Por Andrés Tovar
08/11/2017
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No hubo acuerdo. La tan solicitada plataforma unitaria se quedó plantada y los principales partidos separatistas van separados a las elecciones autonómicas del 21-D en Cataluña, luego de que ERC descartara el martes consolidar la posible alianza a menos de dos horas de que culminara el lapso para el registro de la misma ante la junta electoral.
Así, con la frase «un frente común de candidaturas diferenciadas», el vocero de ERC, Sergi Sabria, precisó el nuevo escenario señalando que Junts pel Sí (JxSí) «se ha quedado pequeño» y que ante la negativa de la CUP a sumarse a PDeCat y ERC, sólo quedaba ir por separado… el separatismo pues.
«Hemos presionado para obtener una lista que incluya todas las fuerzas soberanas porque creemos que sería una respuesta poderosa al desafío del estado», dijo Sabria , en un comunicado enviado por correo electrónico.
Paradójicamente, horas antes, Carles Puigdemont abogaba por la unidad del independentismo de cara a las elecciones. Y lo hacía frente a más de 200 alcaldes catalanes que viajaron a Bruselas -cabe destacar, muchos cargando los gastos al erario de sus ayuntamientos, según información de El Periódico-.
Pero, y a pesar que el pasado fin de semana los partidos proferían comentarios positivos para la idea de la plataforma unitaria, su no posible concreción era casi una verdad de perogrullo, tomando en cuenta las muy diferentes opiniones de cada coalición sobre cómo debería ser «la nueva república».
Aquellas divergencias
Las diferencias salieron a la luz en el período previo a la DUI. La CUP exigía -con encendidos discursos de Anna Gabriel- que Carles Puigdemont hiciera un anuncio enfático independientemente de las consecuencias económicas, mientras que el PDeCat minimizar las interrupciones en las empresas.
Y fue precisamente luego de la DUI y de la posterior intervención del Gobierno autonómico por parte de Madrid que surgió la idea de la coalición unitaria. Pero las divergencias comenzaron a filtrarse. La ERC pedía que esa coalición representara a un sector más amplio que JxSí -formada por el PDeCAT, ERC, Demòcrates y MES aparte de independientes-, y sumara al menos a la CUP y a miembros de Podem, en crisis después de la dimisión de Albano Dante Fachin tras la diferencias con la plana mayor de los morados en Madrid.
Pero quizá la divergencia que más notoriedad tuvo fue la de Oriol Junqueras, quien en las páginas de Ara, poco después de entrar en la cárcel, pedía que el soberanismo no entre en polémicas y «que cada partido se esfuerce en hacer el mejor resultado posible y que la unidad de acción y una estrategia compartida sea aquello que nos una, con respeto a todas las sensibilidades».
Las opiniones son variopintas. Para algunos analistas, la plataforma unitaria representaba un beneficio dado el sistema electoral que prima al resultado más alto, pero para otros la unión podía alejar a electores potenciales de ERC que nunca votarían a una lista con la derecha, o al revés.
Para los analistas, el más interesado en repetir la coalición era el PDeCAT, al que los sondeos auguran un fuerte desplome del que se aprovecharía ERC, interesada en competir en solitario y tomar las riendas de la región por primera vez desde 1936. Palabras más, palabras menos, Junqueras estaría eclipsando a Puigdemont. ¿sería por eso que Junqueras no veía la plataforma unitaria y Puigdemont, como lo dijo el martes «no veía otra opción» que ir unidos?
Queda por ver…
Lo cierto es que, así las cosas, el fracaso de los separatistas en unificar sus fuerzas podría inclinar la balanza a favor de los contrarios al secesionismo. La mayoría de los sondeos prevén de nuevo un empate técnico entre los partidarios y los contrarios a la secesión -de los últimos, Ciutadans llevando la batuta- siendo precisamente la ERC la cabeza del cartel y, dada su manifiesta voluntad de hacer coaliciones, quizá pueda explorar opciones y nuevas narrativas que no podía hacer junto a Puigdemont.
Pero esto es sólo una hipótesis, aún queda por ver, por ejemplo, cual será el destino de Junqueras y qué acciones efectivas harán los pro-independentistas en su obligatoria tarea de reactivar a su electorado, desencantado tras el fracaso de la declaración de independencia.