El estudio PASOS 2022, realizado por la Gasol Foundation –fundación de los hermanos Pau y Marc Gasol para prevenir la obesidad infantil–, alerta sobre el creciente número de niños y adolescentes que no se siente bien luego de la pandemia de covid-19. En tan solo tres años, los hábitos de vida saludable se han deteriorado de forma relevante y han empeorado en todos los niveles: bienestar emocional, uso de pantallas, actividad física, horas de sueño y alimentación.
El 33,4% de la población entre 8 y 16 años presenta sobrepeso u obesidad, realidad que se agrava en el caso del género masculino, la población de menor edad y la de menor nivel socioeconómico. A pesar de que la incidencia de la obesidad infantil es ligeramente inferior a la de 2019, cuando un 36,1 % de los menores presentaban exceso de peso, el estudio revela un deterioro general en la calidad de vida de los más jóvenes, hecho que demuestra la necesidad de seguir reforzando las intervenciones que contribuyan a promocionar un estilo de vida saludable entre los más jóvenes.
“Las consecuencias físicas, psicológicas y sociales a corto, medio y largo plazo suponen un riesgo sistémico para el desarrollo de la sociedad”, según apunta el Dr. Santi F. Gómez Santos, director global de Investigación y Programas de la Gasol Foundation e investigador principal del estudio. “Cabe destacar que la obesidad (16,2%) y la obesidad severa (2,2%) son mucho mayores en la infancia (hasta 12 años) y en el género masculino respecto al femenino, cifras extremadamente preocupantes si se mantienen a lo largo de la vida”.
La obesidad infantil está directamente relacionada con el nivel socioeconómico. Para realizar el análisis preliminar de las desigualdades según nivel socioeconómico se utilizó la renta media por persona y año de las secciones censales en las que se ubican los centros educativos participantes en PASOS 2022.
El estudio refleja que la prevalencia de obesidad es prácticamente el doble (16%) entre los participantes evaluados en una escuela de menor renta media respecto a los evaluados en una escuela de mayor renta. Estas diferencias siguen esa misma tendencia respecto al uso de pantallas, las horas de sueño y la adherencia a la dieta mediterránea: los niños y adolescentes de escuelas situadas en entornos más desfavorecidos presentan un estilo de vida más deteriorado.
¿Somos conscientes de que el sobrepeso y la obesidad representan un problema de salud, la epidemia del siglo XXI, según la OMS?
En nuestra sociedad ha habido cuestiones culturales que han determinado, en gran medida, cómo es la percepción que tenemos del sobrepeso y la obesidad. Actualmente, la conciencia es creciente, pero demasiado influenciada por la presión estética: a veces no se interpreta como una cuestión de salud, bienestar y calidad de vida del niño o niña, sino más bien como una cuestión estética.
Por tanto, podemos decir que ha habido una progresión en los últimos 15 años. Yo, por ejemplo, como investigador, en los últimos 15-16 años, he visto una progresión favorable en el nivel de conciencia tanto de las instituciones y de los responsables públicos, como de la sociedad en su conjunto, pero aún nos queda interpretarla como lo que es, una cuestión que afecta al bienestar de la infancia más allá de la estética.
¿Por qué entonces la sociedad tiende a relativizar el problema y minimizarlo al creer que es una pura cuestión estética, o a estigmatizarlo, culpabilizando al obeso?
Hay una parte de la sociedad que lo interpreta como una cuestión estética no como una cuestión que altera el bienestar y el desarrollo de los niños y niñas. Esto está influenciado, en gran medida, por el contexto social en el que vivimos. Actualmente, nuestra sociedad está muy basada en la estética, en los estereotipos, en la imagen, en lo que proyectamos a nivel estético al exterior y eso influye en cómo interpretamos fenómenos como la obesidad infantil, que más allá de producir un cambio en la composición corporal del niño o de la niña, altera cuestiones importantes de su calidad de vida y de su bienestar como persona y de su salud en conjunto.
Esto seguramente cambiará, porque al final es una cuestión de ciencia. La ciencia apunta que realmente se trata de un problema que altera la calidad de vida de las personas, y de los niños y niñas en este caso. Justo estamos en un momento de transición. El nivel de conciencia e interpretación adecuada del fenómeno de la epidemia de la obesidad infantil se irá ajustando cada vez más a lo que dice la evidencia científica.
¿La obesidad es la enfermedad crónica y el trastorno nutricional más prevalente en la edad infantil?
La obesidad tiende a ser un problema de salud crónico. De hecho, sabemos que un 55% de los niños y niñas que presentan obesidad durante la infancia, también la presentarán durante la adolescencia y que alrededor del 80% de los y las adolescentes que presentan obesidad en esa etapa de la vida también la presentarán durante la etapa adulta.
Las consecuencias más graves de la obesidad sobre la salud de la persona se producen, sobre todo, en la edad adulta, aunque el niño o la niña y el/la adolescente con obesidad ya vive consecuencias a nivel físico o psicológico y social en las primeras etapas de su vida.
En este sentido, también conviene destacar que no solo se trata de un trastorno nutricional. La obesidad infantil deriva del conjunto del estilo de vida de la persona, pero también teniendo en cuenta cuáles son sus condicionantes genéticos. Hay niños y niñas que vienen al mundo más predispuestos a presentar obesidad y otros que menos.
La manera como se come también es relevante, no solo el aspecto nutricional sino, por ejemplo, el hecho de comer cinco veces al día o comer acompañado y en familia. Esto contribuye a prevenir la obesidad infantil, según lo que sabemos a nivel científico hasta ahora. Pero, más allá de la nutrición y de los hábitos de alimentación, también tenemos que tener en cuenta grandes aspectos como la actividad física, el sedentarismo y el tiempo de uso de pantallas, las horas y la calidad del sueño y también el bienestar psicológico de los niños y niñas, que, en cascada e interrelacionados entre ellos, conforman el riesgo que tiene un niño de presentar sobrepeso u obesidad a lo largo de su infancia.
¿Del Estudio PASOS 2022 se desprende que se incrementa el porcentaje de niños tristes sedentarios, con menos horas de sueño y más de pantallas?
El estudio PASOS 2022 nos ha permitido hacer una comparativa con la situación que identificamos tres años antes en el estudio PASOS 2019 y ver cuál era la situación entonces y cuál es la situación ahora para una serie de indicadores, de variables que sabemos que, a nivel científico, están asociadas con la probabilidad de presentar obesidad a lo largo de la infancia. Esas variables son cuestiones como la calidad de vida y el bienestar emocional de los niños y niñas, el uso de pantallas, la actividad física, los hábitos de alimentación y las horas de sueño.
Lo que hemos visto es que para todas las esferas del estilo de vida de un niño y niña que intervienen en la probabilidad de que presente obesidad, hemos identificado un deterioro entre 2019 y 2022. En algunas esferas el deterioro es especialmente relevante, como en la referente a la calidad de vida y bienestar emocional.
En 2019 un 19,9% de los niños, niñas y adolescentes de 8 a 16 años declaraba sentirse algo tristes, bastante, mucho o extremadamente mientras que en 2022 ese porcentaje se ha incrementado en prácticamente un 13% y actualmente más de un 32% declaran sentirse tristes, preocupados o infelices. Junto al incremento promedio en minutos de uso de pantallas entre semana y el fin de semana, la disminución del número de minutos dedicados a la actividad física, moderada o vigorosa, o el deterioro en los hábitos de alimentación, nos debería alertar de que los estilos de vida de la población infantil y adolescente, en España, no están evolucionando en la dirección que nos gustaría.
Por lo tanto, hace falta activar intervenciones de salud pública que movilicen políticas, legislaciones y regulaciones que beneficien y protejan el estilo de vida y el bienestar de los niños, niñas y adolescentes y, a la vez, estrategias de promoción de hábitos de vida saludable que permitan ilusionar a la población y activar su motivación hacia seguir un estilo de vida más saludable.
¿Qué ha cambiado desde la investigación realizada en 2019 hasta hoy, con la mediación de la pandemia del coronavirus?
Efectivamente, lo que ha cambiado entre el 2019 y el 2022, es el covid-19. Las restricciones durante la fase aguda de la pandemia y el cambio de dinámicas sociales que eso ha supuesto –tanto durante la fase aguda, como también a posteriori– ha determinado en gran medida el estilo de vida de los niños y niñas y su nivel de bienestar.
De hecho, las investigaciones apuntan a que ese efecto ha podido ser mayor sobre la población infantil y adolescente, en la que un año o un mes de vida es muy relevante, ya que, a diferencia de una persona adulta, están en pleno desarrollo.
Durante este período, todos hemos usado más las pantallas, nos hemos relacionado menos en persona… El ser humano es un ser social y eso es especialmente relevante en la niñez y la adolescencia; etapas en las que la persona desarrolla su identidad e interioriza una manera de vivir. En definitiva, ha habido un cambio en la manera de vivir en sociedad derivado del covid-19, y eso ha determinado en gran medida el estilo de vida de la población infantil y juvenil.
¿Por qué en esta edición han participado menos niños que en la precedente, lo que puede haber influido en el resultado?
La tasa de participación en PASOS 2022 ha bajado respecto a la de PASOS 2019 y, aunque todavía tenemos que analizar más a fondo la información y los datos disponibles, hipotetizamos que puede ser debido a dos factores principalmente.
En primer lugar, después del COVID-19 creemos que ha crecido la desconfianza de la ciudadanía hacia la participación de sus hijos, sobre todo al autorizarlos a participar en estudios donde vienen personas de un entorno externo a la escuela para hacer mediciones antropométricas. Lo cierto es que la desconfianza ha crecido, ya sea porque tienen la percepción de que eso puede incrementar el riesgo de infección de COVID-19 o de otras cuestiones.
En segundo lugar, en nuestra sociedad se ha acelerado el que ya era el ejerciente estigma social alrededor del peso –algo que organizaciones internacionales como la World Obesity Federation llevan alertando desde hace años– y creemos que el COVID-19, el deterioro de los estilos de vida y el cambio en la composición corporal han provocado que haya un creciente estigma alrededor del peso.
Es decir, que los niños, niñas y sobre todo los adolescentes están rechazando participar para no exponerse al escrutinio del resto de compañeros en el entorno escolar; a pesar de que en las hojas de consentimiento informado –que se entregan a las familias– y que durante la explicación que hacemos en las aulas les aseguramos que las mediciones se hacen en condiciones de total intimidad e individualmente.
Los niños, niñas y adolescentes con sobrepeso u obesidad tienden a sentirse inseguros y, o bien lo hablan con su familia y rechazan la autorización, o bien declinan participar porque se sienten inseguros alrededor de su composición corporal y de su peso.
Eso nos ha hecho concluir que las cifras de sobrepeso, obesidad, obesidad severa y obesidad abdominal estimadas en el análisis descriptivo de PASOS 2022 pueden estar infraestimadas.
Puede haber lo que llamamos un “sesgo de medida”, que no es otra cosa que un error de medida. Por ello, creemos que tenemos que pensar en sistemas de vigilancia epidemiológica, como, por ejemplo, albergar los datos que se recogen en atención primaria u otros, que nos permitan hacer un mejor seguimiento de la epidemia de la obesidad infantil en España sin introducir esos errores de medida.
¿Cuáles son las principales causas de la obesidad infantil?
Las causas de la obesidad son múltiples. De hecho, siempre se habla de que es una enfermedad o una “situación de salud multifactorial”, y, además, los factores que determinan la obesidad infantil se sitúan a diferentes niveles de influencia respecto al niño o la niña.
Si bien los aspectos genéticos determinan la probabilidad de presentar obesidad, por encima de eso están las variables de estilo de vida individual, que determina lo que comemos y cómo lo comemos; la actividad física que hacemos; el uso de pantallas; las horas de sueño y el bienestar psicológico de los niños y niñas.
Entre otras variables, también podemos destacar el estilo de vida de nuestros amigos, el barrio en el que vivimos, la disponibilidad de zonas para jugar y moverse de forma segura o la disponibilidad de alimentos saludables y de establecimientos que proporcionen frutas y verduras con una buena relación calidad-precio.
Asimismo, el nivel socioeconómico de la familia en la que crece un niño o una niña, también conforma una nube de factores que, desde el nivel más macro al nivel más micro, acaba dando el resultado de esa ecuación de mayor o menor probabilidad de presentar obesidad en la infancia.
¿Por qué es más frecuente en niños que en niñas?
En la epidemia de obesidad infantil, ya desde el estudio ENKID en el año 1998 y 2000, y en multitud de otros que han ido apareciendo en España a posteriori, además de en estudios que se han realizado en otros países, normalmente vemos una mayor prevalencia de sobrepeso y de obesidad entre la población de género masculino respecto a la de género femenino.
Eso es común en las epidemias: normalmente empiezan por sectores poblacionales concretos, y después se extienden a otros territorios y a otras poblaciones. En este caso, lo que hemos visto en un análisis comparativo entre cómo ha evolucionado la prevalencia de sobrepeso, obesidad/obesidad severa y obesidad-abdominal de forma diferencial entre niños y niñas, y entre el año 2000 y 2019, es que las cifras en los niños han tendido a mantenerse estables (altas, como ya veíamos en el año 2000), y, en cambio, en las niñas han tendido a crecer de forma espectacular, acercándose cada vez más a las cifras de los niños.
En 2022, las cifras todavía son menores en las niñas que en los niños, pero ha sucedido este fenómeno, donde hace dos décadas las cifras eran aún más bajas en las niñas y han tendido a equilibrarse con las de los niños.
Por otra parte, sabemos a nivel científico que las niñas están más expuestas al estigma social del peso por una cuestión de género, y que eso puede estar provocando (y esto lo tenemos que acabar de analizar en profundidad) que rechacen en mayor medida participar en estudios como PASOS, sobre todo las niñas que presentan sobrepeso, obesidad u obesidad severa.
¿Y en familias con menor renta? ¿Se puede afirmar que la epidemia de obesidad infantil está muy marcada por la desigualdad social?
Efectivamente, la epidemia de la obesidad infantil está muy conectada con la desigualdad social, ya que afecta en mayor medida a la población en situación de vulnerabilidad socioeconómica. En diversos estudios realizados en el mundo, en España, y en países de altos ingresos, la epidemia tiene esa distribución: siempre es mayor a menor nivel socioeconómico.
En España, estamos viendo que aproximadamente el doble de niños, niñas y adolescentes que tienen un menor nivel socioeconómico presentan obesidad con respecto a los niños, niñas y adolescentes más favorecidos. Esto se ha vuelto a ver reflejado en el último estudio PASOS, cuyos resultados preliminares presentamos a finales de enero. Lo que más nos preocupa no es el sobrepeso ni la obesidad, sino la condición más extrema de la obesidad, conocida como obesidad severa, que afecta en mucha mayor proporción a la población de menor nivel socioeconómico.
Es una condición grave para la salud y el bienestar y está afectando en mucha mayor medida a la población de menor nivel económico. Contribuye no sólo a intensificar la situación de desigualdad, que va en aumento, sino también a perpetuar a lo largo de la vida adulta la condición de obesidad y la situación de desigualdad. Por ello, creemos que debe ser una prioridad la creación de políticas estructurales que actúen sobre la pobreza infantil, y la promoción, de manera holística, de hábitos saludables entre la población de menor nivel socioeconómico.
Aunque el porcentaje de niños tristes se incrementa, las niñas en entornos de mayor renta son las que declaran sentirse infelices en mayor medida. ¿Por qué?
La verdad es que es un dato que a priori sorprende, no sabemos bien los motivos y eso nos lo dirán estudios con un mayor nivel de profundidad de análisis, que permitirán extraer conclusiones claras. De momento lo que sabemos es ese fenómeno, que en entornos de mayor nivel socioeconómico, el porcentaje de niños y niñas y adolescentes que declaran sentirse tristes, preocupados e infelices es un poquito mayor respecto a los entornos de menor nivel socioeconómico. Hay muchos factores sociales que pueden explicar ese fenómeno, y la investigación que vamos a seguir haciendo desde el consorcio PASOS nos permitirá sacar conclusiones más claras.
El estudio también desvela que la escasa adherencia a la dieta mediterránea es otro factor de riesgo. ¿Cómo implementar una alimentación saludable?
Efectivamente, el Estudio PASOS 2022 nos informa de que se ha producido un deterioro del nivel de adherencia a la dieta mediterránea entre el año 2019 y 2022. Ese deterioro ha sido al mismo nivel del que habíamos evidenciado entre el año 2000 y el 2019. Es decir, en tan sólo tres años, el nivel de adherencia a la dieta mediterránea se ha deteriorado en igual medida en que lo había hecho en 19años. Creemos que las intervenciones deben ser múltiples y deben estar enfocadas a proteger los derechos de la infancia a tener una alimentación saludable y el derecho a la salud.
Por ello, intervenciones educativas como las que llevamos a cabo en la Gasol Foundation –donde tenemos en cuenta el entorno que rodea a los niños y niñas y también que la alimentación interactúa con otros factores de estilo de vida como el bienestar emocional, el sueño o la actividad física– deben ser el camino para promover unos hábitos más saludables.
Y, por otro lado, creemos que se deben proteger los derechos mediante regulaciones; por ejemplo, en España ha habido muchos aciertos, como situar las tiendas que venden chucherías o productos con azúcares añadidos a un mínimo de distancia respecto a la puerta del colegio cuando hace algunos años se situaban justo delante de las puertas de las escuelas. Esto puede haber contribuido a que el deterioro no sea aún mayor. O, por ejemplo, la regulación de la publicidad de alimentos y bebidas no saludables dirigida a niños, también puede contribuir.
El hecho de que los precios más saludables no se incrementen tanto y que, por el contrario, se puedan introducir ciertas cuestiones a nivel fiscal que permitan controlar esa subida de precios, creemos que también pueden contribuir. Tenemos estudios que apuntan que, en las últimas dos décadas, el precio de alimentos saludables es el que más se ha incrementado proporcionalmente respecto al de los alimentos ultraprocesados. Todo lo que depende de decisiones políticas, junto con la tarea comunitaria, familiar y social de promoción de hábitos saludables, debería contribuir a que la evolución en los últimos tres años sea mejor que la que hemos visto en las últimas dos décadas.
Disminuye el número de horas de sueño, el ejercicio físico, pero aumenta el tiempo dedicado a las pantallas. ¿Cómo se relacionan estos parámetros?
Sabemos que los factores del estilo de vida de un niño/a no son algo aislado, no podemos tratar de entender cuáles son los hábitos de alimentación sin entender cómo duerme, cómo se siente o qué actividad física hace. De igual manera, el ejercicio físico y el uso de pantallas se relacionan entre sí.
Los niños y niñas que usan más las pantallas suelen ser también los que presentan un menor nivel de actividad física moderada o vigorosa; es una cuestión de en qué se ocupa el tiempo libre extraescolar. Y también sabemos que las horas de sueño son capaces de determinar cuál es el nivel de energía al día siguiente y que, por lo tanto, se sientan más o menos cómodos al involucrarse en la práctica de actividad física. Además, sabemos que el uso de pantallas y la luz que reciben nuestros ojos transmiten la señal a nuestro cerebro de que todavía es de día.
Y, por tanto, si se usan las pantallas a la hora en la que deberíamos quedarnos dormidos, se altera el ciclo natural. Estudio tras estudio vemos que los niños y niñas y adolescentes cada vez se van a dormir más tarde, pero se levantan a la misma hora porque el horario de empezar las clases no ha variado. En resumen, las pantallas están conectadas con el sueño, el sueño con la actividad física y esta, para cerrar el círculo, también está conectada con el sueño. Los niños y niñas que practican actividad física tienden a tener una mayor relajación muscular y eso hace que se favorezca la transición hacia el sueño.
¿Qué importancia tienen los factores psicosociales y de estilo de vida en la prevención de la obesidad infantil?
Los factores psicosociales juegan un papel clave en la regulación del estilo de vida de los niños y niñas y de la probabilidad que tienen de presentar sobrepeso u obesidad.
La actitud hacia la alimentación, la actividad física o el sentimiento de capacidad, de la autoeficacia que pueden tener los niños y niñas hacia comer bien, practicar actividad física o sentirse bien consigo mismo son factores psicosociales. También lo son las barreras que puede haber en su entorno, ya sean socioeconómicas, derivadas de las desigualdades sociales, o de otro tipo.
Estas barreras determinan en gran medida el estilo de vida y en consecuencia determinar la probabilidad que tiene un niño, niña o adolescente de presentar obesidad a lo largo de su vida. Por lo tanto, actitudes, influencia social, autoeficacia, barreras, habilidades… son factores psicosociales que contribuyen a regular la probabilidad de presentar sobrepeso u obesidad en la infancia.
De forma directa o indirecta, la obesidad infantil se relaciona con 14 de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas. ¿Por qué entonces se frivoliza tanto con este problema? ¿Es preciso concienciar y educar a la sociedad?
Efectivamente, está presente en 14 de los 17 ODS, pero lo que sucede es que las consecuencias más graves de la obesidad infantil se dan en la edad adulta: el infarto agudo de miocardio, la diabetes tipo 2, algunos tipos de cáncer, problemas respiratorios, graves problemas musculoesqueléticos, a nivel óseo, endocrino, a nivel psicológico, a nivel social, reducción del empleo, etc., y, sobre todo, pérdida de calidad de vida de la población que vive con obesidad.
¿Por qué no se le da importancia? Porque las consecuencias más graves se dan a medio y largo plazo en la etapa adulta o etapas posteriores de la vida. Por eso, no hay un sentido de urgencia general entre la sociedad.
Por ello, la sensibilización, la educación y el hecho de hacer visible cuál es la calidad de vida actual y a futuro de un niño o niña que vive con obesidad es esencial para crear conciencia social.
Y, a la vez, hay que tratar de no estigmatizar a estos niños y niñas. Hay que protegerlos, respetar sus derechos con especial atención, están expuestos a un entorno social y cultural que les va a criticar por su estado ponderal. En vez de criticarlos, hay que motivarlos hacia un estilo de vida saludable, hacer que se diviertan aprendiendo hábitos saludables e involucrar a su familia y a todo su entorno.
Además, debemos asumir que, como sociedad, también tenemos responsabilidad. El entorno obesogénico de los niños, niñas y familias no favorece su desarrollo y, por tanto, también hay medidas políticas, institucionales y estructurales que hay que tomar para conseguir revertir la epidemia.
Ha reclamado medidas estructurales como la regulación de la publicidad dirigida a los niños. ¿Son factibles este tipo de estrategias que requieren respaldo legislativo y una ordenación normativa?
Por supuesto que son factibles este tipo de medidas regulatorias. Tenemos experiencias previas de regulaciones, como con el tabaco, ciertos pesticidas y otros factores del entorno. En este caso, serían factores comerciales, pero que son factores que rodean a los niños y niñas y que es posible regularlos.
Sabemos que los alimentos y las bebidas no saludables no favorecen ni los hábitos de vida, ni el desarrollo, ni el bienestar, ni la calidad de vida de la población infantil y, por tanto, el sentido común hace pensar que tardará más o menos, pero que llegará.
Nosotros trataremos de que en España tarde lo mínimo posible, pero estas medidas llegarán para regular la publicidad sobre alimentos y bebidas no saludables porque eso supone respetar los derechos de la infancia y promover su pleno desarrollo.
A partir del alarmante diagnóstico de PASOS 2022, ¿qué acciones se deberían emprender para revertir este preocupante resultado?
La Gasol Foundation apuesta por el desarrollo de intervenciones comunitarias multinivel y multicomponente que nos permitan llegar a todos los niños, niñas y familias de un municipio a través de los diferentes sectores clave, y, así, ilusionar hacia la posibilidad de seguir un estilo de vida saludable.