Ramón Escovar León
Rómulo Betancourt, líder y estadista es el título de la biografía política del líder fundador de Acción Democrática que acaba de publicar Carlos Canache Mata. Son varias y de calidad las biografías y ensayos sobre Rómulo Betancourt. Los libros de Germán Carrera Damas, Manuel Caballero, Robert J. Alexander y Arturo Sosa Abascal sobre el estadista ahora encuentran compañía con esta valiosa obra de Carlos Canache Mata. La lista la amplían los estudios y ensayos sobre el pensamiento de Betancourt recogidos en el libro Rómulo Betancourt: Historia y contemporaneidad publicado por la Fundación Rómulo Betancourt. A esta ristra hay que agregar La Doctrina Betancourt, una alternativa para Venezuela de Luis José Oropeza.
Betancourt comienza su actividad política e intelectual a partir de la generación del 28, denominada por José Rafael Pocaterra como la “generación predestinada”. A lo largo del libro, el autor señala los hechos y también expone su análisis y puntos de vista sobre la vida política e intelectual de Betancourt, desde su combate contra el gomecismo hasta la consolidación de la democracia. Uno de los méritos, entre otros, de esta obra, es que el autor fue testigo de muchos de los hechos narrados. De ahí que el libro contiene una biografía y, en cierta medida, unas memorias.
Juan Vicente Gómez, Eleazar López Contreras, Marcos Pérez Jiménez y Rómulo Betancourt ocupan un lugar relevante en el siglo XX venezolano, cada uno con su puesto y con su significación. Gómez y Pérez Jiménez representan la dictadura; López Contreras es el hombre equilibrado e inteligente que abre las puertas a la transición y a la libertad; Betancourt es el estadista de la democracia y de la construcción del más importante partido político de historia venezolana contemporánea.
Rómulo Betancourt ofreció gobernar su período completo: ni un día más ni un día menos. Así lo hizo, pese a los alzamientos y atentados que sufrió su gobierno. Algunos creyeron que su gobierno sería corto, pero su inteligencia política le permitió sobreponer los obstáculos hasta que le entregó el gobierno a Raúl Leoni. Después del 24 de noviembre de 1948, el líder adeco había desarrollado un fino olfato para oler conspiraciones y advertirlas.
Después del 23 de enero surgió la necesidad alimentar la unidad para darle base de sustentación a la democracia. Rómulo Betancourt, Rafael Caldera y Jóvito Villalba firmaron en la quinta Puntofijo, residencia del segundo de los nombrados, el acuerdo de gobernabilidad que giró en torno a tres ideas: “Defensa de la constitucionalidad conforme al resultado electoral”; “Gobierno de Unidad Nacional” y “Programa mínimo común”.
Estos tres objetivos se respetaron sin vacilar. De esta manera se logró una alianza que dio soporte a la naciente democracia. El respeto a los resultados electorales fue determinante en el acuerdo celebrado. Los partidos políticos entendieron la importancia de la unidad para poder defender al sistema político de las amenazas militaristas. También comprendieron la significación del principio de alternancia en el poder.
Betancourt estuvo asediado por los intentos de golpes de Estado. El primero fue el de Castro León, el 20 de abril de 1960 en San Cristóbal; luego los golpes de Carúpano (4.5.1962) y Puerto Cabello (2.6.1962) organizados por el Partido Comunista.
A esto se suma el atentado lanzado por Trujillo desde República Dominicana, en junio de 1960, poco después del alzamiento de derecha de Castro León. Sin embargo, el vigoroso líder de la democracia resultó vencedor. Poco tiempo después, el 26 de junio de 1961, se produce el intento conocido como “Barcelonazo”, liderado por militares de estirpe perezjimenista. En este alzamiento Carlos Canache Mata era el secretario general de gobierno (véase Capítulo 50, pp. 431-439), y el gobernador era Rafael Solórzano Bruce. Ambos, gobernador y secretario de gobierno, arriesgaron sus vidas en defensa de la constitucionalidad.
En ese contexto reaparece Fidel Castro, luego de su visita a Venezuela en enero de 1959. La intuición política de Betancourt le permitió ver lo que significaba el revolucionario caribeño al negarse a celebrar elecciones en la isla. La revolución cubana había llegado para quedarse, y en sus planes no estaba hacer votaciones, salvo que pudieran maquillarlas una vez consolidado Castro en el poder.
La agresividad de Castro se desbordó. La injerencia fue permanente, al punto de llevar a cabo dos invasiones. La de Macama, en 1963, playa falconiana, donde depositó armas y pertrechos para sabotear la elección de Raúl Leoni. Luego ocurrió la invasión de Machurucuto (Miranda) en mayo de 1967, donde fue detenido el general Arnaldo Ochoa, héroe de la guerra de Angola y luego fusilado por Castro.
Sin embargo, los presidentes adecos, Betancourt y Leoni derrotaron a Fidel Castro con el apoyo incondicional de las Fuerzas Armadas, que demostraron su repudio a las invasiones castristas y su compromiso con la democracia.
Todos los escollos fueron superados bajo el liderazgo de Rómulo Betancourt y de la responsabilidad de la clase política que impulsó un acuerdo unitario, como lo fue el antes mencionado pacto de Puntofijo. Sin unidad y visión de largo alcance no hay posibilidades de desarrollar la democracia.
Luego de derrotar a la guerrilla urbana Betancourt, afirmó en su lenguaje característico: “Hemos derrotado a los sicofantes del hamponato”. (Estas expresiones y frases del líder adeco, son tal vez producto de sus lecturas de las obras de Miguel de Cervantes y de José Rafael Pocaterra). Así pudo Betancourt cumplir su promesa de que no gobernaría ni un día más ni uno menos del señalado por la Constitución. Le entregó el gobierno a Raúl Leoni, otro estadista adeco, en una imagen que proyecta la consolidación de un sistema político, gracias a la visión y responsabilidad de sus lideres.
Entre los ejemplos de Betancourt hay que destacar su probidad. El ejercicio de la política y del gobierno bajo el respeto incondicional a las reglas éticas. Esto es, además, un rasgo que ha caracterizado la vida política de Carlos Canache Mata, un político que ha hecho de la probidad una norma de vida. Esto es inherente a un selecto grupo de políticos de la era civil, que no se aprovechó de los cargos que ocupaban ni del poder que detentaban para enriquecerse o favorecer a amigos y familiares.
Para que la acción política arroje resultados se requiere de políticos caracterizados por la probidad, la decencia, el aporte intelectual, la discusión doctrinaria y comprometidos con la constitución. Venezuela vivió cuarenta años de vida democrática, construida bajo el liderazgo de una dirigencia civil caracterizada por la probidad, la vida intelectual y el coraje. De ahí la importancia de esta obra que destaca la vida de uno de los lideres civiles más relevantes de la historia contemporánea de América Latina.
En la comprensión de la historia política de un país, las biografías y memorias de sus grandes actores constituyen aportes relevantes. Es lo que ocurre con Rómulo Betancourt, líder y estadista, de Carlos Canache Mata.