A medida que la tecnología avanza, los robots y la inteligencia artificial logran replicar cada vez más las características físicas y comportamientos humanos. Lo que puede resultar perturbador, e incluso espeluznante, para algunos. Esta semejanza puede generar un sentimiento de incomodidad o miedo. Nos enfrenta a la idea de que las máquinas pueden llegar a ser indistinguibles de los seres humanos.
En 1920, el visionario escritor checo Karel Čapek presentó al mundo el término “robot”. Fue en su obra de teatro “R.U.R.” (Rossum’s Universal Robots). En esta cautivante pieza de ciencia ficción, los robots eran seres artificiales creados para aliviar la carga de trabajo de los seres humanos. Aunque en la obra se les llama “robots”, en realidad se asemejan más al concepto moderno de androides o clones. Estas criaturas, capaces de pensar, fueron diseñadas para ayudar a la humanidad. Pero pronto se rebelaron y desencadenaron una revolución que llevó a la destrucción de la humanidad. Curiosamente, Čapek se dio cuenta de que había creado una versión contemporánea del legendario golem judío de Praga.
La obra influyó profundamente en la ciencia ficción y la robótica dejando una huella imborrable en la imaginación colectiva. Novelas, películas y series de televisión alimentaron la visión que tenemos de los robots. Astroboy, la supercomputadora con inteligencia artificial HAL 9000 de “2001: Una Odisea del Espacio”, B9 de “Perdidos en el espacio”, R2D2 y C3PO de la “Guerra de las Galaxias”, AVA de “Ex Machina”, Andrew Martin de «El Hombre Bicentenario», o Alfie de The Creator, son solo algunos de los que han desfilado por nuestras pantallas.
Valle Inquietante
En la década de los años setenta, el profesor Masahiro Mori acuñó el término “Bukimi no Tani Genshō” o Valle Inquietante. Según esta hipótesis, cuando las réplicas antropomórficas se acercan demasiado a la apariencia y el comportamiento de un ser humano real, provocan una respuesta de rechazo entre los observadores humanos.
El “valle” en cuestión es una inclinación en un gráfico que mide la positividad de la reacción de las personas según el parecido humano del robot. En otras palabras, cuando un androide se vuelve “casi humano”, lo percibimos como “extraño”. Y nos resulta imposible alcanzar una respuesta empática para una interacción productiva. El fenómeno, que oscila entre la familiaridad y la inquietud, es lo que se denomina Valle Inquietante. Según sus propulsores, lo que hace que se perciba como espeluznante es creer que una máquina puede albergar una mente humana.
La teoría del valle inquietante tiene sus críticos. No todos lo aceptan como una realidad. Psicólogos y expertos en robótica sugieren que el fenómeno se debe a que la gente no está familiarizada con los robots hiperrealistas ni con la inteligencia artificial. Por lo que el temor y el rechazo deben disminuir en la medida en que sean más comunes.
Temores fundados e inconscientes
La percepción de que los robots son espeluznantes puede atribuirse a varias razones:
- Influencia de la cultura popular: Los robots han sido representados como entidades malévolas en la cultura popular, especialmente en películas y series de televisión como “Terminator”, “Blade Runner”, “Transformers” y “Star Trek”. Esa representación ha establecido una imagen de los robots como amenazas. Lo que influye en la percepción de la gente hacia ellos.
- Automatización y dependencia de las herramientas tecnológicas: La idea de que nuestras vidas y trabajos estén cada vez más controlados por máquinas puede ser inquietante. Especialmente si se considera la posibilidad de que esas herramientas fallen. O sean manipuladas de manera malintencionada.
- Preocupación por la seguridad y el control: Aunque los robots son generalmente seguros, el miedo a los desperfectos y la posibilidad de que un error pueda convertirse en un ataque malicioso es real. Además, la idea de que los robots pueden ser controlados por inteligencia artificial y decidir nuestras experiencias puede ser aterradora para algunas personas.
- Nanotecnología: Permite la creación de materiales a nivel molecular y atómico. Plantea serias preocupaciones de seguridad. La idea de que el armamento construido con nanotecnología sea difícil de controlar y mantener fuera del alcance de terroristas aumenta el miedo a los robots y la tecnología en general.
Evaluando el Valle Inquietante
El profesor Karl F. MacDorman, de la Luddy School of Informatics, Computing, and Engineering de Indiana, ha investigado a fondo el Valle Inquietante. En su artículo más reciente, publicado en Computers in Human Behavior: Artificial Humans, explora la teoría de la “percepción de la mente”. Según la cual las personas sienten inquietud cuando se enfrentan a robots que se parecen mucho a los humanos, ya que les atribuyen mentes y experiencias similares.
“Para muchos occidentales, la idea de una máquina con experiencia consciente es inquietante”, explica MacDorman. Esa incomodidad también se extiende a objetos inanimados. El rápido auge de las IA, como ChatGPT y otros grandes modelos de lenguaje (LLM), ha aumentado la urgencia de investigar el tema. Los LLM son sofisticados modelos de procesamiento del lenguaje natural que pueden responder a las consultas de manera similar a cómo lo haría un ser humano. Aunque sus respuestas se basan en datos previamente entrenados, su capacidad para generar contenido específico puede confundirnos y hacernos creer que son seres sensibles.
En 2012, investigadores de Harvard y la Universidad de Carolina del Norte exploraron el “Valle Inquietante”. MacDorman, inicialmente escéptico sobre la “percepción mental” como causa, realizó nuevos estudios para comprender mejor el fenómeno. Según él, si la causa de nuestra inquietud no es la percepción directa a través de nuestros sentidos, entonces el valle inquietante no se trata realmente de los robots, sino de nuestra propia percepción.
Estudio de MacDorman
Kyle MacDorman buscaba señalar posibles deficiencias en experimentos previos sobre «percepción de la mente» en sistemas de inteligencia artificial. Su hipótesis principal era que estos experimentos desconectaban la manipulación de condiciones en el laboratorio de la aparición real de una IA. «Modificar variables en este tipo de pruebas sólo indica si la entidad puede sentir o percibir. ¿Qué mejor forma de demostrar esta desconexión que volver a analizar los hallazgos anteriores?, afirmó MacDorman
Al revisar en detalle los resultados notó que máquinas descriptas como sensitivas se consideraban mucho menos perturbadoras cuando eran evaluadas de forma presencial o a través de videos, en comparación a cuando se les describía de manera abstracta estando ausentes. Para someter su hipótesis a prueba, MacDorman diseñó un innovador experimento en el que dividió los participantes en dos grupos: uno al que les hizo atribuir alta sensitividad a sistemas roboticos, y otro al que les hizo atribuir baja sensitividad. «Este experimento nos permite comparar lo espeluznantes que resultan los mismos robots cuando los ve un grupo de personas que les atribuyen más sensibilidad y un grupo que les atribuye menos», explicó MacDorman.
De acuerdo a estudios previos, el grupo que les atribuía alta sensitividad debería encontrarlos más perturbadores. «Sin embargo, los resultados muestran lo contrario», apunta el investigador. Tanto el meta-análisis de datos previos como los nuevos resultados experimentales sugirieron que los estudios que respaldaban la «percepción de la mente» podrían estar equivocados.
Más allá de los robots
«El artículo demuestra que la causa principal del Valle Inquietante no es la atribución de la experiencia consciente a las máquinas. También demuestra que la teoría de la percepción de la mente va más allá de los robots humanoides y puede aplicarse a IA sin cuerpo como ChatGPT. Es un resultado positivo del análisis los 10 experimentos encontrados en la literatura», afirma MacDorman
El estudio de MacDorman aporta nuevos e interesantes datos sobre el llamado Valle Inquietante y la relación entre la percepción de la mente y las inquietantes emociones que inspiran los robots. Son resultados que contribuyen a comprender cómo perciben los humanos a los robots. Incluso pueden servir de base para el desarrollo de futuros sistemas de inteligencia artificial.
«Aunque las atribuciones mentales no son la causa principal del valle inquietante, forman parte de la historia. Pueden ser relevantes en algunos contextos y situaciones. Pero no creo que atribuir mente a una máquina que parece humana la hace espeluznante. En cambio, percibir una mente en una máquina que ya parece espeluznante la hace más espeluznante», añade MacDorman. Así que la próxima vez que sienta que los avances de los robots o de la inteligencia le parezcan espeluznantes, recuerde que está explorando los límites de su percepción de la semejanza entre máquinas y humanos.