La actividad extractivista está en esplendor. La escalada de explotaciones planetarias de materias primas es animada, entre otras iniciativas, por la alta demanda de tecnologías y alternativas verdes como los vehículos eléctricos. Níquel, litio, cobre son las más solicitadas. Aunque el uranio se coloca detrás, con poca distancia, dada la reactivación presurosa de proyectos de energía nuclear en el mundo.
La ruta verde está llena de ambivalencias. Durante el proceso de excavación de yacimientos se generan profundas alteraciones al medioambiente y a las comunidades. Pero una vez extraído el mineral o metal se abren muchas posibilidades para la transición energética.
Inactiva desde la década de 1980, la mina de uranio Pinyon Plain comenzó a operar en enero en el Bosque Nacional Kaibab en Arizona,al sur del Gran Cañón. El nuevo interés en expandir la energía nuclear ha disparado el precio del uranio, lo que hace viables las minas no explotadas y cerradas desde hace mucho tiempo. Pinyon Plain, que tiene uno de los minerales de uranio de mayor ley del país, es una de las primeras minas de uranio que se abren en Estados Unidos en ocho años.
No será el último. En Estados Unidos y en todo el mundo, la minería de uranio está experimentando un resurgimiento. Al menos cinco productores en EE UU están reactivando minas en Texas, Utah, Wyoming y Arizona. Todas cerraron después de que el desastre de Fukushima en 2011 hiciera caer en picado el precio de ese elemento químico radiactivo, reseñó Yale Environment 360. Otros proyectos están en marcha a nivel internacional, incluidas nuevas minas previstas en Canadá, India y Mongolia.
El resurgimiento de la minería de uranio está vinculado, en gran parte, a los esfuerzos globales para abordar el cambio climático.
Minas de uranio para alimentar la energía nuclear
En la conferencia climática de la ONU COP28 del año pasado, en Dubái, más de 20 países, incluido Estados Unidos, se comprometieron a triplicar la capacidad de energía nuclear para 2050. Como estrategia para poner fin a la dependencia de los combustibles fósiles. Y a finales de febrero, la Cámara de Representantes de EE UU aprobó una legislación destinada a acelerar el desarrollo de centrales nucleares de próxima generación.
Otro motor de la búsqueda de nuevas fuentes de uranio, esencial para los reactores nucleares, es la geopolítica. Estados Unidos y otros países trabajan para dejar de depender del uranio de Kazajstán y Rusia, dos de los mayores proveedores mundiales del mineral.
Ahora las empresas de uranio utilizan tecnologías mineras, como la lixiviación in situ, que, según afirman, reducirán drásticamente su impacto ambiental. Este proceso implica extraer el mineral de la roca a través de la inyección de una solución química en el yacimiento.
Pero el historial de la industria de contaminar el aire, el agua y el suelo con radiactividad y metales pesados, hace que muchos observadores sean escépticos. Especialmente los pueblos indígenas, que se han llevado la peor parte de la minería del uranio en el pasado. Y siguen sufriendo problemas de salud relacionados con las explotaciones mineras, recogió la publicación de la Escuela de Medio Ambiente de Yale
A pesar de todo, las prospecciones continúan. “Todo el mundo está convencido de que la demanda de uranio va a ser mucho mayor en el futuro”, afirma Matthew L. Wald, analista de energía de la American Nuclear Society, organización sin ánimo de lucro que promueve la energía nuclear. “La industria nacional de extracción de uranio está volviendo a la vida”.
Duplicar la extracción del uranio
Wald, también analista del Breakthrough Institute, sostiene que “las empresas de servicios públicos que suministran la mayor parte de la carga eléctrica en la mayor parte de EE UU prometen reducir sus emisiones de carbono casi a cero para 2050”. La energía solar y eólica proporcionarán parte de la energía necesaria. Pero a medida que se dispara la necesidad de electricidad, sobre todo para cargar vehículos eléctricos, dice, “están mirando con gran interés a los reactores avanzados”.
Si los reactores modulares pequeños -unidades que pueden producir hasta 300 megavatios de energía- resultan eficientes y económicos, señala Wald, podrían producirse en masa rápidamente y aumentar más la demanda de uranio. Hay planes para varios reactores modulares pequeños, que tienen un tercio de la capacidad de generación de los reactores nucleares tradicionales, actualmente en marcha en EE UU y Canadá.
Según el Organismo Internacional de Energía Atómica, el mundo necesitará hasta 100.000 toneladas métricas de uranio al año en 2040. El requerimiento supondría casi duplicar la extracción respecto a los niveles actuales. De allí que empresas de todo el mundo compitan en la búsqueda de nuevos yacimientos y reabren antiguas minas.
En Canadá, una nueva y gigantesca mina de uranio recibió la aprobación ministerial en noviembre. Luego de recibir el resto de autorizaciones, los explotadores de la mina afirman que el proyecto Rook 1, en Saskatchewan, proporcionará en pocos años casi una cuarta parte de las necesidades mundiales de uranio previstas.
Y en la India, el gobierno anunció planes para abrir la que sería una de las mayores minas de ese país. Y una empresa francesa, Orano, acaba de firmar un acuerdo para abrir dos grandes minas en Mongolia, que generarían alrededor del 4% de la producción mundial de uranio.
Impactos a la salud y medioambiente
Groenlandia va en contra de esta tendencia. Preocupado por los posibles impactos de la minería en la salud, el gobierno indígena inuit prohibió en 2021 la prospección, exploración y explotación de uranio. Y en 2023 denegó un permiso a una empresa australiana para extraer un depósito masivo de metales de tierras raras llamado Kvanefjeld. Sacarlos a la superficie también transportaría uranio, con el que está mezclado.
¿Qué significará esta nueva era de la minería de uranio para el medio ambiente? Históricamente, la industria ha contaminado las aguas subterráneas y superficiales. El suelo en todo el mundo con desechos y polvo radiactivos, metales pesados y drenaje ácido de minas. En algunos lugares, la industria y el gobierno han reparado los daños. Pero en muchos casos, debido al costo o a la dificultad de remediarlo, la contaminación sigue impactando el medio ambiente.
A principios de enero, grupos de indígenas de la tribu Havasupai, la Nación Navajo, científicos y organizaciones religiosas, recreativas y conservacionistas pidieron a la gobernadora de Arizona, Katie Hobbs, que cierre la mina de uranio Pinyon Plain. Aseguraron que el cierre de la mina salvaguardará el patrimonio cultural tribal y evitará daños permanentes a los acuíferos y manantiales del Gran Cañón.
«Esta peligrosa mina de uranio nunca debería haber sido aprobada, y necesitamos que el gobernador Hobbs corrija este terrible error», indicó Taylor McKinnon, director del Centro para la Diversidad Biológica del Suroeste. “La industria minera y los reguladores no pueden garantizar que la extracción de uranio no dañe permanentemente los acuíferos y manantiales del Gran Cañón. La gobernadora debe intervenir antes de que se produzcan daños más irreparables”.
¿Pinyon Plain queda exonerada?
La mina, que comenzó a extraer uranio el 8 de enero, está al sur del Parque Nacional del Gran Cañón y dentro del recién designado Monumento Nacional Huellas Ancestrales del Gran Cañón. Aunque la designación del presidente Biden prohíbe nuevos reclamos mineros y el desarrollo dentro del monumento, exime los reclamos preexistentes con derechos válidos existentes, como la mina de uranio Pinyon Plain.
«La mina de uranio de Pinyon Plain amenaza las aguas que alimentan el Gran Cañón. Una de las siete maravillas naturales del mundo», señaló Sandy Bahr, director del Capítulo del Gran Cañón (Arizona) del Sierra Club. “Una vez que la mina contamina el agua subterránea, no hay forma de limpiarla. La mejor manera de proteger el Gran Cañón y a las personas que dependen de sus aguas es avanzar con el cierre de esta mina, una mina que nunca debería haber sido permitido».
La mina se encuentra debajo de Red Butte, o Wii’i Gdwiisa en Havasupai. Un sitio sagrado para los Havasupai y otras tribus que se han opuesto a la minería en el área durante generaciones. Red Butte, incluido el sitio de la mina, es elegible para figurar en el Registro Nacional de Lugares Históricos como propiedad cultural tradicional.