El exprimer ministro Dimitri Medvedev presentó antes de su renuncia como primer ministro un plan nacional que incluye medidas para abordar el cambio climático. Las medidas apuntan hacia la adaptación, mas al parecer no a la mitigación de este fenómeno, que en otras regiones administrativas –como la Unión Europea– tiene el estatus de emergencia.
La paradoja rusa –quizás para el mundo y los medios, no para el Kremlin– consiste en que a pesar de que es uno de los países con mayores vulnerabilidades frente al cambio climático ve un sinfín de oportunidades de negocios.
Deshielo ártico, una ventana de recursos
El paquete climático ruso contendrá 30 medidas que adaptan a la economía y la población alfenómeno. El plan evalúa desde la competitividad de los productos rusos en los mercados mundiales hasta medidas educativas sobre el cambio climático. No obstante, la estrategia rusa no plantea el abandono de la producción energética a base de carbón.
De hecho lo más sorprendente de este plan es que proyecta aprovechar las rutas producto del deshielo ártico para transportar mercancías. Algo quizás inaudito para los ambientalistas y ecologistas que miran con estupefacción cómo los osos polares migran hacia áreas más pobladas por personas o como aumenta el canibalismo entre su población por la falta de comida, producto de la desaparición de su hábitat natural.
Deshielo del Ártico en enero 2020
Para comienzos de febrero, el Servicio de Cambio Climático de Copernicus informaba que enero de 2020 ha sido el más cálido desde que se tienen registros. La temperatura global fue más alta que en cualquier enero anterior en la mayor parte de Europa, fenómeno que se extendió a casi toda Rusia.
El servicio climático reportó que en una banda que se extendía desde Noruega hasta Rusia las temperaturas registradas sobrepasaron la media hasta en 6 ºC. Mientras, en el Mar Blanco -al noroeste de Rusia- y el Mar de Bering y el Mar de Ojotsk, también parte del territorio ruso, registraban condiciones de hielo marino mucho más bajas que el promedio.
Advertía el reporte mensual de Copernicus que en el Ártico desde el año 2000 la tendencia de hielo marino ha sido a la baja, siendo más acentuado el deshielo ártico durante el verano y el otoño. Se ha observado una baja de hielo marino durante el invierno, cuando se supone que es el momento en que alcanza su máximo anual.
Plan de adaptación y ¿mitigación?
En este escenario, Rusia propone un plan de adaptación para aprovechar esa ruta Norte, que se abre paso a través del deshielo ártico y conectaría al Pacífico y el Atlántico a través de las costas rusas.
De ser posible, Rusia tendría acceso a la plataforma continental del Pacífico, donde aún hay petróleo y gas por explorar. Además, de estas reservas inexploradas y no probadas, el Ártico tiene muchos otros tesoros como diamante, bauxita, manganeso, oro, níquel, platino, estaño, carbón y más.
Para nadie es un secreto que las grandes potencias árticas (Estados Unidos, Canadá, Noruega, Rusia y Dinamarca) quieren echar mano de estos recursos. De hecho en 2007, dos minisubmarinos rusos se sumergían a 4.261 metros de profundidad en la vertical del Polo Norte para clavar una bandera rusa de titanio inoxidable en las profundidades marinas. De vuelta a la superficie, Artur Chilingarov –explorador ruso del Ártico y de la Antártida– exclamó: “El Ártico es ruso”.
No debería ser una sorpresa para nadie que Rusia quiera aprovechar esta ventaja y otras más. El Gobierno ruso planea ejecutar estas medidas para el cambio climático a partir de septiembre de 2021. Mientras, los gobiernos locales deben empezar a partir de mayo de 2022. Amanecerá y veremos, quizás más plataformas petroleras y menos osos polares en su hábitat natural.
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