Por Cambio16
Las raíces africanas de Colombia se encuentran aquí. “San Basilio, población de negros en el interior del monte, tuvo su origen de muchos esclavos fugitivos de esta ciudad, que abrigados por la asperosidad de la montaña de María, entre Ciénega y Mahates, establecieron su palenque”. Así relataba en 1772 el obispo Diego de Peredo los orígenes de este asentamiento ubicado al norte de Colombia, que como su propio nombre indica, se creó como una fortaleza para proteger a los esclavos que huían del puerto de Cartagena de Indias en el siglo XVII.
Tras más de 100 años de enfrentamientos con las tropas españolas, el ejército esclavo cimarrón liderado por Benkos Biohó (Domingo Biohó, por su nombre español), logró en 1793 la firma del Entente cordiale, uno de los primeros tratados de paz de la Historia de Colombia y América Latina. “Mediante este documento se reconoce a los palenqueros como el primer pueblo libre autónomo y soberano, con un territorio delimitado, forma de gobierno, justicia y economía propios”, explica con orgullo Miguel Obeso, gestor cultural de la localidad.
Esa larga huida aún sigue siendo rememorada en el pueblo actual, ubicado en el departamento de Bolívar, que alberga unos 3.500 habitantes y otros tantos repartidos por distintos puntos de Colombia y América Latina. Fue en ese camino hacia la libertad cuando se sentaron los cimientos de lo que hoy constituye la herencia palenquera, reconocida por la Unesco como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad en 2005. “Estamos en Palenque pueblo libertario”, repiten los cantos durante la celebración de su día grande, el Festival de Tambores y Expresiones Culturales que se celebra cada octubre en la localidad y que atrae a numerosos artistas colombianos y africanos y más de 8.000 visitantes cada año.
Señas de identidad
Los tambores o perniches, que se utilizaron como medio de comunicación para alertar de las tropas españolas en el camino hacia la libertad, son hoy la expresión musical más reconocida de esta cultura, junto a sus particulares bailes como el mapalé o la champeta, predecesor del reguetón. También sigue viva la tradición de los peinados femeninos, que en el pasado escondían semillas y mapas que conducían hasta los palenques, señala Ereilis Navarro en su libro ‘Los orígenes y resistencia de los peinados afrodescendientes’. Peinados y trenzados como el gusano, la puerca parida, se han convertido en símbolos de la resistencia y la supervivencia, así como los salones de belleza, en puntos de encuentro de la cultura de sus ancestros.
Y todo ello gracias a una tradición oral vehiculada a través de la lengua palenquera, un idioma criollo mezcla de portugués, español y bantú, “que facilitaba la creación de mensajes cifrados entre los esclavos”, explica Daniel Cassiani, guía turístico descendiente de uno de los personajes que facilitó el tratado de paz, el obispo Antonio Cassiani, quien bautizó este lugar con el nombre de San Basilio.
De los muchos palenques que existían en épocas anteriores, sólo el de San Basilio ha sobrevivido hasta hoy, “desarrollando formas de cultura que no son sólo únicas en Colombia sino a nivel internacional”, tal como explica el delegado de patrimonio del ministerio de Cultura, Juan Luis Isaza. Una amplia gama de tradiciones que van desde la música, la lengua, o su reconocida gastronomía que se ha abierto al exterior tras publicación del libro ‘Kumina ri pa tó paraje’/Cocina Palenquera para el mundo. La tradición también se transmite a través de los kuagros, “asociaciones comunitarias que agrupan hombres y mujeres por generaciones y zonas geográficas y cumplen con funciones de solidaridad, cooperación económica e integración y recreación de los rasgos más importantes de nuestra cultura”, explica Miguel Obeso.
Parte de la popularidad de este pueblo también se debe a los palenqueros ilustres, el primer campeón de boxeo colombiano Antonio Cervantes Kid Pambelé; el actor Evaristo Márquez, que compartió cartel junto a Marlon Brando; y en la actualidad, a los muchos grupos de música como el líder de Tambalá, Rafael Cassiani o los miembros de la tripleta palenquera, Viviano Torres, Louis Towers o Charles King.
“Si no lo vives, si no lo escuchas de primera mano, no puedes conocer a nuestro pueblo”, afirma Daniel Cassiani, que nos adentra en el concepto del etnoturismo. “Asina kumo í tá ablá bo/Así como te estoy diciendo”, insiste, al afirmar que en Palenque no hay demasiados monumentos, sino que su encanto radica en las historias que comparten los lugareños. Tan solo la estatua del libertador Benkos Biohó, la Casa de la Cultura y la Iglesia de San Basilio destacan entre los edificios de esta pequeña localidad, cuya economía se basa en la agricultura, la ganadería, la venta de dulces típicos y, desde hace unos años, el turismo.
Etnoturismo
Este pueblo de casas de adobe y paja, situado a 50 kilómetros de Cartagena de Indias, “ha ido atrayendo cada vez más la atención de estudiantes e investigadores interesados en descubrir el legado africano en Colombia”, según explica Kandya Obeso, doctorada en Desarrollo y Cultura. En menor medida acuden viajeros independientes u organizados por las pocas agencias dedicadas al etnoturismo como Paletur o Junchetour de Palenke, cuya mayor concentración se da las fiestas patronales de junio y octubre.
Atraídos por el folklore, miles de curiosos acuden cada año al Festival de Tambores, “un mundo de alegría y fantasía”, reza la campaña de este año, que se celebró entre el 14 y el 17 de octubre con la participación de grupos musicales como ‘Las Cuatro Estrellas’, Bopol Mansiamina o Tilda Roy. A ritmo de tambor, estas bandas dan muestra de sus raíces africanas y comparten la esencia de la cultura palenquera con el ritual de apareamiento ancestral, mapalé, el rito fúnebre, lumbalú o danzas más actuales como la champeta.
Este último baile, considerado como “la revolución de la música afroamericana”, en palabras de Charles King, uno de sus máximos valedores, mezcla la identidad africana con ritmos del Caribe. Pero una de las características que más llaman la atención de esta danza, muy popular entre los jóvenes, es la proximidad con la que se baila. Sus movimientos casi sexuales le han valido duras críticas en el país, que ha intentado incluso prohibirlo. Mientras, otros artistas como Carlos Vives o Shakira, ambos de Barranquilla donde existe una gran diáspora palenquera, defienden que se siga protegiendo como patrimonio cultural.
La música acompaña todo el ciclo vital de los habitantes de Palenque, con expresiones musicales como el ‘Bullernege sentado’, el ‘Son palenquero’ o el ‘Son de negro’, presentes en todas celebraciones colectivas como los bautizos, bodas y entierros, así como las actividades de ocio. De eso sabe mucho Rosalina Pardo Cañate, maestra de plantas medicinales y cantaora, homenajeada del festival de este año y que ejempliflica la importancia en esta comunidad de los “sistemas espirituales y culturales que enmarcan la vida y la muerte en la comunidad de Palenque”.
Las tradicionales productoras de dulces típicos también serán invitadas de lujo en el festival, ataviadas con el colorido vestido palenquero y la bandeja de su ponchera en la cabeza. “Las palenqueras salen de aquí para afuera a endulzar a los forasteros/Con sus dulces han cruzado fronteras/ Han llegado hasta Venezuela”, canta el colectivo Kombilesa Mi a ritmo de rap. Asociaciones como Asopraduse, formada por 35 mujeres, preparan cocadas, bolas de maní, enyucados, caballitos y alegrías (productos de coco, frutos secos y azúcar) para vender tanto en San Basilio, como las vecinas Cartagena, Santa Marta o Barranquilla. Su portavoz, Dorina Hernández, aprovecha la ocasión para reivindicar su papel en la conservación de la tradición y pedir un mayor apoyo a sus actividades, maquinaria y presentación de los dulces “para poder competir en condiciones”.
Reliquia linguística
Un legado que descansa en este pueblo, de ambiente tranquilo casi todo el año, es la lengua. Entre las calles sin asfaltar de San Basilio destacan dos cosas: ancianos y niños. “Ellos simbolizan los dos polos de la concepción africana de la vida, el pasado y el futuro”, explica Daniel Cassiani. Por un lado la sabiduría de los ancianos griots, maestros de la palabra y portadores de la Memoria; y por otro lado, los niños que representan el futuro de esta comunidad, sobre todo desde que se imparte en la escuela el idioma palenquero. “Una reliquia lingüística porque es la única lengua criolla de base léxica española que sobrevive en el Caribe”, afirma la lingüista Marianne Dieck.
Hace 35 años esta lengua estaba considerada como “español mal hablado”, estigmatizado incluso por los propios habitantes de San Basilio y las poblaciones vecinas, hasta que el antropólogo Aquiles Escalante la puso en valor y alertó de la importancia de inculcarla a las nuevas generaciones. Así se creó en 1995 el Programa de Etnoeducación de Palenque, que se ha extendido desde entonces a otras ciudades habitadas por palenqueros y que fue el germen del Colectivo de Comunicaciones de San Basilio de Palenque Kucha Suto/Escúchanos, que se encarga de difundir y proyectar la cultura palenquera a través de la producción audiovisual, talleres de radio comunitaria y el uso de las nuevas tecnologías, aunando el pasado y el futuro, de nuevo.