Ana Cristina Alvarado / MONGABAY
A finales de los años noventa, la comunidad kichwa Sani Isla, en el norte de la Amazonía ecuatoriana, se enteró de que la petrolera Occidental (Oxy) planeaba iniciar hacer exploraciones en su territorio comunal. Orlando Gualinga, uno de sus líderes, llevaba algunos años trabajando para esa empresa. Gualinga recuerda que le preguntó a un gerente: “Jefe, ¿en un caso extremo, en que hagan sísmica o perforación, nuestra gente podría trabajar?”
Le respondió que no, que solamente los tecnólogos o los universitarios. Gualinga recordó que sus padres y las generaciones anteriores trabajaron para grandes hacendados. Ahora no trabajarían en una hacienda, pero perderían la autonomía que habían ganado. “Al final, íbamos a regresar al pasado”, asentó.
En la década de los sesenta, con la llegada de indios kichwas que se quedaron sin trabajo en las haciendas de los terratenientes y buscaron tierras fértiles para establecerse en libertad, se constituyó Sani Isla . Un puñado de familias llegó a una zona que luego se conocería como las provincias de Sucumbíos y Orellana, entre lo que hoy es la Reserva de Producción Faunística Cuyabeno y el Parque Nacional Yasuní.
La vida era muy dura. La movilización la hacían a lo largo del río Napo, en canoa, sin motores. En la comunidad, el trabajo era fuerte y pocos los habitantes, pero ese territorio al que nombraron Sani –como llaman a un árbol que abunda en el sector, del que se obtiene una tintura morada– era propio.
Los desastres ambientales provocados por la erosión regresiva del río Coca, que afecta también el cauce del río Napo, y la falta de servicios básicos son los principales problemas de Sani Isla. Sus habitantes exigen que las autoridades los provean de servicios sin afectar a la biodiversidad.
Alexandra Almeida, coordinadora de la Campaña de Petróleo en Acción Ecológica, afirmó que el Estado ecuatoriano impuso los bloques petroleros 12 y 15 sobre Sani Isla y otras comunidades. “No hubo consulta y crearon conflictos muy serios en varias comunidades”, recuerda.
Cuando Oxy empezó la exploración del proyecto Aguarico 3D, a principios del siglo XXI, hubo división. La población había crecido –eran cerca de 400 personas–, pero sin fuentes económicas estables ni acceso a servicios como salud o educación secundaria. Algunos de los indígenas se ilusionaron en que la presencia de la petrolera traería trabajo y beneficios económicos, pero otros querían mantener intacto el territorio del que obtenían alimentos, medicinas y materiales.
“Había pelea y discusiones entre nosotros”, cuenta Blanca Tapuy, que desde ese momento se convirtió en líder de la resistencia antipetrolera. Tapuy conocía el área de Shushufindi y el hollín que expulsaban los mecheros y el líquido espeso y aceitoso que salía de las tuberías rotas y se filtraba por las quebradas. “La división entre nosotros era alimentada por Oxy. Los que simpatizaban con la petrolera recibían regalos y la promesa de que habría trabajo durante los siguientes 25 años”, dijo.
La consulta previa fue reconocida en Ecuador en la Constitución de 1998, pero en el 2023 aún no existe un reglamento para su aplicación. El Ministerio de Energía y Minas le aseguró que las exploraciones “fueron realizadas con consultas previas a las comunidades”.
La industria petrolera ha intentado ingresar varias veces a la comuna kichwa Sani Isla, en el norte de la Amazonía ecuatoriana, pero ellos han encontrado alternativas de desarrollo en la conservación y el turismo.
Gualinga lideró las negociaciones con Oxy y vio una oportunidad en que algunos miembros de la comunidad pudieran trabajar como guías turísticos o en el área de servicio de lujosos hoteles cercanos.
“Si quieren perforar en el territorio de la comuna, tienen que darme un hotel de primera con todo lo necesario. Con canoa, con radio, con todo lo necesario para operar”, le exigió Gualinga al gerente de Oxy. Tras varios meses de resistencia y negociaciones, la comunidad se impuso. La petrolera construyó tres cabañas, un restaurante y un bar a los pies de la laguna Challuacocha, a unos 10 minutos del centro comunitario en lancha. Lo llamaron Sani Lodge y abrió sus puertas en 2002.
Después de la exploración inicial Oxy se retiró del territorio sin dar mayor información sobre los hallazgos petroleros, de acuerdo con una publicación de Biodiversidadla.org. El Ministerio de Energía y Minas informó que“con la adquisición sísmica 3D se obtuvo información geofísica de los bloques”, pero no suministró detalles sobre la viabilidad de explotación en ese territorio.
Años más tarde, la industria regresó a la comuna. Mientras, Sani Isla le hacía honor a su nombre. Poco a poco, fue rodeada por campos petroleros. Al este,el campo Edén-Yuturi; al noreste, el campo Pañacocha, y al noroeste, la estación Limoncocha.
Sani Lodge, un escudo de conservación
Sani Isla abarca 31.000 hectáreas. La mitad, en la parte sur, se sobrepone al Parque Nacional Yasuní. La biodiversidad, junto a escenarios casi fantásticos creados por los bosques inundados y de tierra firme, además del río Napo, lo han convertido en un destino atractivo para los turistas extranjeros. Ese esfuerzo de Sani Isla fue reconocido en 2019 por Green Destinations, organización que incluyó a Sani Lodge entre los 100 mejores destinos sostenibles del mundo.
El éxito de este proyecto turístico comunitario tuvo una pausa. El hospedaje cerró en 2019. “Los intereses de los préstamos bancarios para construir más cabañas se volvieran “una bola de nieve”, dijo Javier Gualinga, gerente del emprendimiento. La falta de conocimiento del sistema bancario los llevó a la bancarrota. Los trabajadores del hospedaje, que ya eran expertos en cocina, y servicio, además de guías turísticos, se vieron obligados a regresar a las chacras. Con la pandemia del COVID-19, las esperanzas se hundieron aún más. Mientras, el bosque amazónico crecía e iba apoderándose de las cabañas.
En 17 años de funcionamiento, Sani Lodge se convirtió en una especie de escuela para los comuneros: muchos aprendieron gastronomía, logística, idiomas, construcción con estándares internacionales y cientos de nombres científicos para el avistamiento de aves. Parte de las ganancias se destinaban para emergencias médicas o a la educación, para que los adolescentes con mejores calificaciones terminaran el colegio en Coca, la capital de la provincia de Orellana. Además, el emprendimiento también motivó la creación de Sani Warmi, una organización de mujeres que brindaba servicios turísticos, practicaba la medicina ancestral y vendía comida típica y artesanías. Por eso, la meta de reabrir el lodge no se podía abandonar.
La comunidad recibe incentivos por conservar cerca de 10.000 hectáreas a través del programa estatal Socio Bosque. Además, por su cuenta conserva 16.577 hectáreas para mantener su modo de vida, cuidar el ambiente y mostrar la biodiversidad de la zona a los turistas.
En 2021, Javier Gualinga, uno de los guías más destacados de la comunidad, fue elegido para liderar el renacimiento del emprendimiento y otra vez asumió la gerencia. “Volvimos de las cenizas. Por Sani Lodge estoy donde estoy”, asegura.
Gualinga empezó como guía. Un trabajo que se da muy fácil para los amazónicos, pues conocen bien su entorno. Además, tomó algunos cursos de biología y su interés le llevó a obtener una beca para estudiar en Estados Unidos inglés e historia natural con enfoque en bosques tropicales.
Esta preparación le permitió liderar con éxito la reapertura de Sani Lodge, y aunque todavía hay deudas y dificultades, la comunidad pone sus esperanzas en esta iniciativa. “El compañero Javier se paró duro y ahorita ya estamos otra vez en funcionamiento. Nosotros ya no pensamos en la compañía petrolera. Es mejor pensar en el futuro”, reflexiona Blanca Tapuy con respecto a las divisiones que hubo en el pasado por la industria petrolera. Actualmente, 40 personas de la comunidad trabajan en el hotel y la mayoría son jóvenes.
Conservar en medio del interés petrolero
Sani Lodge nació en el 2002 y fue creciendo a la par que lo hacía el interés petrolero en la zona. En 2008, la estatal Petroamazonas –filial de Petroecuador que estaba a cargo del Bloque 15 desde 2006– volvió a la comunidad para complementar los estudios que había hecho Oxy. Pero, a diferencia del primer intento, ahora Sani Isla tenía más información y oportunidades laborales. “Sani Lodge ahora es un escudo”, explica Javier Gualinga.
Edwing Gualinga, vicepresidente de la comunidad, dijo que muchas comunidades no han podido proteger sus territorios, pero el turismo comunitario ha sido su camino para resolver y subsistir.
Como continuación del proyecto Aguarico 3D, Petroamazonas perforó el pozo exploratorio Sani Isla 1 en el territorio comunal. El Ministerio de Energía y Minas afirma que en esta fase se realizó consulta previa. “Indicios de hidrocarburos. No fue productivo” se elle en la hoja de los resultados de esa exploración.
A pesar de los resultados poco alentadores, la industria petrolera volvió a la comunidad con otro proyecto. El Ministerio de Ambiente, Agua y Transición Ecológica (Maate) confirmó que “otorgó el 20 de marzo de 2009, la Licencia Ambiental No. 044 para la ejecución del Proyecto de prospección sísmica 3D en las áreas Cedros y Garzacocha”.
El gobierno de Correa no escuchó a la comunidad
Asegura que “se realizó el proceso de participación ciudadana en donde se socializa con las comunidades aledañas al proyecto las características de la ejecución, así como el Plan de Manejo Ambiental planteado para dicho proyecto. Una vez finalizado este proceso y demás procedimientos de regularización ambiental, se otorgó la Licencia Ambiental”. Sin embargo, el 9 de mayo de 2009, la comunidad respondió con una asamblea general en la que rechazó cualquier actividad petrolera en el territorio.
El rechazo no fue escuchado por el gobierno de Rafael Correa. “El proyecto se desarrolló entre marzo de 2009 y abril de 2015, recalcando que la prospección sísmica 3D es una actividad que se realiza como parte de la fase de exploración y no es una actividad continua, por lo que se ejecutó en varias campañas durante el periodo antes mencionado”, indica el Ministerio del Ambiente.
La comunidad siguió buscando alternativas para evitar la explotación petrolera en su territorio. En febrero de 2013, se lanzó una campaña en Avaaz, una organización civil global que promueve el activismo ciudadano en línea, para llamar la atención internacional y evitar los avances de la industria en Sani Isla. Más de un millón de personas de todo el mundo firmaron la petición. Una vez que finalizó la prospección sísmica 3D, no se realizaron más actividades en la comunidad y el Ministerio de Energía y Minas no informó los resultados.
Incentivos para la biodiversidad y la educación
En 2010, el Ministerio de Ambiente había firmado un convenio de conservación con la comunidad bajo el programa Socio Bosque, que desde 2008 entrega incentivos económicos a campesinos y comunidades indígenas que se comprometen voluntariamente a la conservación y protección de la naturaleza. En Sani Isla, cerca de 10.000 hectáreas están protegidas con esta modalidad. Además, la comuna conserva 16.577 hectáreas por iniciativa propia. En total, se mantienen unas 25.000 hectáreas, lo que representa el 80,6 % del territorio comunitario.
La comunidad recibe unos 62.451 dólares anuales por mantener intactas las 9.000 hectáreas que forman parte de Socio Bosque. Gran parte del dinero se destina al salario de seis guardabosques comunitarios y a la compra de las herramientas necesarias para sus operaciones.
Los incentivos de Socio Bosque también se destinan a la educación, a la salud y a los gastos organizativos. “Sani Isla ha hecho un buen manejo de los recursos, con transparencia. La comunidad no ha fallado en términos de los requisitos ni ha habido suspensión por incumplimiento. Los jóvenes ven una oportunidad dentro de la comunidad para tener un crecimiento personal y fuentes de ingresos”, asegura Carolina Rosero, directora del programa de Amazonía de Conservación Internacional, una organización no gubernamental.
Han transcurrido ocho años desde que la industria petrolera dejó de explorar en Sani Isla, pero las amenazas a la integridad natural del territorio provienen de la tala y la cacería de personas de otras comunidades en la parte norte del territorio, que colinda con el corazón petrolero del Ecuador y con cultivos de palma de aceite. Hace poco, los guardabosques construyeron un punto de control en esa zona y han impedido la entrada de personas ajenas a Sani Isla.
Desastres ambientales y falta de servicios básicos
Sani Isla no solo ha tenido que hacerle frente a la industria petrolera. Desde el desastre ambiental, a comienzos de 2020,ocasionado por la desaparición de la cascada San Rafael, la erosión regresiva del río Coca y los derrames de petróleo, el río Napo actúa diferente. Los kichwa aseguran que la voracidad del río ha desaparecido islas y ha arrasado con las zonas bajas de las comunidades ribereñas.
“Las comunidades seguirán teniendo problemas en los próximos años. Los caladeros donde pescaban desaparecerán o cambiarán de lugar de manera muy rápida, de un día al otro. Debido al proceso erosivo pueden darse derrumbes o acumulación de sedimentos que impactan negativamente en los servicios que ofrecen los ríos y en las infraestructuras cercanas a los lechos”, dice Juan Morán, doctor en geografía, especializado en paisajes amazónico-andinos.
A esto se suma la contaminación ocasionada por la minería ilegal en la cabecera del Napo. “El río ha cambiado de color y ahora es más espeso, más arenoso, más sucio. Hemos perdido numerosas especies de peces y la necesidad de agua potable es urgente”, afirma Edwing Gualinga.
La comunidad tampoco tiene servicio de electricidad, escuela secundaria ni centro de salud. Han recibido propuestas para proveerles de servicios básicos, pero sus habitantes dicen que estas obras vienen con la construcción de caminos, lo que generaría impactos ambientales y sociales.
Ni carreteras ni caminos
Carolina Rosero, de Conservación Internacional, asegura que la construcción de caminos es una de las más grandes amenazas a los bosques. “Cuando se abren vías, entran colonos a deforestar o cazar, ingresan drogas y hay alcoholismo. Hay que pensar en alternativas que no impliquen la apertura de caminos. La implementación de paneles solares —que abastecen de energía el lodge— y de filtros para el agua podrían solucionar las necesidades más apremiantes de Sani Isla”, dice.
“Si hay una carretera, se abren más pozos petroleros y hay un acceso más fácil estamos bajo una presión inmensa”, afirma Javier Gualinga.
Blanca Tapuy asegura que el Estado ecuatoriano no ha cedido en su intento de hacer nuevas exploraciones petroleras en Sani Isla. Sin embargo, las instituciones de gobierno consultadas aseguran que no hay nuevos planes de ingresar a la comunidad.
Los cambios que ha sufrido el río Napo también ponen en riesgo a Sani Lodge. Javier Gualinga afirmo que las crecidas del cauce han traído petróleo de los derrames y una tierra arenosa que ha afectado a las lagunas de aguas negras y a los pantanos. Gualinga teme que la biodiversidad decaiga y el turismo se vea afectado.
“No hay medidas claras de las instituciones de gobierno ni proyectos serios. Poco importan las cuestiones de las comunidades indígenas o de las comunidades aledañas a los ríos. Están un abandonadas”, reclama el geógrafo Juan Morán.
A pesar de las debilidades, Javier Gualinga confía en que las cosas serán diferentes. Ahora conocen los derechos de los pueblos indígenas y han podido valorar las oportunidades de la conservación y el turismo comunitario para evitar que la industria petrolera les cause daños similares a los que han visto en las comunidades vecinas.
“Ahora sabemos de lo que nos hemos salvado. La generación joven de la comunidad entiende cuál es el futuro del mundo y trata de conservar lo más que se pueda”, asegura.