2017 ha sido el sexto más cálido de todo el siglo XXI, el resultado no podía ser otro que sequía.
Las cuencas hidrográficas del noroeste peninsular se encuentran en valores alarmantes nunca antes vistos (menos del 40 por ciento de su capacidad) y aquellas que suelen sufrir un estrés hídrico acusado como la cuenca del Júcar o la del río Segura rondan el 10 por ciento de su capacidad.
Ya a mitad del año ya comenzabamos a escuchar historias que pudieran entrar en el terreno de lo sorprendente, como aquella de la «renacida» Mansilla de la Sierra, el ruinoso enclave en La Rioja oculto desde hace casi 60 años bajo un embalse y que aparecieron nuevamente a la vista como consecuencia de la prolongada sequía.
El 2017 es el tercer año más seco registrado, después de 1981 y 2005. Según la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet), la lluvia acumulada hasta el momento este año hidrológico (1 de octubre-30 de septiembre) ha bajado un 12 por ciento.
Ya los efectos directos y la posible factura comienzan a manifestarse. Ya en octubre, la ministra Isabel García Tejerina, aseguró que si continúa la sequía en los dos próximos meses, «habrá restricciones de agua para el regadío para favorecer la del consumo de la población», sobre todo en las áreas donde las reservas están más disminuidas.
Pero, para un problema de fondo, las formas no son suficientes.
Conciencia de emergencia
A pesar que España es el país con más embalses “per capita” del mundo, unos 1.300. En las últimas dos décadas se han construido y puesto en explotación 214 presas más y a pesar de ello siguen los problemas de abastecimiento en cuanto el régimen de precipitaciones desciende.
La sequía es un fenómeno propio de nuestra situación geográfica. Sin embargo, el cambio climático y la mala gestión de los recursos hídricos en España están haciendo que la escasez de agua se convierta en crónica en buena parte de la península Ibérica.
Esto tendrá consecuencias ambientales, sociales y económicas que serán dramáticas si no se toman medidas urgentes. España ha basado su política hídrica en una oferta ilimitada de agua. En un país donde este recurso es limitado y está sujeto a fuertes fluctuaciones como consecuencia de las sequías (y del cambio climático), supone un error que causa graves afecciones a los ecosistemas acuáticos y provoca también una gran tensión social.
Es urgente la voluntad política y la conciencia social para evitar que los males se agraven. Los términos cambio climático, escasez de agua y pacto por el agua han sido algunos de los más usados durante las intervenciones de los responsables, quienes deben ya poner en marcha un plan de trabajo, real y efectivo, para este problema que afecta casi cada año al país.