La salud mental sigue siendo un tema del que quizás no todos hablan o al que le restan importancia. Durante años, ir al psicólogo o al psiquiatra era una muestra de locura. Sin embargo, esta percepción ha ido evolucionando con el paso del tiempo. Pero los trastornos mentales son un problema, más allá de los estereotipos, y por eso hay que tratarlos. Tal y como ocurre con las afecciones físicas.
De la misma manera en que hay campañas en contra del consumo de drogas o alcohol, los expertos afirman que debe ocurrir con la salud mental. Se debe fomentar el uso de estrategias para mantener una mente sana y buscar apoyo si es necesario, sin que eso suponga convertirse en objeto de críticas.
La importancia de las campañas en pro de la salud mental
José Ángel Alda, vicepresidente de la Asociación Española de Psiquiatría del Niño y Adolescente, hace énfasis en la importancia de comunicar los beneficios de mantener una buena salud mental. Además, afirma que los padres y las escuelas son los primeros responsables de prevenir trastornos mentales en los más jóvenes.
Puntualiza que la salud mental en los niños y adolescentes no necesariamente se expresa de la misma manera cuando están en la etapa de la adultez. Por eso pide no normalizar ciertos comportamientos que podrían ser, como suele escuchar, «cosas de la edad que pasarán».
Que el niño conteste mal, esté siempre de malhumor o trate mal a sus compañeros no significa que es un comportamiento común; puede estar pasándolo muy mal por dentro y tener pensamientos que lo están afectando. La clave es darse cuenta a tiempo, sin dejar que el trastorno avance.
Por eso es tan importante que los padres y en los colegios cuenten con esta información. Saber identificar este tipo de malestares a tiempo será clave para impedir que el trastorno siga evolucionando y avance más de lo deseado.
Además, los especialistas también piden más participación del Estado en la creación de campañas de prevención. Se trata de educar a la población y aprender es necesario para evitar sufrimientos innecesarios.
Un problema de grandes consecuencias
El suicidio suele ser la consecuencia final de un problema de salud mental que no se atendió. A pesar de que la COVID-19 es una amenaza actual, la verdad es que el suicidio sigue siendo uno de los grandes problemas públicos de Europa.
En el mundo, una persona se suicida cada 40 segundos; por cada suicidio que se logra, otros cientos lo intentan. Es una tragedia que, de acuerdo con los expertos, la población todavía no ha querido asumir.
El presidente de la Confederación de la Salud Mental España, Nel González Zapico, es crítico respecto a cómo se está actuando para frenar estas estadísticas. Señala dos elementos esenciales: la falta de voluntad política y una atención precaria con seguimientos insuficientes. Dos factores que se han visto incluso más afectados por la aparición de la pandemia de la COVID-19 y por los que no se han podido evitar las 3.500 muertes anuales provocadas de forma intencional en España.
Actualmente quienes necesiten apoyo solo cuentan con el Teléfono de la Esperanza (717 003 717), en Europa. Los expertos reclaman que se tenga un teléfono de tres cifras para brindar protección a una persona antes y después de tener tentativas suicidas.
Fallas en la atención primaria
Los trastornos mentales han incrementado, sobre todo durante la crisis sin precedentes ocasionada por la pandemia; se trata de mucho que afrontar. Los factores económicos también inciden en estas recaidas.
Los expertos indican que la pobreza tiene una relación causal con el deterioro de la salud mental, pero que también funciona en ambas direcciones. Es decir, una mente que no está sana puede generar problemas de bienestar socioeconómico y viceversa.
A esto se le suma la imposibilidad de que una persona pueda recibir la atención que necesita por un profesional. Esto se debe a que la atención primera se ha visto desbordada intensamente debido a la COVID-19.
Roger Muñoz, miembro del Consejo General de la Psicología, opina sobre su escenario ideal. Hay que reforzaron los servicios públicos, atención primera con médicos y enfermeras, pero también hay que darle importancia al refuerzo de psicólogos clínicos.
Para Muñoz esto es un factor que debe ser tratado con urgencia, pues señala que entre el 30 y el 40% de las consultas están relacionadas con trastornos mentales. Una estimación que puede aumentar, y agravar la situación del afectado, si no se cuenta con la cantidad necesaria de profesionales.
Ante esta situación los tratamientos psicológicos, que Miuñoz apunta suelen ser los más efectivos para trastornos emocionales, se han sustituido en gran medida por tratamientos farmacológicos. Una solución mas bien fácil ante una alta demanda que no se puede cubrir.
El consumo de antidepresivos, ansiolíticos e hipnóticos ha sido una constante. Roger Muñoz denuncia que puede estar ocurriendo que, debido a esto, personas estén consumiendo fármacos que realmente no necesitan.
Salud mental en el mundo
De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), 450 millones de personas sufren de un trastorno mental o de conducta y alrededor de un millón de personas se suicidan cada año. Son cifras que despiertan el interés de la organización por abordar la importancia de la salud mental y que podrían agravarse por la pandemia de la COVID-19.
Es un tema que concierne a todos, no solo a quienes se ven afectados por un trastorno mental. La salud mental deteriorada impacta a la sociedad en su totalidad, no solo a un segmento aislado o limitado; supone un desafío esencial para el desarrollo general.
No existe grupo humano inmune y por eso es tan importante que todos conozcan su importancia. Sin embargo, en la mayor parte del mundo no se le da el mismo valor a la salud mental que a la física, motivo por el cual las campañas de comunicación y los esfuerzos deben ser mayores.
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