Betina Barrios Ayala | E s t i l o / online
Al menos, prométeme la amistad eterna, le dijo a su primer esposo Gerardo Lizarraga. Iban de regreso en el auto tras la discreta ceremonia de su boda. La única medida común sería el zapato del otro, el empleo de una misma vara, el ejercicio recíproco de la compasión. El acercamiento de Remedios a la vida es rotundo: naturaleza, movimiento, ciencia, espiritualidad y cuerpo. Ella es indómita, salvaje y brutalmente hermosa. La palabra ‘revelación’, es una de las más empleadas por escritores y amigos que la refieren. Uno de los bosquejos más completos es el que ofrece su amiga Juliana González:
«Como un insecto vibrátil, siempre despierto, vivía en la exploración perpetua de claves, de revelaciones, desplegando su inteligencia y su intuición para comprender significados ocultos del ser y de la vida… Había en ella un excepcional amor por lo sensible: su tacto pasaba y repasaba la superficie cálida de la madera o la frescura y solidez de una piedra. Era capaz de regocijarse horas enteras con el tejido de una tela o con los juegos de luz de un cristal.
«Viendo en todo una vida latente, observaba los más divertidos objetos deleitándose con todos sus detalles: los infinitos matices, las texturas, los colores y las formas. Y toda su piedad se desplegaba ante las plantas, las flores, los árboles, los animales: en los rincones más insospechados de su casa crecía una hierba, germinaba una legumbre; sus gatos la acompañaron siempre en su vida y en su obra. Reverenciaba el hecho natural de la vida estimando cada día el alimento, la salud, la habitación, la paz y el calor…«
“Trasmundo de Remedios Varo”, incluido en el libro Remedios Varo, edición de Octavio Paz y Roger Callois
Remedios valorará su formación y experiencia como elementos cruciales para la gestación de su obra. Con actitud y espíritu alquimista será capaz de fundir ciencia y mística en audaces propuestas de mundos posibles. Le interesa plantear transformaciones inherentes al equilibrio universal, un asunto de movimiento y comunicaciones, escenas de un plano paralelo e invisible hacia una cuarta dimensión. Su trazo delicado va de un límite hacia otro, entre escenarios y vestidos, para iluminar la ausencia de una membrana capaz de separar. Dentro-Fuera, dualidad contingente; y el fuego del amor como transmutación universal. Su alter ego es el gato, una presencia repetida en muchos de sus cuadros.
Este es el caso de Simpatía (también llamado La rabia del gato), de 1955; composición donde aparece una figura humana de expresión compasiva que adopta facciones y colores similares al felino que parece levitar sobre la mesa. Están rodeados por una red de sutiles líneas blancas como telarañas, y debajo de sus vestidos pueden verse tres colas que se asoman; ¿Dónde termina el gato y comienza la persona?
Toda su obra puede ser leída como una autobiografía. Sus personajes manifiestan rasgos detallados y expresivos hasta conmover y habitan las escenas ensimismados en sus tareas. Parecen sumergidos en un hilado continuo al ritmo de una música secreta capaz de iluminar la relación entre los seres y las cosas. Margarita Nelken, escritora, dirá sobre la producción de Remedios Varo, que tiene el “sereno decurso de un río que nada empuja ni detiene. La técnica no es acierto, ni siquiera certidumbre, es virtuosismo espontáneo”. Remedios no solo pinta, escribe. Sus manuscritos exhiben una caligrafía clara, legible, plena de asociaciones que se expresan sin tachaduras, coherentes en su propósito de enhebrar emoción y memoria.
Su discurso se inscribe dentro de la lógica de un diario, y aparece lo cotidiano, listas de quehaceres y compras, nombres, cálculos de gastos, presupuestos, esbozos de ideas para cuadros, conjuros y fórmulas secretas. Su literatura se limita a cuadernos estrictamente personales cuya rigurosidad marca la bitácora de su obra, una elaboración atenta de cada gesto, alojada en su documentada premeditación. La marca es la dualidad, transparencia y misterio, una rigurosidad metodológica que ordena e ilumina su universo sensible. Remedios Varo tradujo el espacio de lo íntimo, siempre inestable y mutante, angustioso e impredecible, a una forma armoniosa y cabal.
En su correspondencia, otra de sus formas predilectas de escritura, destaca la afirmación del deseo de ocultamiento. Ella persigue una actividad solitaria, quiere superar o ennoblecer poéticamente la realidad mediante la utilización de un lenguaje propio, inconfundible. Sin embargo, hay una intención ambigua; levedad y trascendencia, disciplinas y creencias cultas, ancestrales; mezcla de técnicas, recursos e influencias de vanguardia. Sucumbir ante ella y su afán de conocer e ilustrarlo todo es, digamos, inevitable, pura tentación.
Hay una oscura región donde lo uno es todavía lo otro.
Nació en Gerona, Cataluña, en el poblado de Anglés dentro de la comarca de La Selva, el 16 de diciembre de 1908. Tras la pérdida de un embarazo, Ignacia Uranga, su madre, encomienda el deseo de concebir una hija a la Virgen de los Remedios, y por ello la bautiza María de los Remedios. La fuerte devoción católica materna le resultará castrante, incomprensible y desoladora, pero en sus composiciones plásticas llegará a ser una de las marcas iconográficas reconocibles.
La obra más lograda de Remedios decantará en una serie de piezas que pueden ser leídas como barajas enciclopédicas pues en ellas se funden todos los campos que la atraviesan. Esa inteligencia y vastedad será una de las firmas de su trabajo, el planteo de una serie de preguntas propias de ciencias verificables en convivencia con formulaciones místicas, magia, numerología, astrología y tarot. Habrá una latencia literaria en estas propuestas narrativas y ensayísticas, como si intentase una obra total, capaz de concentrar todas las preguntas del universo.
Su padre, Rodrigo Varo, fue un librepensador, estudioso de la lengua esperanto e ingeniero hidráulico. Las exigencias de su labor profesional llevarán a la familia a trasladarse de ciudad en ciudad con frecuencia. La infancia de Remedios transcurre entre África y Europa hasta que el grupo familiar logra establecerse definitivamente en Madrid en 1917. Una vez allí, Remedios asiste a una escuela católica de monjas. Sin embargo y como escape, lee con avidez a autores como Alexander Dumas, Julio Verne y Edgar Allan Poe; cuyas fantasías e imaginarios resuenan en sus creaciones.
El interés por la técnica del dibujo y las matemáticas comienza al lado de su padre, quien la introduce en el uso de instrumentos empleados en el dibujo técnico, y le instará sin reparos a cultivar disciplina y aptitud para el trabajo artístico. Acuden juntos a recorrer grandes colecciones clásicas, como la que alberga el Museo del Prado, de modo que el imaginario de Remedios vibra prendado de réplicas de aquellas monstruosidades, audacias e interacciones que ve en los cuadros de Francisco de Goya y El Bosco.
Tras los años de escolaridad temprana, Remedios asiste a la prestigiosa Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, siendo una de las primeras mujeres en hacerlo. Inaugurada durante el reinado de Fernando VI en 1752, es una de las instituciones más antiguas y sólidas de ese país. Allí se encontrará con Federico García Lorca, Gabriel Celaya y Luis Buñuel, quienes asisten durante el mismo periodo, entre 1924-1930. Aparte de los residentes y la instrucción formal, este espacio es epicentro de importantes conferencias de especialistas e intérpretes. Varo era joven, pero se integra al grupo con solvencia, y es invitada a participar de exhibiciones colectivas y otros núcleos experimentales de la actividad madrileña de la cultura.
Una vez concluida esta etapa, y como condición natural para abandonar la casa materna, contrajo matrimonio con Gerardo Lizarraga en San Sebastián. Sin embargo, esta unión admitirá otras presencias. La turbulencia de su vida amorosa será análoga a sus continuos desplazamientos.
Junto a Lizarraga, viajará a París para continuar su formación, pero pronto deberán regresar a España, pues es donde Gerardo obtiene mejores ofertas laborales. Cuando llegan a Barcelona, conocen a Esteban Francés, y entre los tres se produce un intercambio creativo que va de lo íntimo al trabajo formal. Juntos participan de un grupo de artistas conocido como ‘Logicofobista’, vanguardia artística catalana cuyos orígenes están enlazados al poeta francés Paul Éluard.
Este grupo interdisciplinar, hijo de fusiones entre poesía y artes plásticas, pretendía llevar el surrealismo de Joan Miró, Salvador Dalí y Oscar Domínguez hacia una implicación social. Organizan una primera y única muestra, la Exposició Logicofobista en Barcelona donde participan Varo y Francés. La idea era llevar la exposición a otras ciudades, como Madrid y Bilbao; pero pronto estallará la guerra y el proyecto se verá interrumpido.
De modo que ante la violencia que amenaza, los artistas no demorarán en regresar a París, epicentro reverberante de influencias. Una vez en la ciudad, Remedios conoce y se enamora del poeta francés Benjamín Péret, y junto a él entrará en el círculo íntimo de André Breton; integrado por figuras como Max Ernst, Leonora Carrington, Víctor Brauner y Wolfgang Paalen.
A pesar de los frecuentes cambios de pareja y domicilio, Remedios logra sostener una sólida amistad con los hombres de su vida, quizás gracias a la contundente honestidad que la caracteriza. Permanece varios años junto a Péret, y la solidez del vínculo descansa sobre la libertad como ética y principio, experimentar la vida tal como se han propuesto vivirla.
Durante estos años turbulentos, los apuros económicos no cesan de aparecer y Remedios deberá hacer uso de sus habilidades excepcionales para la copia. Ganará dinero a través de la falsificación de pinturas, y uno de los elegidos será el artista griego-italiano Giorgio de Chirico, con quien comparte inclinación por la exploración del espacio, las formas arquitectónicas, la lluvia de referencias, la ironía y la metafísica.
La historiadora Teresa del Conde, escribe en un texto titulado “El Arte de la falsificación”, que Chirico admitió el trabajo de Remedios y lo firmó como suyo. Esto debido a la intachable calidad con la que Varo produce la imitación. En una entrevista en 1960, Remedios dejará entrever la complejidad de la época, pues “no es fácil vivir de la pintura en París. Tuve muchas especialidades, entre ellas fui locutora. Traducía conferencias para latinoamericanos”.
La intensidad y prolongación de los conflictos y violencias europeas, desde la Guerra Civil española hasta la Segunda Guerra Mundial; motivaron el exilio perpetuo de Remedios Varo. Tras caer presa junto a Péret, acusados de proteger a rebeldes franceses en la ocupación de Hitler de París, huyen en barco a México a finales de 1941. Este país recibió a una buena cantidad de exiliados europeos y republicanos que aprovecharon su estancia con creces, como es el caso del cineasta Luis Buñuel.
El escritor mexicano Octavio Paz sostuvo relación con los surrealistas tanto en México como en Francia. Águila o sol (1951), será uno de sus libros más importantes, cuyo nombre y portada responde a los designios del azar que dibuja una moneda en el aire. La edición responde a una síntesis dialógica que va de la sugestión a lo palpable, siendo editado junto a imágenes de obras del pintor Rufino Tamayo. Entre diplomacia y creación, a caballo entre poesía y crítica, Paz escribe numerosos textos y consideraciones sobre arte. A Remedios dedica algunas líneas reunidas bajo el título “Apariciones y desapariciones”, que harán parte del cuerpo de ensayos continuos y breves, Corriente alterna (Siglo XXI, 1967):
“Con la misma violencia invisible del viento al dispersar las nubes, pero con mayor delicadeza, como si pintase con la mirada y no con las manos, Remedios despeja la tela y sobre su superficie transparente acumula claridades. En su lucha con la realidad (…) Remedios la volatiliza: por su cuerpo ya no circula sangre sino luz (…) Remedios no inventa, recuerda. Navegaciones en el interior de una piedra preciosa. Pintura especulativa, pintura espejeante: no el mundo al revés, el revés del mundo. (…) Raíces, follajes, rayos astrales, cabellos, pelos de barba, espirales del sonido: hilos de muerte, hilos de vida, hilos de tiempo. La trampa se teje y desteje: irreal lo que llamamos vida, irreal lo que llamamos muerte ーsólo es real la tela…”.
México y el surrealismo sostendrán una línea fructífera y profunda, lo que ha sido reseñado en numerosas exhibiciones y trabajos críticos. A la par, sin embargo, están los muralistas, una corriente figurativa y nacionalista representada por artistas como David Alfaro Siqueiros, José Clemente Orozco y Diego Rivera; quienes rechazaban toda influencia extranjera en una búsqueda de contacto con la cultura indigenista y real mexicana, sin contaminaciones. A pesar de ello, en 1940 se celebra la Exposición Internacional del Surrealismo en México, organizada por el poeta César Moro junto a Wolfgang Paalen en la Galería de Arte Mexicano.
Remedios participa con Recuerdo de Walkiria de 1938, de modo que su obra alcanza el país antes que su cuerpo. No resulta una anécdota menor en relación a esa aura etérea que emana su trabajo. Una vez en México, Remedios se reencuentra con muchas de sus amistades fruto de los días en París. De nuevo estará junto a Esteban Francés y Leonora Carrington, y su amistad quedará impresa en distintos proyectos como la escritura de una pieza de teatro conjunta y su intervención en el armado del vestuario para el ballet Aleko. Esta fue una producción integrada por artistas migrantes y refugiados programada para estrenarse en el Metropolitan Opera House de Nueva York. Sin embargo, tuvo que desviarse a Ciudad de México por razones políticas y de presupuesto. La puesta en obra cuenta con la participación de Marc Chagall, quien interviene escenarios y trajes.
La experiencia del desplazamiento se verá reflejada en el corpus y la imaginación siempre fantástica y desbordante de Remedios. En tránsito, sus personajes viajan sobre botes, bicicletas, monociclos y otros artefactos que giran y vuelan. Cuando se habla de surrealismo, predomina la apelación a nombres masculinos como los personajes centrales del movimiento; sin embargo, la seriedad y consistencia del trabajo de artistas como Leonora Carrington, Leonor Fini, Dorothea Tanning, Kati Horna y la propia Remedios, son el antídoto formal e histórico capaz de desmontar esta idea.
Varo incorpora en sus composiciones motivos discretos que se aproximan eficazmente a subrayar el poder del universo energético femenino. Cuerpos andróginos ocupan un lugar central en su trabajo, circulan entre ríos y habitaciones, pero a su alrededor orbitan jaulas y torres que permiten hilar la urgencia de liberación de estos cuerpos capaces de calibrar las tensiones propias de dominios y lógicas predominantemente masculinas. La experiencia del exilio es permanente, íntima y real, sus figuraciones no hallan asidero, por lo que habitan territorios y formas atravesadas por ficción y realidad.
Lo científico será también crucial en la obra de Remedios Varo. A través de un ejercicio de talante único, propone el cruce continuo y desafiante de herencias, magia, números, saberes, espiritualidad y misticismo. Lo tangible abraza la imposibilidad y deja espacio para las firmes marcas de las enseñanzas tempranas del padre, que junto a una formación rigurosa y academicista, la dotan de la capacidad de emplear con precisión el color y la técnica al servicio de ilustrar su compleja intimidad. Los cuadros de Remedios reconstruyen búsquedas amplísimas e inquietas que no requieren prueba alguna para constituirse como paisajes y arquitecturas, mundos precisos y alternativos cuya contundencia y lógica formal les hace verdaderos.
México será el territorio de Remedios, el lugar donde conseguirá neutralidad, soledad y posibilidad de realización. Se nutre de la riqueza de su historia precolombina, los mitos, leyendas y piezas de arte que emergen y develan diálogos continuos. La Ciudad de México se mostrará vibrante, cosmopolita, heterogénea y compleja; y a pesar de no integrar de forma consistente ninguna clase de grupo, Remedios se verá fuertemente influenciada por movimientos de talante global como la doctrina esotérica y mística del maestro George Gurdjieff.
Una parte invita a indagar en la compleja relación del mundo y los objetos, la forma en que la vida late en su unanimidad, la madera de los muebles ha venido de un árbol, ha estado viva, y de algún modo lo sigue estando: lo vivo atraviesa cada circunstancia del mundo en un proceso análogo a las transformaciones de la materia. Visualmente, esta filosofía encontrará traducción en técnicas de perspectiva e ilusión propias del renacimiento; la alegoría a la naturaleza, la interacción y mutación de los cuerpos demuestra la imposibilidad de separar arte y ciencia. También dejó algunas trazas escritas para hablar de ello:
“Personalmente yo no me creo dotada de poderes especiales sino más bien de una capacidad para ver rápidamente las relaciones de causa efecto y ello fuera de los límites ordinarios de la lógica corriente; también, y después de largos años de experimentación, he llegado a poder ordenar de manera conveniente los pequeños sistemas solares del hogar, he comprendido la interdependencia de los objetos y la necesidad de colocarlos en determinada forma para evitar catástrofes o de cambiar súbitamente su colocación para provocar hechos necesarios al bienestar común”.
Tras varios años en México, Benjamin Péret decide regresar a París en 1947, pero ella prefiere quedarse y emprender un viaje a Venezuela junto a un colectivo de expedición científica francesa. El objetivo de este viaje será reunirse con su madre y su hermano Rodrigo, quien tiene un cargo como epidemiólogo en la región. En la selva venezolana, Remedios hará parte de estudios microscópicos de mosquitos y otros insectos como parte de una campaña de salud contra el paludismo.
Para revisar este período, será útil referirnos a Constelaciones, muestra antológica de Remedios Varo organizada por el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (MALBA) en colaboración con el Museo de Arte Moderno de México en 2020. Curada por Victoria Giraudo y Carlos A. Molina, el montaje fue realizado bajo la dirección artística de Gabriela Rangel. La exhibición ofrece una buena parte de su producción pictórica, y es la primera dedicada a la artista en Argentina.
El recorte temporal va de 1938 a 1963 y está centrado en los años de creación en México a partir de 1942. Reúne 35 pinturas, 11 dibujos y 60 bocetos. Además, incluye una importante cantidad de documentos de archivo: cuadernos de notas, relatos fantásticos, fotografías y cartas manuscritas que dan cuenta de su relación con artistas e intelectuales de la época. Hay manuscritos para Kati Horna, Leonora Carrington, Eva Sulzer (quien fue una gran amiga y mecenas), Benjamin Péret, Óscar Domínguez, Cesar Moro y Octavio Paz.
El trabajo de esta exhibición permite acercarse a comprender las razones y condiciones del viaje de Remedios Varo a Venezuela en diciembre de 1947. Esta aventura la emprende junto al piloto francés Jean Nicolle, quien era catorce años más joven que ella. En la correspondencia que escribe a su amiga y fotógrafa Kati Horna, trasluce la nostalgia por la Ciudad de México, sus amistades y modos de vida; así como las dificultades económicas que se presentan en su estancia en el trópico. En el marco de la exhibición, MALBA Literatura publica un material disponible para descarga llamado Fuga epistolar, que se presenta como un dossier de lectura en torno a la correspondencia de la artista. La publicación incluye un apartado llamado “Cartas de Maracay”, acompañado de un ensayo de Marina Gasparini Lagrange que busca ahondar en las impresiones de Remedios Varo a partir de su visita al país.
Estas correspondencias reflejan la habilidad de Remedios para combinar realidad, ficción, crítica y humor. En las que dirige a Kati y José Horna, expresa una profunda confusión en relación a su decisión de viajar. Comenta que el reencuentro con su familia (tras no haberles visto desde 1937), la ha desilusionado al punto de generarle arrepentimiento y distancia. Describe el calor agobiante y una fuerte frustración por no poder conseguir un espacio para alquilar:
“… casi todos los extranjeros viven en hoteles y pensiones (…) Lo que sí creo es que aquí se hace dinero, todo el mundo parece tener muy buenas situaciones y ojalá yo encuentre también algún trabajo que me convenga pues el que me han ofrecido en Caracas no me gusta por ser un trabajo fijo en una gran casa de propaganda y tener que ir diariamente como a una oficina, de todos modos lo haré para empezar. Me siento muy sola y siempre estoy pensando en México y en vosotros todos, la vida sin amigos no vale la pena (…) si veo que es verdad que aquí se gana tanto dinero os lo diré a ver si os animáis a venir, de todos modos nunca hace frío y todo es muy tropical”.
Remedios escribe desde el antiguo Hotel Jardín de Maracay, ubicado al sur de la plaza Bolívar en el centro de la ciudad. Fue construido en 1929 y diseñado por el arquitecto Carlos Raúl Villanueva. El edificio posee una fachada principal de 220 m de largo por 130 m de ancho, así como cien habitaciones divididas entre la planta baja, el primer y segundo piso.
En otra carta fechada en septiembre de 1948, escribe:
“… es un sitio muy caluroso con sol tremendo pero hay bosquecillos pequeños como oasis grandes de mangos y todo alrededor llanuras inmensas de hierba, hay muchos pájaros y bandadas de periquitos y loros de todos colores, no hay jaguares ni lo que aquí llaman tigres, ni ningún animal grande peligroso, estos están ya algo más lejos (…) yo no sé lo que pasará, si el clima será posible o si el calor será demasiado, lo que yo quiero es ver si puedo vivir de manera económicamente salvaje en un lugar donde no tengo que gastar dinero en vestido ni zapatos ni renta de la casa ni electricidad ni nada y dedicarme a pintar únicamente para ver si hago unos cuantos cuadros y envío a Estados Unidos para hacer una exposición y vivir de un modo menos estúpido que ahora (…) busco una casita con un poco de tierra para plantar unas cosas y que los gatos puedan escarbar un agujero (…) para tener eso aquí yo me tendré que marchar a una región salvaje (…) es importante tener agua, no hace falta nada más, no hay que abrigarse siempre hace calor, puedes hacer la comida con un fuego de leña (…) como es al aire libre no importa el humo ni esas cosas, se duerme en hamaca y por la mañana la descuelgas y no hay que hacer la cama ni se precisan sábanas ni nada de eso, se puede comprar comida y tabaco y petróleo para una lámpara en sitios cercanos, mi amigo Jean Nicolle ya hace tiempo que vive y trabaja por allí y le gusta mucho, no necesitaré mueble de gran lujo, una mesa para poder dibujar y trabajar en mis cosas, creo que vivir de esta manera puede ser agradable y sería ideal si hubiera algunos amigos de verdad, lo único que me da un poco de miedo es que el clima sea demasiado caliente, pero dice Jean que por la noche hace un viento fresco y se puede dormir muy bien (…) Escríbeme cuando te envíe mi nueva dirección que no sé cómo va a ser, quizás algo así como ‘Bosque tercera a la derecha, árbol número 7’”.
Como medio de vida, Remedios Varo trabaja como publicista e ilustra importantes campañas para la farmacéutica Bayer. Estas relaciones profesionales le permiten sobrevivir desde cualquier lugar, siempre que pueda enviar los resultados de su trabajo a México. Se ocupa de dibujar las sensaciones físicas que los medicamentos desarrollados por los laboratorios de la empresa eran capaces de aplacar. Estos trabajos los firma como “Uranga”, su apellido materno. Sobre cartulinas y con gouache realiza obras impactantes que llevan nombres como Paludismo, Dolor, Dolor reumático I y II. Años más tarde, en 1959, Remedios revive trazas de este periplo en una de sus piezas más relevantes, la Exploración de las fuentes del río Orinoco (1959).
En 1949 regresa a México para acercarse al cénit de su obra. Esta etapa demuestra la cercanía que forja con su última pareja, el austríaco Walter Gruen. Crea cuadros de precisión matemática, hechos a partir de bocetos y calco sobre soportes, óleo y tablas de Masonite. A través de pinceladas finas y precisas, cada cuadro puede tomar al menos 2 o 3 meses. Al tiempo que estructura y planifica, utiliza técnicas azarosas como el frottage para trabajar la frondosidad vegetal, los bosques, árboles o rocas. En 1955 participa en una exposición colectiva con dos obras que ya incorporan todos los elementos propios de su estilo.
El resultado de esta apuesta pública será una muestra individual que genera gran impacto en la comunidad artística y supone un éxito abrumador. Diego Rivera sale de la exhibición absolutamente atravesado por la obra de Remedios. Los cuadros se vendieron en tres días, y su popularidad despegó, por lo que le llueven encargos que acepta a regañadientes.
La obra de Remedios alcanza su madurez con una velocidad y contundencia vertiginosa. Sus composiciones reflejan un mundo interior rico en experiencias, movimientos, influencias, exploraciones, conocimientos y supersticiones. Puede ser sublime y cínica. Siempre lúdica, incursiona en una única pieza escultórica, el Homo Rodans, un ensamble delicado hecho a partir de restos domésticos, huesos de pollo y espinas de pescado. En 1963, con 54 años, Remedios fallece de forma repentina tras sufrir un paro en el corazón. Una mujer migrante creadora de un corpus subyugante y laberíntico, un largo encadenamiento referencial, una fantasía poética.
Intentar decir a Remedios implica un esfuerzo cabal. Lo mejor ha sido recurrir a las impresiones de quienes la conocieron y estuvieron cerca de ella y su trabajo. A modo de cierre cito un texto de Walter Gruen, quien tras la muerte de Remedios, se encarga de conservar y catalogar su obra, permitiendo que aún hoy puedan organizarse exhibiciones, pues la mayoría de sus cuadros pertenecen a colecciones privadas.
“Debe de existir alguna predestinación sin la cual no se podría explicar tamaño resultado. Remedios, con los hermosos rasgos de su cara, su imponente melena de fuego con reflejos de cobre, su costumbre española de gesticular en forma muy elocuente con sus manos tan finas, su manera de retorcerse un mostacho imaginario cuando hacía bromas, su conversación fascinante e inteligentísima que sabía hacer caso omiso de la esterilidad racional, su capacidad de observación, su gran amor para toda la creación que nos rodea, una cierta coquetería femenina, su ser accesible a los inevitables homenajes del otro sexo (lo que quizá la predispuso a fungir como femme enfant y musa, figuras tan idolatradas en los círculos surrealistas), su amplitud de criterio y su generosidad, que la hicieron mantener sus amistades fielmente hasta el final de su vida, a pesar de algunos desengaños, su enorme curiosidad hacia todos los aspectos de la vida y la ciencia (…) En el arte de Remedios Varo la lógica, la fantasía, el humorismo, la religiosidad y el oficio, armónicamente fundidos emana poesía. Y es poesía el testimonio creador de un espíritu excepcional que quiso ascender al monte análogo, que quiso robarse la luna y alimentarla de estrellas…”.
Su último trabajo es Naturaleza muerta resucitando, la única pintura en la que no aparece figura humana alguna, pero en la que la presencia de su autora levita inquietante y cautivadora como un retrato. Por favor, siembren en mi tumba un eucalipto, dijo alguna vez. Su cuerpo descansa en el Panteón Jardín de la Ciudad de México, y un eucalipto frondoso emerge desde la urna. La célebre poeta mexicana Rosario Castellanos le dedica un texto llamado “Metamorfosis de la hechicera”, del que extraigo un fragmento:
¡Qué figuras nos deja entrever su transparencia! Galerías sin fin, palacios desolados, complejas maquinarias donde se transformaba el universo en belleza y en orden y en ley resplandeciente. Mujer, hilaba copos de luz; tejía redes para apresar estrellas. (…) Por todo lo que supo era obediente y triste y cuando se marchó por esa calle ーque tan bien conocíaー de los adioses, fueron a despedirla criaturas de hermosura. Esas que rescató del caos, de la sombra, de la contradicción, y las hizo vivir en la atmósfera mágica creada por su aliento.
(Con un tocado elaborado por Leonora Carrington)
Betina Barrios Ayala es investigadora, docente y librera. Colabora con diversos medios, organizaciones e instituciones culturales. Trabaja con libros y escribe sobre arte y cultura a partir de intersecciones relativas al viaje, la experiencia y el paisaje. Conduce el proyecto de investigación Afecto Impreso. Su página personal es experienceparoles.