Por Iñigo Aduriz
12/02/2017
A principios del siglo XX San Sebastián era la ciudad de la aristocracia española. La reina María Cristina había establecido allí su lugar de veraneo, impulsando el refinamiento de la capital guipuzcoana, que conserva auténticas joyas arquitectónicas de aquella Belle Époque. Toda la Corte y parte del poder político del país se trasladaba en verano a la capital guipuzcoana, donde en la época de Isabel II se llegaban a celebrar Consejos de Ministros y diversas reuniones intelectuales que llenaban los elegantes cafés de la ciudad. La conocida como La Bella Easo ha conservado desde entonces un paisaje y un ambiente especiales, muy marcados por la cercanía con Francia y por ese pasado aristócrata, que la hacen única.
El esplendor de las mejores épocas –que nunca perdió– ha regresado ahora con especial fuerza a Donosti (nombre coloquial, en euskara la denominación oficial es Donostia), que ostentó la capitalidad cultural europea en 2016. San Sebastián se encuentra, además, inmersa en una importante expansión turística: en los próximos meses se abrirán 14 hoteles con más de 1.200 camas, tiene el orgullo de disponer de tres restaurantes con tres estrellas Michelin y mantiene una vibrante oferta cultural y de ocio. Es complicado para la mayoría de los mortales contar con los tres meses de veraneo que pasaban allí los más afortunados en las primeras décadas del siglo XX. Pero quien disponga de tres días podrá relajarse, disfrutar de su belleza y su gastronomía y regresar a casa con un excelente sabor de boca.
Para disfrutar como un rey de la ciudad cantábrica el Hotel María Cristina ofrece lujosas suites y amplias habitaciones con una ubicación inmejorable, justo en la desembocadura del río Urumea, en pleno centro de San Sebastián, a un paso de las playas de La Concha y Zurriola y en el inicio del área romántica. Inaugurado en 1912, acoge desde 1953 a los más distinguidos invitados del Festival Internacional de Cine-Zinemaldia de la ciudad que suele celebrarse a mediados de septiembre. Por las estancias de este hotel clásico y señorial, reformado en 2012, han pasado huéspedes históricos como Mata Hari, Coco Chanel o León Trotsky. Y figuras del celuloide que van de Alfred Hitchcok a Woody Allen, pasando por Julia Roberts o Bette Davis. La elegancia, la atención del personal y los detalles nada tienen que envidiar a los grandes hoteles de París. Cabe destacar, además, la oferta gastronómica del Café Saigón, el restaurante asiático de este exclusivo alojamiento. Desde las habitaciones del emblemático establecimiento hotelero se puede contemplar el Teatro Victoria Eugenia, otra de las joyas neorrenacentistas de la ciudad construido entre 1909 y 1912 para reafirmar el que fue el carácter burgués de la acomodada Donosti. Un puente separa este edificio clásico donde hasta bien entrado el siglo XXI se desplegaba la alfombra roja del Festival de Cine, del nuevo centro neurálgico del certamen, el moderno Kursaal, palacio de congresos compuesto por dos cubos, diseñado por el arquitecto navarro Rafael Moneo e inaugurado en 1999 al pie de la playa de la Zurriola.
recorrido a pie de las tres playas
Una buena forma de ver la ciudad es iniciando un paseo en la plaza de Sagüés, el comienzo de la mencionada playa pero al lado opuesto del Kursaal. Es un buen punto de partida para un primer recorrido mañanero y quedarse con lo esencial de San Sebastián: el contraste entre el mar y la montaña. A través de unos cinco kilómetros, el camino comienza en la citada playa de la Zurriola cuya remodelación en los 90 facilitó la revalorización del barrio de Gros, con una creciente oferta gastronómica y comercial. Una vez cruzado el puente del Kursaal girando a la derecha y siguiendo el final del río, se llega al Paseo Nuevo que rodea el Monte Urgull, antigua fortaleza protectora de la ciudad desde cuya cumbre se disfruta de una de las vistas más privilegiadas de San Sebastián. A través del camino costero se accede a otro mirador, justo encima del Aquarium –dispone de uno de los túneles de agua más grandes de Europa–, donde se encuentra el restaurante Bokado orquestado por el chef Mikel Santamaría, y parada obligada para comer.
Para bajar la comida nada mejor que otro clásico como recorrer la playa de La Concha en la propia arena si la meteorología lo permite o por el animado y concurrido paseo, punto de encuentro de los habitantes del lugar. Desde el restaurante unas escaleras conectan el Paseo Nuevo con el acogedor puerto donostiarra, que a su vez enlaza con el Paseo de la Concha dejando a la izquierda el Ayuntamiento, antiguo casino reconvertido en Casa Consistorial en 1946, y los jardines de Alderdi Eder, donde se encuentran los pisos más codiciados de la ciudad (12.700 euros por metro cuadrado). Al final de la playa de San Sebastián por excelencia está el Palacio de Miramar, estancia real de Juan Carlos I durante su infancia y recuperado para la ciudad en 1972. Cuenta con los jardines y panorámicas más espectaculares del municipio.
La siguiente playa es la de Ondarreta, con villas tanto tradicionales como vanguardistas, que destaca por su cercanía a la isla de Santa Clara que preside la bahía, a la que en las horas de las bajamares los más intrépidos pueden acceder a nado. Y al final se encuentra el Peine del Viento, la histórica escultura realizada por el internacional escultor donostiarra Eduardo Chillida. El restaurante Branka es el lugar ideal para disfrutar de un tentempié al final de este paseo costero. Como la citada escultura, este establecimiento se encuentra en la falda del Monte Igeldo, en cuya cima está el Parque de Atracciones de San Sebastián que también conserva el encanto de los años 20 y desde el que existen bellas vistas. Hasta él se accede a través de un funicular inaugurado en 1912.
En el centro de la bahía de La Concha está otro de los establecimientos fundados durante la época dorada. La Talasoterapia de La Perla es la heredera del ambiente de la belle époque donostiarra. Hace más de un siglo los baños de mar formaban parte de los placeres refinados de los veraneantes, uniendo los efectos terapéuticos a la relajación y el bienestar. Actualmente, el centro pone a disposición de los visitantes diversos programas de talasoterapia y tonificación, rehabilitación así como tratamientos de estética y masajes.
La oferta cultural no puede obviar el recién remodelado Museo de San Telmo, centrado en la sociedad vasca, que cuenta en la actualidad con más de 26.000 piezas inventariadas en diversas categorías: Etnografía, Bellas Artes, Fotografía, Arqueología e Historia. Su objeto de reflexión es el pasado cultural e histórico como germen de la sociedad actual, desde una visión multidisciplinar y abierta al diálogo y al debate contemporáneo. En visita obligada se ha convertido también el centro de arte moderno de Tabakalera, que oferta cada jornada distintas actividades culturales y de ocio, como microteatro o cine vasco.
Y si San Sebastián es conocida mundialmente es por su gastronomía. Los mejores pinchos, los más vistosos, están en la Parte Vieja, el casco antiguo de la ciudad, y especialmente espectaculares son los de Ganbara (c/ San Jerónimo, 19), Txalupa (c/ Fermín Calbetón, 3), Gandarias (c/ 31 de Agosto, 23) o La Cuchara de San Telmo (c/ 31 de Agosto, 28). Los más novedosos están en Zeruko
(c/ Pescadería 10) o en el también restaurante A Fuego Negro (c/ 31 de Agosto, 31). Para comer de lujo hay que desplazarse hasta el Alto de Miracruz donde está el restaurante Arzak (Av. Alcalde Elósegui, 273), el legendario tres estrellas Michelin de la ciudad. Juan Mari y su hija capitanean un vasto equipo que ofrece exquisitos y sabrosos platos que combinan tradición y modernidad con espíritu vasco. Destacan sus postres, por sus texturas y presentaciones. Hay quien, no obstante, considera que, a pesar de la fama, a este clásico donostiarra ya le superan en calidad otros templos históricos de la gastronomía como el que encabeza Martín Berasategui (Calle de Loidi, 4, en el municipio cercano de Lasarte-Oria) donde son exquisitos el solomillo, las chuletas de cordero o la tarta de manzana. Y el Akelarre (Padre Orcolaga, 56) que lidera Pedro Subijana y donde merecen una mención especial el cochinillo asado “hueso” y emulsión de ibérico, o el asado de corderito lechal. En las afueras, en la localidad de Errenteria, está Mugaritz (Aldura Aldea, 20) de Andoni Luis Aduriz, uno de los mejores del mundo, que une ciencia y gastronomía y que considera que “comer es el camino a la experiencia”.