Por María Virgen Gómez
Desde el aire, cuando el avión se aproxima a tierra, el paisaje no alcanza a estremecer. Sin embargo, tras dejar el Aeropuerto Internacional de las Américas e iniciar la ruta hacia Santo Domingo, bordeando el mar Caribe más espectacular, la ciudad inquieta comienza a hablar mediante sonidos y colores difíciles de ignorar.
Santo Domingo, capital de República Dominicana, cumplirá en agosto 519 años desde que fue fundada. Más de cinco siglos después de su nacimiento, sigue sorprendiendo a ojos autóctonos y foráneos e invitándoles a explorarla y redescubrirla.
La tarea no puede ser más atractiva. El corazón de esta metrópoli palpita al ritmo agitado de su pujante actividad comercial, financiera, turística y cultural, que en los últimos años ha estado protagonizada por el nacimiento de modernos centros comerciales, hoteles de ciudad de puro lujo y restaurantes encantadores, con propuestas para satisfacer los paladares más duchos.
Esta estampa de progreso contrasta con la desigualdad social que puede percibirse en cualquier esquina de esta ciudad, que pertenece al Distrito Nacional, y que con casi un millón y medio de habitantes es la más poblada de toda la nación. Sin embargo, nada parece detener su crecimiento y la aspiración de su población de formar parte de éste.
El optimismo de los dominicanos es, de hecho, un motor que les impulsa a buscar en su ciudad mejores oportunidades de desarrollo. Y para el visitante, un aliciente que invita a conocer todo lo bueno que ofrece esta metrópoli vivaz y cosmopolita, pero a la vez cercana y hasta íntima.
Imposible redescubrir la ciudad primada de América sin empezar conociendo el renovado rostro de su centro histórico, la Ciudad Colonial, donde se produjo en 1496 el primer asentamiento europeo en tierras americanas. El casco antiguo de Santo Domingo, conocido popularmente como la Zona, aloja joyas históricas como la primera catedral y el primer palacio del nuevo mundo, la Fortaleza Ozama y el Museo de las Casas Reales. Fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO y es el atractivo turístico más importante de la capital dominicana.
Con el fin de revalorizarla, mejorar su imagen e incrementar sus ofertas de esparcimiento, alimentación y alojamiento, las autoridades iniciaron en 2013 un programa integral de remozamiento de la Ciudad Colonial, con fondos del Banco Interamericano de Desarrollo (BID).
Una muestra llamativa de este renovado rostro es Casas del XVI (calles Padre Billini y Arzobispo Nouel): un hotel boutique de lujo, miembro de Small Luxury Hotels, edificado en tres residencias de siglos pasados restauradas, e inspirado en la decoración romántica y cálida de aquellos días, que se conjuga con un servicio personalizado y de extrema calidad.
En la exploración de lo mejor del casco antiguo de Santo Domingo no puede obviarse un hotel siempre acogedor y con buenas ofertas para sus visitantes: el Hostal Palacio Nicolás de Ovando, antiguo palacio del primer gobernador colonial del nuevo mundo, localizado en la emblemática calle Las Damas (la primera de la ciudad, en la que como su propio nombre indica paseaban las damas de la época). Uno de sus platos fuertes es el brunch de los domingos, donde, por 1,300 pesos dominicanos (unos 28 euros) se puede empezar el día con las reservas llenas, a fuerza de antipastos, pastas, carnes y arroces variados, acompañados de una refrescante mimosa.
Otro punto vital de la Zona, con más de una década de vida pero siempre con propuestas frescas, es el restaurante Pat´e Palo (calle Atarazana, Plazoleta de España), cuya terraza con vista hacia el Alcázar de Diego Colón (hijo del almirante) es un espacio altamente recomendado para pasar la tarde.
Y al hablar de buena comida disponible en el área no es posible olvidar el emblemático Mesón de Bari (Hostos, 302), un lugar que se mantiene joven a sus 35 años. Templo de artistas, turistas y lugareños, destaca por su exquisita comida criolla y su ambiente relajado y bohemio. Quien lo visite no debe olvidar pedir catibías de lambí (carne de caracol) o cangrejo: unas empanadas de harina de yuca rellenas de dichas exquisiteces marinas, que saben a gloria, literalmente.
Después de un buen almuerzo cae perfecto un paseo que sacuda el cuerpo. Y qué mejor que hacerlo guiados por una ruta de arte puro en plena calle.
El trayecto puede comenzar en el barrio de Santa Bárbara, a cinco minutos del corazón de la Zona, donde el buen arte urbano llegó para quedarse gracias a la iniciativa Hoy-Santa Bárbara, del Centro de la Imagen, una entidad que promueve el desarrollo del arte visual.
Bajo la ejecución del estudio de diseño gráfico Modafoca, el proyecto consistió en crear un circuito de murales en todas las paredes del barrio, producidos por diez reconocidos artistas urbanos del dibujo y la ilustración. De esta manera, transformaron el sector en una gran galería de arte de calle, regresando así a los días memorables en los que éste acogía la Bienal Marginal creada por el fallecido artista plástico y gestor cultural dominicano Silvano Lora.
Otra muestra imprescindible en este paseo de colores es la del colectivo artístico Transitando, que dio vida a los postes de luz de calles centrales de la Zona con obras llenas de color y energía. Con esta labor invaluable de llevar el arte a la calle sus promotores buscan democratizar la actividad creativa y permitir que cualquier ciudadano pueda apreciarla.
Y para continuar el recorrido, cabe disfrutar de una dosis más de sensibilidad, talento e ingenio y dirigir los pasos a Miss Rizos Salón (Isabel la Católica, 260), una peluquería singular, lugar de culto para las mujeres orgullosas de su melena hirsuta o pajón, en buen dominicano. Un movimiento que, bajo el lema de “Belleza, identidad y empoderamiento”, invita a las dominicanas con cabellera rizada a cuidarla y sentirse orgullosa de ésta, lejos de alisarla empujadas por los cánones de belleza impuestos socialmente en el país durante décadas. Camisetas y bolsos que gritan al mundo Yo amo mi pajón son parte de su oferta, que puede conocerse más en missrizos.com.
La tarde puede terminar en un lugar lleno de estilo y dotado de un ambiente fresco y distendido: La Alpargatería (Salomé Ureña, 59), un local que conjuga tienda de alpargatas a la medida hechas a mano y bar de tapas. Entre sus especialidades están el daiquiri de mango, la sangría y la margarita de limón con jengibre.
Otros sitios ideales para tapear al mejor estilo internacional pero en suelo dominicano son Tapatí (Emiliano Tejera, 101) y Lulú Tasting Bar (Plazoleta de la calle Padre Billini).
La noche sigue e invita a conocer un icono del quehacer cultural en la Ciudad Colonial: Casa de Teatro (Arzobispo Meriño, 110), que presenta en sus escenarios recitales, conciertos, obras teatrales y exposiciones de arte visual, y cuyo festival de jazz es una propuesta esperada cada verano.
Y ya avanzadas las horas, algunos querrán contonear el cuerpo. El bar Onnos (Hostos, 157) tiene su lugar ganado entre las mejores opciones de diversión nocturna de la Zona. Mientras, Mojiganga (Las Mercedes, 154), es conocido por su oferta musical ultra moderna.
Compras y diversión
Para salir de la Zona Colonial en ruta al Polígono Central de la ciudad, la vía más recomendada para los ojos y el espíritu es la avenida George Washington: el impresionante malecón de Santo Domingo. Este paseo marítimo de más de 10 kilómetros de extensión avanza sobre la costa urbana brindando a los ojos un espectacular paisaje de arrecifes, palmeras, bares, restaurantes y hoteles de cinco estrellas. La plaza Juan Barón y los Obeliscos Macho y Hembra (monumentos de 40 y 20 metros de altura, respectivamente, construidos durante la dictadura de Rafael Leónidas Trujillo), están entre los símbolos de esta avenida, popular por ser escenario del carnaval en febrero.
Uno de los lugares emblemáticos del malecón es el célebre Hotel Jaragua: patrimonio cultural de la década de los 40 y espacio seleccionado para grandes celebraciones que, tras permanecer cerrado desde hace años, abrirá de nuevo sus puertas este verano bajo la dirección de la cadena Marriott.
Ya en ruta hacia el centro de la capital dominicana es preciso dejar atrás el mar Caribe y dirigirse hacia el norte, tomando en el paseo avenidas como Máximo Gómez, Abraham Lincoln o Winston Churchill.
Así se llega al denominado Polígono Central de Santo Domingo: la cara cosmopolita de la ciudad, espacio en el que se aglutinan lujosos hoteles, grandes negocios, novedosos centros comerciales, atractivos restaurantes y locales nocturnos.
Para ir de compras en esta zona los sitios indicados son: Blue Mall (Winston Churchill, 80), Ágora Mall (Abraham Lincoln), Galería 360 (J. F. Kennedy), Silver Sun Gallery (Tiradentes), Novo-Centro (Lope de Vega) y Sambil (J. F. Kennedy). En estos espaciosos y vistosos centros comerciales es posible adquirir artículos de firmas internacionales como Louis Vuitton, Carolina Herrera, Ferragamo, Hacket London, Bimba y Lola, Tommy Hilfiger, Zara y Desigual, entre otras.
El turismo de compras en la urbe también puede satisfacerse en grandes almacenes como la multinacional Ikea (única tienda de esta corporación en Centroamérica y el Caribe).
Asimismo, Santo Domingo aloja hoteles de cadenas prestigiosas, construidos en los últimos seis años, como el JW Marriott (Winston Churchill, 93), Embassy Suites by Hilton (Tiradentes, 32) y Holiday Inn (Abraham Lincoln, 856).
Y si de comer bien se trata, en el centro de la ciudad abundan los restaurantes renovados o de apertura reciente que brillan por su menú cuidado, versátil y creativo. Algunas recomendaciones fundamentales: el italiano Bottega Fratelli (José A. Soler esquina Pablo Casals); Once 30 (Porfirio Herrera, 6), de cocina fusión; Laurel Food & Wine (Andrés Julio Aybar, 16) y Meatpacking (Gustavo Mejía Ricart).
Para bailar, lo más novedoso del área se concentra en una misma avenida: los clubes Mamma (Gustavo Mejía Ricart, 75) y Zambra (Gustavo Mejía Ricart, 106).
Sin duda, moverse por la pista es una excepcional manera de cerrar la jornada en una ciudad que cada día ofrece nuevas bondades para ser descubiertas.