El Museo Nacional Thyssen-Bornemisza presenta, junto al Museo de Bellas Artes de Valencia, una exposición dedicada a la pintora figurativa española Rosario de Velasco.
Comisariada por Miguel Lusarreta y Toya Viudes de Velasco, sobrina nieta de la artista, la muestra reúne una treintena de pinturas de los años veinte a los cuarenta del siglo pasado —los primeros y más destacados de su trayectoria artística— y una sección dedicada a su trabajo como ilustradora gráfica. La exposición, que cuenta con el apoyo de la Comunidad de Madrid y el Ayuntamiento de Madrid, pone en valor el trabajo de una de las grandes artistas españolas de la primera mitad del siglo XX.
Junto a pinturas bien conocidas y conservadas en museos, como su famoso óleo Adán y Eva (1932), del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía; La matanza de los inocentes (hacia 1936), del Museo de Bellas Artes de Valencia; Maragatos (1934), del Museo del Traje de Madrid, o Carnaval (anterior a 1936), del Centre Pompidou de París, se exponen por primera vez obras guardadas en la familia y en colecciones particulares, algunas hasta ahora en paradero desconocido y que se han ido localizando y recuperando. Tras su presentación en Madrid, la muestra podrá verse en el Museo de Bellas Artes de Valencia del 7 de noviembre de 2024 al 16 de febrero de 2025.
«RETORNO AL ORDEN»
Nacida en Madrid, en el seno de una familia muy tradicional y religiosa, Rosario inició su formación artística a los 15 años en la academia del pintor costumbrista Fernando Álvarez de Sotomayor, miembro de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y director del Museo del Prado en dos ocasiones.
Su obra es un magnífico ejemplo del denominado “retorno al orden” en España, un movimiento paralelo a la Nueva Objetividad alemana y al Novecento italiano, con un estilo que supo combinar tradición y modernidad. Rosario admiraba a pintores como Giotto, Masaccio, Piero de la Francesca o Mantegna, a Durero, Velázquez y Goya, pero también a los artistas de vanguardia, como De Chirico, Braque o Picasso, y a los protagonistas de esa vuelta al orden en Alemania e Italia, que conoció a través de revistas y exposiciones celebradas en los años 1920 en Madrid.
En la exposición se muestra también su trabajo como ilustradora, que revela a una dibujante de gran versatilidad. Entre otras, sus ilustraciones para la edición de 1928 de Cuentos para soñar, de María Teresa León, o las de Cuentos a mis nietos (1932), de Carmen Karr.
De esos años es su Autorretrato (1924), en el que firma con un monograma compuesto por las iniciales R, D y V, inspirado en el de Durero y que ha sido fundamental en la labor de localización de algunas de sus pinturas. Pero Rosario era consciente de que debía ir más allá de la tradición y abrirse a las nuevas tendencias y vanguardias. Quería competir como igual en un mundo mayoritariamente masculino.
ABRIRSE A LAS NUEVAS TENDENCIAS Y VANGUARDIAS
Su actitud abierta y su inquietud cultural le llevaron a relacionarse con muchos de los creadores de su generación, en especial con pintoras y escritoras como Maruja Mallo, Rosa Chacel o María Teresa León. Entre sus amigas se encuentran igualmente Mercedes Noboa, Matilde Marquina, Concha Espina o Lilí Álvarez, campeona de tenis a la que retrató en la década de los años treinta del siglo pasado, con la que practicaba este deporte. Rosario fue también una viajera empedernida y disfrutaba con el montañismo, el esquí y la escalada.
La búsqueda de obras de la artista ha permitido localizar en colecciones particulares cuadros emblemáticos como Gitanos y Maternidad.
En el año 1924 termina sus estudios y participa en la Exposición Nacional de Bellas Artes de Madrid y comienza su incursión en la ilustración gráfica. En la década de 1930 goza ya de un considerable éxito, forma parte de numerosas muestras colectivas y con- cursos, como la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1932 en la que presenta el lienzo Adán y Eva, con el que obtuvo una segunda medalla en la categoría de pintura. El cuadro se expuso junto a los de los demás concursantes en el Palacio de Exposiciones del Parque del Retiro y en distintas muestras organizadas por la Sociedad de Artistas Ibéricos en Copenhague y en Berlín, cosechando muy buenas críticas por su fuerza y originalidad, y su nombre se destacó como el gran descubrimiento de la temporada.
TRASTOCAR EL ESPACIO DESDE LA PERSPECTIVA
La pintura sorprende por el complejo juego de perspectiva, a vista de pájaro, un recurso que utilizará también en algunos bodegones o en (Sin título) El cuarto de los niños (1932-1933), pintura conservada también en el Museo Reina Sofía, en la que trastoca el espacio con una original disposición de los objetos que nos recuerda al cubismo.
De esa misma década son la mayoría de sus obras más importantes: Maragatos, que en 1934 obtuvo el Segundo Premio en el Concurso Nacional de Pintura; La matanza de los inocentes (hacia 1936), atribuida durante mucho tiempo a Ricardo Verde, por su firma RV, hasta que en 1995 se confirmó la autoría de Rosario; Lavanderas (1934), regalo de boda a su hermano el Dr. Luis de Velasco, a quien vemos retratado en otra de las obras reunidas en la exposición.
En 1935, Gitanos fue seleccionada para participar en el Carnegie International, una exposición de artistas de diferentes países organizada por el Carnegie Museum of Art de Pittsburgh. La obra de Rosario compartió espacio con la de Carlo Carrá, Otto Dix, Edward Hopper o Georgia O’Keeffe, así como la de Picasso y Dalí. El cuadro, hasta ahora en paradero desconocido, ha sido uno de los grandes hallazgos realizados durante la preparación de esta exposición. Al estallar la Guerra Civil, su militancia falangista y su entorno familiar la llevan a abandonar Madrid.
Eugenio D’Ors era una de las personalidades del círculo de amistades de la artista y de su marido, junto a Dionisio Ridruejo, Pere Pruna o Carmen Conde, entre otros.
Viaja primero a Valencia y después a Barcelona, a Sant Andreu de Llavaneres, donde conoce al médico Javier Farrerons que se convertirá más tarde en su marido y que logró liberarla de la cárcel Modelo de Barcelona, donde estuvo detenida. Terminada la guerra, Rosario se instala en Barcelona con su marido y su hija María del Mar.
En 1939 participa en la Exposición Nacional de Pintura y Escultura, en Valencia, y en 1940 presenta su primera exposición individual, en Barcelona. Los siguientes años continúa exponiendo también en Madrid, aunque con menor frecuencia, como en la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1941 y de 1954, además de en diversas galerías.
En 1944 fue seleccionada para el II Salón de los Once, organizado por la Academia Breve de Crítica de Arte, impulsada por Eugenio d’Ors para dar a conocer el arte de la primera posguerra. D’Ors era una de las personalidades del círculo de amistades de la artista y de su marido, junto a Dionisio Ridruejo, Pere Pruna o Carmen Conde, entre otros.
La búsqueda de obras de la artista que se ha llevado a cabo a través de redes sociales y medios de comunicación ha permitido localizar en colecciones particulares cuadros emblemáticos de los que se había perdido el rastro, como Gitanos (1934) y Maternidad (1933), así como varias ilustraciones de libros o un dibujo preparatoria del óleo Carnaval (anterior a 1936), y también descubrir algunas obras de las que no se tenía noticia como Pensativa (1934), Bodegón con pescado (hacia 1930), Cosas (1933) o Niñas con muñeca (1930-1940).