Gerver Torres
Detrás de la discusión actual sobre el estado de cosas en Venezuela suelen estar presentes dos supuestos que vale la pena revisar. El primero es que, si la gente reporta alguna mejoría en su bienestar, ello significa bienestar material y, principalmente, bienestar económico. Significa que la economía se está recuperando y lo está haciendo bien. El segundo implícito es que, si esto último está ocurriendo, si hay signos de mejora económica en algún área, el régimen de Maduro debe estar fortaleciéndose. Estos supuestos no son correctos.
Para empezar por el último, abundan las experiencias de gobiernos que han hecho crisis y colapsado en periodos de progreso económico. La primavera árabe que se trajo abajo varios gobiernos del medio oriente se produjo cuando esos países estaban creciendo a tasas relativamente altas. En el caso de Egipto, por ejemplo, la caída de Mubarak en 2011 tuvo lugar en medio de una economía que había estado creciendo por encima del 5% los años anteriores. Un crecimiento muy decente.
Las protestas que desbordaron al gobierno de Chile en 2019 ocurrieron luego de un crecimiento significativo de muchos años del producto per cápita, que alcanzó tasas de más de 9% en 2017 y de 5% en 2018. Y está, por supuesto, la propia experiencia venezolana. La agitación política y el golpe de estado de 1992 ocurrieron en medio del comienzo de un crecimiento que apuntaba a ser significativo y que ya en 1991 había alcanzado 9%, convirtiéndose en el más alto de América Latina aquel año.
De la misma manera, el empobrecimiento extremo y sostenido de un país no necesariamente conduce al cambio político. Esto lo vive Venezuela en carne propia. Se podría incluso argumentar que, a partir de un nivel de miseria y empobrecimiento determinado, la capacidad de un pueblo para sacudirse al régimen que lo oprime más bien se reduce.
Y al revés. Que cuando mejoran las condiciones materiales de la gente, su espíritu y capacidad de lucha y protesta se fortalecen. Entonces, no hay que asumir que algunas señales, sean espejismos o sean reales, de crecimiento, recuperación, rebote, lo que sea, que denoten algún movimiento o expansión de la economía venezolana, significan fortalecimiento del régimen de Maduro.
Pero ¿cómo se siente la gente?
La gente puede darnos sorpresas con lo que dice. Sorpresas que luego de pensarlas, no deberían serlo. Resulta que independientemente de lo que esté pasando con la economía y sin que tenga que ver con lo que hace o no hace el régimen, un número significativo de la población puede decir que “las cosas” han mejorado o están mejorando. Y ello a pesar de la abrumadora cantidad de datos que muestran la permanencia de los males del país, desde los indicadores generales de pobreza, hasta otros sectoriales como los del colapso de los servicios públicos. ¿Cómo puede pasar eso? Puede ocurrir por diversas razones, como, por ejemplo:
* El cambio en el comportamiento de alguna variable particular que afecta a todo el mundo todo el tiempo y de manera importante.
Por ejemplo, la seguridad. Si la gente se siente más segura, ello puede impactar la percepción de la opinión pública sobre el estado general de las cosas. Las encuestas de Gallup de 2020 y 2021 en Venezuela, encuentran una mejora significativa en la percepción de seguridad respecto de años anteriores.
A la pregunta de si se siente usted seguro caminando a solas por la noche en la ciudad o área donde usted vive, un 33% respondió afirmativamente en 2021 vs 12% en 2016, el porcentaje más bajo desde que comenzó esa medición en 2006.
Este porcentaje del 2021 todavía deja al país entre los cuatro países más inseguros del mundo, compartiendo ese honor con Gabón, Sur África y Afganistán, pero representa una mejora respecto a su propia situación. Lo interesante de este incremento en la percepción de seguridad de la gente, es que ello no tiene nada que ver con mejoras en la calidad de las políticas públicas ni de la gobernanza. En verdad, es más bien el resultado de lo contrario, del mal gobierno.
Entre las razones que pudieran explicar esa mejora en la seguridad ciudadana, podrían estar la emigración de quien sabe cuántas bandas criminales, debido al deterioro de la situación económica del país y la aniquilación física, sin ninguna contemplación por los derechos humanos, de quien sabe cuántos de sus miembros.
Es posible que la necesidad que tienen ahora muchos enchufados de hacer vida en el país, de disfrutar dentro del territorio nacional de su riqueza mal habida, los ha forzado a tratar de reducir el hampa de cualquier manera. De alguna manera lo que hacen es monopolizar el delito. Pero tratándose esencialmente de un delito de otro tipo, el de cuello blanco, la gente se siente más segura en la calle.
* El aplacamiento de la COVID-9
Su aparición perturbó la vida de la población mundial, e igualmente su progresivo disminución y control es hoy fuente de alivio donde tenga lugar. Mucha gente puede decir que la situación del país ha mejorado simplemente porque la amenaza de la COVID-19 ha bajado de intensidad.
El hecho de que la epidemia arrancara y se expandiera en Venezuela con relativo retraso y más lentamente que en otras partes del mundo, obedece en parte a la situación de aislamiento del país respecto del exterior y del aislamiento interno de la gente, por la crisis del transporte, la escasez de gasolina y la baja actividad económica entre otros factores. Esos factores que identifican a un mal gobierno pueden haber paliado la precariedad de las vacunaciones y el penoso estado de los servicios de salud en el país.
* El mayor compromiso social
El abandono de responsabilidades claves por parte del Estado ha obligado a la gente a cooperar más entre sí, a organizarse, a actuar más solidariamente. Un indicador de ello, el voluntariado, ha aumentado en el país considerablemente, según lo muestran las encuestas de Gallup. A la pregunta de si los entrevistados han hecho voluntariado con alguna organización durante el mes anterior al momento de la entrevista, 30% respondió afirmativamente en 2021.
Ese es el porcentaje más alto registrado desde que comenzaron esas encuestas y es notablemente superior a los que se producían en años de mejor situación económica. Por ejemplo, para los 7 años que van de 2007 a 2013, el promedio fue 12,71%. Algo similar vemos con la donación de dinero. A la pregunta de si usted ha donado dinero a alguna causa durante el último mes, 22% respondió afirmativamente en 2021, el segundo porcentaje más alto desde que Gallup registra estos datos para Venezuela.
Como referencia, el promedio para los años 2007-2013 es 15,28%. Es decir, que las donaciones aumentaron en una situación de mayor precariedad económica. Eso parece indicar que ha aumentado la solidaridad y el compromiso social. Este mayor compromiso y solidaridad social generan sentimientos de pertenencia, identidad y propósito, que aun en medio de una profunda crisis, son factores de alivio y bienestar subjetivo.
* El asomo de la esperanza
Luego de siete años continuos de brutal contracción económica, cualquier asomo de crecimiento o recuperación, sea este un simple rebote, sea insostenible o esté limitado al mundo del comercio y los bodegones, puede crear en la gente la impresión de que las cosas están mejorando o la expectativa de que van a mejorar.
Si tal cosa se refuerza con una propaganda y narrativa oficial según las cuales las cosas están mejorando, es posible que muchos venezolanos abriguen la esperanza de que su vida va a mejorar. Gallup intenta capturar esta esperanza preguntándole a la gente dónde espera encontrarse en 5 años, utilizando una escalera de 11 tramos, en la que el tramo cero representa la peor situación posible y el tramo diez, la mejor situación posible. En 2021 el promedio de respuestas se ubicó en 7,5, el porcentaje más alto desde 2013, justo antes del comienzo de la gran caída de la economía venezolana.
El hecho de que una parte de la población sienta que algunas cosas han mejorado o que diga sentirse mejor en algunas dimensiones de su vida, no se traduce necesariamente en mayor apoyo para el régimen de Maduro. La gente puede pensar que lo bueno que ha ocurrido o que está ocurriendo no tiene nada que ver con él, e incluso, que más bien ocurre a pesar de él y su régimen.
Al respecto, cabe observar que la encuesta Gallup muestra una caída de la confianza en el gobierno nacional a 18% en 2021. Como referencia téngase en cuenta que esa cifra promedió 54,14% para los 7 años que van de 2006 a 2012.
Una caída muy significativa. Esa muy baja confianza se extiende a prácticamente todas las instituciones que gobiernan el país: honestidad de las elecciones (22%); sistema de justicia (18%); militares (18%). Por eso, cuando oiga decir a alguien que en Venezuela algunas cosas están mejor, o que se siente mejor, no traduzca eso como que de hecho todo está mejor y mucho menos como que Maduro o su régimen están mejor. De hecho, puede significar lo contrario.