Gabriel García Márquez es inmortal. Sus novelas, cuentos, crónicas y reportajes le han ganado además de una legión de millones de lectores en el mundo, el Premio Nobel de literatura. Regresa a las librerías con una novela póstuma. Una que no solo no pudo publicar en vida. No quiso hacerlo. Quería destruirla.
Una década después de su partida y veinte años tras su última obra, el laureado escritor colombiano regresa a las estanterías con una novela que casi se pierde en el olvido. En el día que habría marcado su 97 cumpleaños, 6 de marzo, salió a la luz pública En agosto nos vemos” Una obra con la que el Gabo luchó en los últimos años de su vida.
Cuando su memoria comenzó a desvanecerse, se embarcó en la tarea de dar vida a la historia de una mujer casada de mediana edad con una vida sexual oculta. Como perfeccionista desarrolló al menos cinco versiones. Dedicando años a pulir y ajustar los textos. Finalmente, ante una memoria y una lucidez que le eran esquivas se rindió y ordenó destruir los borradores de la novela.
La decisión de sus herederos de publicarla añade una nueva dimensión a su legado literario. Pero también plantea preguntas sobre la ética de publicar obras póstumas contrariando los deseos del autor. Una vez más se abre el debate sobre cómo los patrimonios literarios al publicar obras inconclusas de manera póstuma contradicen las intenciones del escritor
Obras maestras
La literatura está llena de obras maestras que, de no ser por la intervención de albaceas y herederos, habrían desaparecido con sus autores. Desde Virgilio, quien en su lecho de muerte pidió la destrucción de “La Eneida” a José Saramago y Manuel Vázquez Montalbán, cuyas obras póstumas han sido éxitos de ventas. Franz Kafka es otro ejemplo emblemático. Si su editor Kurt Wolff y su amigo Max Brod hubieran seguido sus deseos, ‘El Proceso’, ‘El Castillo’ y ‘Amérika’ nunca habrían llegado a millones de lectores.
John Kennedy Toole luchó en vida por publicar La conjura de los necios. Tras su muerte se convirtió en un clásico. Jane Austen, autora de Orgullo y prejuicio, falleció a los 41 años dejando obras publicadas de manera anónima. Albert Camus, tras un fatal accidente automovilístico, dejó El primer hombre, que su hija decidió publicar 34 años después. Vladimir Nabokov dejó 30 páginas manuscritas de El origen de Laura que, contra sus deseos, su hijo decidió publicar.
Roberto Bolaño dejó ‘2666’, considerada su obra mayor, para ser publicada tras su muerte. Charles Dickens dejó inconcluso El misterio de Edwin Droop, cuyos misterios han intrigado a críticos y estudiosos durante décadas .Finalmente, está El diario de Ana Frank. Son casos que demuestran cómo las obras póstumas pueden enriquecer el legado literario de un autor pese a las controversias éticas que puedan surgir.
En agosto nos vemos
La novela póstuma de Gabriel García Márquez estuvo guardada durante años en los archivos del Harry Ransom Center de la Universidad de Texas en Austin. Tras el fallecimiento del escritor colombiano en 2014, quedaron múltiples borradores y notas sueltas de la obra entre sus documentos. Totalizaban 769 páginas que permanecieron sin leer.
Hace dos años, los hijos del autor decidieron revisar el material encontrado. Aunque desordenado y con algunas inconsistencias, detectaron que el texto se sentía completo en su estructura, aunque sin pulir. Concluyeron que la historia contaba con destellos de su lirismo característico. De este modo, desafiaron la voluntad paterna de no publicarla de forma póstuma.
La tarea de editar la novela fue un desafío. García Márquez había dejado al menos cinco versiones en distintas fases de terminación. Sin embargo, una pista en una de las carpetas, marcada como “Gran OK final”, indicaba su preferencia. A partir de esta versión, fechada en julio de 2004, y con la ayuda de otras versiones y anotaciones recopiladas por Mónica Alonso, asistente de Márquez, el editor Cristóbal Pera trabajó para corregir incoherencias y contradicciones.
La regla principal durante este proceso fue no añadir ninguna palabra que no estuviera en las notas del escritor colombiano o en las diferentes versiones. Así, una década después de su muerte, En agosto nos vemos se publica en casi 30 países. Añadiendo un último título a su legado literario.
Las razones
En los eventos realizados para presentar la novela a los medios de comunicación, Gonzalo y Rodrigo García Barcha, hijos del escritor, explicaron por qué sintieron lo obligación de publicar la novela. Gonzalo dijo estar aliviado por tener toda la obra de su padre publicada y disponible para los lectores. «No queda esa misteriosa novela que solo puede consultarse en el archivo de Harry Ramson Center de Austin (Texas)». Destacó la importancia de tener un ISBN para cada obra. Una medida recomendada por Carmen Balcells, la representante del escritor, para prevenir posibles intentos de piratería.
Rodrigo García Barcha, el otro hijo del Gabo, explicó que las instrucciones de su padre para destruir la novela provenían de una persona que ya no podía juzgar adecuadamente el libro. Recordó cómo el escritor colombiano comenzó a tener problemas para escribir, luego para leer, y posiblemente para juzgar.
Los hijos de García Márquez revelaron que la primera señal de alarma fue cuando su padre dejó de recordar sus sueños. Un aspecto muy importante para él, que incluso le ayudaba a resolver asuntos literarios. Ambos hijos confesaron que la calidad del libro les sorprendió gratamente cuando lo leyeron. Gonzalo incluso comentó que al volver a revisarlo en la versión audiolibro, no encontró ninguno de los “baches y contradicciones” mencionados en el prólogo.
Merecía la pena
De acuerdo con sus declaraciones, su padre en algún momento creyó que su novela “En agosto nos vemos” merecía ser publicada. En 1999, compartió fragmentos de la obra durante un evento público con José Saramago en Madrid. Más tarde, esos extractos se publicaron en El País y The New Yorker.
Después de dejar a un lado el proyecto para completar sus memorias y publicar “Memorias de mis putas tristes”, retomó la novela en 2003. Un año después, envió el manuscrito a su agente, Carmen Balcells. En 2010, Balcells contactó a Cristóbal Pera, el editor que había colaborado con el Premio Noble en sus memorias. Le informó que el escritor, ya octogenario, estaba intentando finalizar una novela y solicitó su ayuda. Aunque el Gabo era reservado con sus trabajos en progreso, permitió a Pera leer algunos capítulos meses después.
Según sus hijos, “En agosto nos vemos” ha mantenido la autenticidad de la escritura original de Gabriel García Márquez. Como evidencia, se incluyen cinco facsímiles con anotaciones del autor, que han servido como guía para las correcciones. Rodrigo asegura que todas las palabras son del propio escritor y que no se añadió nada ajeno a los originales. A pesar de los rumores de que la novela carecía de final, Cristóbal Pera, confirmó que el libro si lo tiene. Lo revisaron juntos cuando el Gabo aún vivía.
Mirada moderna a la mujer
Los hijos de Gabriel García Márquez consideran que “En agosto nos vemos” es una valiosa adición a su obra, ya que revela una nueva faceta del autor. La novela presenta una versión literaria más contemporánea. Con escenarios modernos como hoteles descritos como “naves espaciales” y apuntes críticos sobre el mundo de las nuevas tecnologías.
El Gabo se consideraba feminista y admiraba a muchas escritoras. Aunque las mujeres desempeñan roles importantes en sus novelas anteriores, pocas de sus obras tienen una mujer como personaje principal. “En agosto nos vemos” es la primera de sus novelas en la que una mujer es la protagonista. Se centra en Ana Magdalena Bach. Narra la historia íntima de una mujer de mediana edad que busca la libertad y la realización personal a través de aventuras amorosas ilícitas. Lo que distingue a esta obra de las demás.
A pesar de los riesgos de ir en contra de la voluntad de su padre, los hijos de García Márquez ven la novela como el mejor regalo que podían hacer a sus lectores. Dijeron que, aunque no es tan “pulida” como las últimas obras de su laureado padre, conserva sus características distintivas: prosa preciosa, conocimiento profundo del ser humano, poder de descripción y creación de personajes. Además, forma un “buen trío” con sus últimas novelas cortas: ‘Del amor y otros demonios’ y ‘Memorias de mis putas tristes’.
Las reservas del Gabo
Si estaba terminada, ¿por qué su autor quiso destruirla? Quienes le conocieron y trabajaron con él dan cuenta de su obsesivo perfeccionismo. “Memorias de mis putas tristes” por ejemplo, la revisó 18 veces. Aunque “En agosto nos vemos” estaba completa, no había sido revisada. García Márquez nunca la entregó a sus editores.
Cristóbal Pera, el editor que trabajó en el manuscrito, recuerda haber leído varios capítulos con el escritor y sentir que los lectores disfrutarían de la historia. Sin embargo, cuando Pera sugirió publicar el libro, Gabo se opuso con firmeza. Dijo en esa ocasión que no necesitaba publicar nada más en esa etapa de su vida.
Los que trabajaron estrechamente con García Márquez aseguran que fue el mejor editor de sus textos. Pilar Reyes, directora editorial del grupo Random House, destaca su habilidad para leer y editar sus propios trabajos. Aunque no se puede determinar cuántos ajustes habría hecho en esta novela. Según sus hijos «le interesaba mucho una gran precisión. Todo esto eran vicios de periodista que, en muy pocas palabras, tenían que transmitir lo máximo. Era muy obsesivo»
Gonzalo García, hijo del Gabo, cuenta que era muy perfeccionista y que su condición en los últimos años de su vida podría no haberle permitido tomar una decisión definitiva sobre la publicación de la novela. A pesar de esto, los hijos de Márquez ven el libro como el fruto de un último esfuerzo de su padre por seguir creando. Aunque reconocen que “un Gabo en sus cabales o lo hubiera terminado o lo hubiera destruido, para que no quedaran restos».
Expectantes
La decisión de publicar “En agosto nos vemos”, una obra que Gabriel García Márquez consideraba incompleta, ha generado debate entre lectores y críticos. En Colombia, donde Márquez es una figura venerada, la expectación por cualquier nueva obra suya es alta. Sin embargo, hay quienes cuestionan la forma en que se está promocionando la novela.
El escritor y periodista colombiano Juan Mosquera expresó su preocupación debida a que se esté presentando como la última novela del Gabo, no como un manuscrito inconcluso. El novelista colombiano Héctor Abad, inicialmente escéptico, cambió de opinión tras leer un ejemplar anticipado. Sostiene que la novela conserva las virtudes que hicieron grande a García Márquez.
Su hijo Rodrigo García Barcha, cuenta que su padre solía decir: “Cuando esté muerto, hagan lo que quieran”. Siguiendo esta premisa, una década después de su muerte y a veinte años de la publicación de lo que se consideraba su último libro, decidieron publicar En agosto nos vemos. Según Rodrigo, la publicación de esta obra cierra un cabo suelto. Además, con su publicación toda la obra de Márquez está disponible para sus lectores. Serán ellos quienes decidirán si la decisión fue acertada, o no.
El Cid Campeador ganó su última batalla cuando ya había muerto. Quizás el Gabo le esté ganando la última batalla a esa memoria que le abandonó en vida. Esa que al perderse le hizo, en palabras de sus hijos, sentirse desarraigado y olvidarse hasta de sus sueños. En los que seguramente vio salir volando a Remedios la Bella, y caminar a Aureliano Buendía por las polvorientas calles de Macondo. Imágenes que recogió en unas páginas que, por cierto, estuvieron a punto de ser destruidos por su autor.