A orillas del río Elba en Alemania, yace una pequeña localidad llamada Schmilka que parece estar atrapada en el tiempo. Con el Parque Nacional de la Suiza Sajona al fondo, es considerada uno de los destinos turísticos más llamativos de la región por sus pequeñas casas rústicas de entramado de madera, sus profundos bosques y su capacidad para desconectar en un ambiente sostenible.
Fue en el siglo XVII cuando el pueblo alemán Schmilka comenzó a tomar forma gracias a las pintorescas construcciones de los leñadores checos. Y a partir del siglo XIX comenzó a ser popular entre los artistas y pintores, como Casper David Friedrich y Carl Gustav Carus, máximos representantes del romanticismo alemán. Para 1930 Schmilka, cuyo nombre proviene de una palabra eslava que significa «un lugar donde se extrae la madera», ya había ampliado sus carreteras y eso la hizo más conocida entre quienes visitaban ciudades cercanas.
El pueblo sostenible que parece atrapado en el pasado
Hoy en día sus casas rústicas hechas de piedra, madera y barro son hoteles y casas vacacionales reformadas de manera sostenible con varias habitaciones que se rentan para el disfrute de los turistas. También utilizan energías renovables y un sistema de reciclaje, pues se apuesta por una vida con mínimo impacto ambiental y se promueve el transporte público. La gastronomía es de lo más destacado de la localidad. La cerveza y el pan se hacen con la harina que sale de un histórico molino creado en 1665.
Ir al pueblo alemán Schmilka es desconectarse de la realidad, según quienes por allí han pasado. Es asistir a un retiro ecológico y de bienestar donde se va a disfrutar del ambiente orgánico y sostenible. Entre las actividades más comunes que realizan los turistas se encuentran diversos paseos al aire libre, practicar senderismo y montañismo, yoga, recibir un masaje o ir a conocer su famosa cervecería que parece que tuviera 200 años por las técnicas de la época que aún mantienen o simplemente relajarse.
Schmilka: un resort ecológico en Alemania
Después de la caída del Muro de Berlín, el empresario Sven-Erik Hitzer se dedicó a la revitalización turística de Schmilka. Comenzó con la ampliación del lugar a Santuario bio y parque nacional. En 2007, inspirado por su familia, decidió establecer una organización sin fines de lucro para promover la restauración del Monumento Leuchtenburg. Y así dinamizarlo culturalmente. Posteriormente se dedicó a reformar, iluminar y pintar las calles y casas del pueblo. Por su labor y compromiso con la localidad, Hitzer ha ganado múltiples premios.
De las 69 casas que hay en el pueblo alemán de Schmilka Hitzer es dueño de al menos 25 de ellas. También dirige un hotel orgánico, varias casas de huéspedes, una cervecería y una panadería. Los habitantes aseguran que cuando una casa queda vacante, Hitzer la compra y la renueva. Según los habitantes de Schmilka, el empresario la convirtió en una ciudad «con visión de futuro con una filosofía irónicamente retrógrada».
A pesar de que la ciudad cuenta con modernidades y necesidades básicas actuales como electricidad, calefacción y agua potable, para muchos es considerada «un viaje al pasado». Y es que estar allí recuerda a la Alemania Oriental.
Alimentos orgánicos forman parte de su gastronomía
Entre las características que hacen de Schmilka un «retiro ecológico» está la manera en la que se prepara la comida, el origen de los ingredientes que se usan en los restaurantes y en general el uso obligatorio de alimentos orgánicos en su gastronomía. Una idea que provino de un examen físico que se hizo por una solicitud de seguro de vida hace años, en el que los habitantes no obtuvieron un certificado de buena salud.
Hitzer asegura que consumía alimentos orgánicos de forma regular para tener una buena salud. Por ello, se le ocurrió implementarlo a mayor escala en Schmilka. «Los alimentos producidos de manera saludable también son buenos para el medio ambiente. No se trata solo de mí y de mi salud, se trata de negocios sostenibles en general», expresó.
Aunque la comida libre de toxinas ofrece bienestar, algunos vecinos del pueblo no están muy de acuerdo y se rehusan a volverse ecológicos. Otros sin embargo están orgullosos de cultivar sus propias verduras, conservan todos los materiales que pueden para reciclar y lavan con detergentes orgánicos. Aseguran que este estilo de vida saludable no era una opción hace 200 años, era la única alternativa.
Schmilka no escapa de los desastres naturales
Como toda localidad cercana a la naturaleza, Schmilka ha tenido que enfrentar manifestaciones de la tierra y las graves consecuencias del cambio climático causado por el hombre. Inundaciones, deslizamientos de tierra e incendios forestales son algunas de ellas.
Este año, la sequía está afectando especialmente a Europa, dejando graves consecuencias para la agricultura y los ecosistemas. El pasado mes de julio un fuerte incendio devastó cientos de hectáreas en el Parque Nacional de la Suiza Sajona. Las lluvias no eran suficiente como para influir sobre el transcurso del incendio ni en la intervención de las labores de extinción, según las autoridades locales. Por lo que el incendio duró más de lo esperado.
La COVID-19 también afectó mucho al pequeño pueblo alemán, sobre todo al sector turístico. Sus hoteles y apartamentos vacacionales estuvieron un tiempo cerrados, también los restaurantes, la cervecería, la panadería y las cafeterías. Luego de que la situación sanitaria lo permitiera, el pueblo se vendía a los turistas como un retiro de salud, bienestar y desconexión, especialmente para las personas agotadas por el COVID, todo bajo el lema de las prácticas de sostenibilidad y la cocina orgánica. Según los habitantes ese tipo de publicidad «funcionó maravillosamente».