El sufrimiento por causa de resistirnos a vivir ciertas correspondencias no tiene ningún sentido. Sin él, podríamos liberarnos en esta vida de una capa de penuria que se hace realmente pesada, en un mundo que ya de por sí resulta lo suficientemente doloroso.
Verificar de qué consiste el entramado de la resistencia, su anatomía. Porque existe la posibilidad de hacerse consciente de la opción que tiene la persona a no resistirse. El darse cuenta de la capacidad que se tiene de alumbrar con la luz de la consciencia, cualquier oscuridad que se haya querido ocultar en lugar de reaccionar de la forma en que se creía anteriormente inevitable, respuestas cargadas de frustración, de rabia, de celos, comprendiendo que en el fondo no son realmente necesarias.
Esa negatividad que tenemos arraigada muy adentro y que creemos es inherente como respuesta a ciertos estímulos y que ahora se pone bajo una lupa con la opción de descartarla por completo. Un escrutinio que nos lleva a la comprensión del sufrimiento innecesario que la resistencia provoca, y como por el contrario la aceptación, nos conduce a estados de paz, que son independientes de la situación que se nos presenta.
Nuestro estado interno comienza entonces a experimentar una condición neutra, después de descubrir que existen opciones en un mundo donde anteriormente todo estaba condicionado a la negatividad. La oportunidad de escoger que se siente de forma visceral, en los momentos donde previamente solía reaccionarse en lugar de respirar y de responder con consciencia.
El proceso comienza a rebobinar y en el cuerpo se siente extraño esa pausa de incertidumbre, la fina línea que separa el cielo o nos conduce directo al infierno de nuestra propia mente. Pero se hace distinto, el simple hecho de que en esta ocasión notamos lo que nos está sucediendo, en lugar de ser completamente arrastrados por esa emoción, que apunta a la atención distraída y desenfocada del ego/personalidad. La rigidez del cuerpo como parte de la respuesta, la resistencia a que el momento sea como es, la sensación de ese vacío que se resume en sufrimiento.
Pero el hecho de estar más despiertos, resalta de alguna forma la alternativa de suavizar el foco en ese lugar de pura densidad, comprendiendo que el daño solo lo estamos perpetuando en nosotros mismos, y que más nadie está siendo realmente afectado por él. Pero es un fenómeno que aún necesita de la resistencia para saber que la elección existe, como la ley que se viola simplemente con el objetivo de saber que está en vigor.
Una lección de vida que puede que tome mucho tiempo en integrarse, pero que una vez comprendida, no significa que el estímulo desaparezca del todo porque sigue estando allí. Pero la forma de mirarlo sí que ha cambiado y eso nos conduce a la sensación de que ya no nos perturba, un efecto válido y liberador.
El hábito de la resistencia se ha visto atacado y derrocado, el desaprendizaje de un patrón que pasa a la lista de las materias eximidas y a otro nivel de consciencia más elevado y de correspondencias más amables. La aceptación es ahora la regla, y el sufrimiento queda sobre entendido cuando comienza a diluirse y se transforma más bien en uno de expectativa, una creencia que se cambia por otra. Expectativas y suposiciones de lo que vaya o no a pasar.
Por ello la ansiedad que se vive en estos tiempos, la necesidad de controlar los resultados y de saber que viene a continuación. Asumimos que el carro prenderá, que el contrato será firmado sin contratiempos, que el hijo se graduará, que el avión aterrizará a la hora prevista, que la pareja durará para siempre… Una trampa que nos auto imponemos sabiendo que el azar juega sus cartas de la misma forma como lo hacemos nosotros, con la ventaja de que no sufre si pierde una partida.
La resistencia requiere de un deseo o de una disposición previa y cuando ésta aparece, puede sentirse por todo el cuerpo, en la respiración, en la circulación, en la digestión. Pero el verdadero corazón del hombre está alineado con la verdad y cuando esto ocurre, no importa que tan afectado se sienta físicamente mientras el Ser reconozca su verdadera naturaleza desde donde observa al cuerpo hacer su numerito. En ese estado de entereza, renuncia al deseo de cambiar alguna cosa y descansa en la paz de su esencia intocada e inalterada.
Tan solo imaginemos la ligereza, el alivio, de no considerar más a la vida como un adversario, si no como el trampolín a la más vasta libertad. Escuchar el silencio sabio, algo que solo se logra en la ausencia de pensamientos y de palabras, un silencio que es gran amigo del no saber y que no le teme, viviendo siempre en la comprensión de que su naturaleza no se puede perturbar en medio de la mayor resistencia.