Eva Rodríguez /SINC
Las ciudades concentran a más de la mitad de la población mundial y se espera que para 2050 la cifra se incremente hasta cerca del 70 % de los habitantes del planeta. En las grandes urbes, además, es donde hay más agentes agresores externos para la salud humana: contaminación atmosférica, olas de frío y calor o los impactos de la crisis climática.
El Instituto de Salud Carlos III creó la Unidad de Referencia en Cambio Climático, Salud y Medio Ambiente Urbano para coordinar la formación y las investigaciones que han desarrollado desde la óptica de la salud humana. La Unidad es parte de la estructura del centro y se divide en cinco áreas: investigación; coordinación de información y documentación; formación; traslación y difusión del conocimiento, y gestión y soporte de programas.
“Uno de los objetivos es hacer áreas transversales de investigación y una de ellas era la salud ambiental», dice Cristina Linares Gil, científica de la Escuela Nacional de Sanidad del Instituto.
“Intentamos analizar y evaluar el impacto de los factores ambientales sobre la salud de las personas”, dice Julio Díaz, director de la Unidad. Linares Gil agrega que ahora que hace calor se centran en los efectos de las altas temperaturas. «Pero sin perder de vista las olas de frío o el tema de la pobreza energética, que en las ciudades es clave para proteger la salud, sobre todo en los grupos de mayor susceptibilidad”, alerta,
Apunta la investigadora que hasta ahora no se estudiaban, por ejemplo, los vectores de enfermedades tropicales como el dengue, chikungunya y zika bajo un programa común, el cambio climático.
Un problema global que requiere soluciones locales
Linares y Díaz estudian la adaptación de las ciudades al calor tomando como indicador la temperatura de mínima mortalidad a partir de la cual empieza a haber fallecimientos frente a las altas temperaturas.
“Lo que hemos visto es que en España la temperatura ha subido a un ritmo de 0,4 grados por década los últimos 35 años, en promedio. Sin embargo, la temperatura de mínima mortalidad ha subido a un ritmo de 0,6. Nos hemos adaptado más rápido de lo que está aumentando la temperatura por el cambio climático”, explica Díaz.
El dato se refiere a la media del territorio. Existen algunas provincias que ni siquiera se están adaptando. Al contrario. Córdoba, por ejemplo, ha subido a 1,6 grados por década. Otras, como Valladolid, están por debajo. “Estamos estudiando las causas. Ya sabemos que aquellas que reciben más calor de forma continua se adaptan mejor. Llevan años luchando contra él. Si es algo nuevo, están menos adaptadas”, afirma Díaz.
La antigüedad de los edificios también influye. En los lugares con menos construcciones rehabilitadas el impacto del calor es mayor.
Los dos investigadores coinciden en que está demostrado que el calor mata. Ahora debemos determinar por qué y cómo adaptarnos para que no siga matando.
La importancia de los servicios sanitarios de atención primaria
Los factores socioeconómicos son determinantes en la adaptación. “Influye disponer de una vivienda bien aislada térmicamente o acceder a la rehabilitación de un edificio, pero también ser parte de la población vulnerable y el género. Los factores locales influyen en la buena o mala adaptación de la población a los extremos de frío o calor), expone Linares Gil.
Indican, asimismo, que el impacto del calor ha bajado en todos los grupos menos en los que están en edad laboral, de 18 a 45 años. “Una indicación de que se deben reforzar los planes de prevención de extremos térmicos de los trabajadores”, expresa la investigadora.
Según Díaz, las zonas rurales que mejor se adaptan son las que tienen mejor servicio de atención primaria de salud.
Incendios con impactos en salud a cientos de kilómetros
La actividad del ISCIII no solo se centra en el análisis de las temperaturas o la contaminación atmosférica química, también trabajan en temas de sequías o ruido. “Tenemos analizado el impacto de la sequía sobre la mortalidad en España. Estamos viendo que los incendios forestales tienen impacto en salud en ciudades alejadas 300 kilómetros o hasta 400 kilómetros”, señala el experto.
Por ejemplo, los incendios recientes en la costa oeste de Estados Unidos han tenido incidencia en la calidad del aire en Europa. También un artículo centrado en España, con datos del CIEMAT, demostró que un incendio forestal aumenta la mortalidad en ciudades que están alejadas del foco, además de afectar a la incidencia sobre partos prematuros y en el bajo peso al nacer.
“El cambio climático no solo causa mayor mortalidad por temperatura o por contaminación atmosférica. También tiene más incidencia donde hay mayor densidad de población , que seguirá aumentando», subraya.
Díaz y Linares Gil apuntan que un aspecto refuerza el otro. Señalan como ejemplo que Canarias, en junio, hubo una entrada fuerte de polvo del Sáhara y, a su vez, una fuerte ola de calor. “En la península ocurre lo mismo. Cuando hay una intrusión de este polvo, en muchas ciudades de España se presenta una ola de calor. Aumentan las partículas en suspensión en el aire que vienen del Sáhara, el NO2 y el ozono. Se incrementa la intensidad de las sequías, los incendios forestales o disminuye la calidad”, enumera Díaz.
Formación en salud y clima
La nueva Unidad del ISCIII no solo proporcionará estudios científicos, también participa activamente en la formación. Ya han dado cursos a técnicos de AEMET o del Instituto Aragonés de Ciencias de Salud.
Díaz destaca que los americanos han acuñado el término la cultura del calor, que no es otra cosa que los ancianos (que son el grupo de especial susceptibilidad) tomen medidas tan obvias como no salir a las cuatro de la tarde. «Los planes de prevención, mejoras sanitarias y de infraestructuras han hecho que en España el impacto del calor haya bajado de un 14 % a un 2 %”, anota
“La contaminación causa 10.000 muertes al año a corto plazo y 30.000 a largo plazo; por olas de calor fallecen 1.300 personas al año, por olas de frío al menos 1.100; además de las enfermedades relacionadas con contaminación como alzhéimer, cáncer de pulmón, de mama, enfermedades neurodegenerativas, depresión», destaca.
Fuente: SINC /Derechos: Creative Commons
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