Un buque de ayuda humanitaria con bandera española busca un puerto seguro para 265 migrantes que rescató del mar Mediterráneo en los últimos días. Es el más reciente episodio en la historia de Open Arms, una organización que, pese a anunciarse como una una iniciativa de corte humanitario, no ha estado exenta de polémica y de acusaciones graves.
A través de su cuenta de twitter, la ONG informó que su buque auxilió el sábado a 96 migrantes que en un bote de madera y sin chalecos salvavidas se encontraban a la deriva en aguas internacionales. La mayoría los pasajeros provenía de Eritrea. Entre ellos había 2 mujeres y 17 menores de edad con hipotermia.
Un par de días antes, Open Arms había rescatado otros 169 migrantes que habían zarpado de las costas libanesas, donde operan muchos traficantes de personas.
Un crítica situación
Los traficantes usan embarcaciones, la mayoría débiles barcazas de hule o botes de pesca desvencijados, atiborradas de migrantes que buscan llegar a las costas europeas para solicitar asilo. Algunos escapan del conflicto y la persecución. Pero la mayoría de los cientos de miles de migrantes que han sido rescatados en el mar en años recientes huyen de la pobreza y les niegan asilo en los países de la Unión Europea.
Italia y Malta se han negado a dar permiso para atracar a los buques de rescate. Afirman que la mayoría de los migrantes quieren trabajos o encontrarse con familiares en el norte de Europa. Ambas naciones han pedido a los otros países europeos que hagan lo mismo.
Pero no todo es como lo pintan
Pese al humanitarismo que Open Arms enarbola como su bandera, esta organización ha sido cuestionada. Se le acusa de tener un lado oscuro. En el centro de la polémica está Òscar Camps, el fundador de la organización.
Quienes le defienden y admiran aseguran que Òscar Camps es un Moisés sobre las aguas del Mediterráneo. Su ONG, Proactiva Open Arms, habría salvado alrededor de 65.000 vidas desde 2015. Pero también hay voces muy críticas con el papel protagonista que ha desempeñado en la crisis migratoria, especialmente en los momentos más álgidos.
Algunos voluntarios de ONG, que han llegado a trabajar con Camps en Open Arms, han hecho referencia a la «obsesión» del activista y empresario por «acaparar siempre el foco de atención». Le acusan de orquestar campañas de marketing para recaudar dinero. Dicen que su estrategia se basa en entorpecer la labor de otras organizaciones solidarias que operan en las mismas zonas que Open Arms. Así se queda con todo el crédito y con la financiación.
En búsqueda de atención
Varios de los voluntarios aseguran que, con frecuencia, Camps olvida que el fin que se busca es ayudar y salvar vidas, independientemente de que lo haga uno u otro. Pero Camps siempre ha querido abarcar todo el protagonismo. Allí donde había una cámara, él estaba el primero. Por ejemplo, cuando llegaban pateras al norte de Lesbos, él mandaba a las otras ONG al sur para llegar primero.
Las quejas de los voluntarios se refieren sobre todo a la época en la que Open Arms estaba en Lesbos, donde llegaron a rescatar a 32.573 personas (según los datos de la organización) desde que empezaron en septiembre de 2015. Le cuestionan sobre todo que en 2019 no desobedeciera al ministro italiano Matteo Salvini y a su política de puertos cerrados. Se preguntan por qué, en agosto, no desembarcó en Lampedusa -como sí lo hiciera en junio Carola Rackete, la capitana del barco Sea Watch 3– ante la situación desesperada que vivían los inmigrantes que llevaban semanas durmiendo en la cubierta del navío.
También hubo reacciones a la negativa de Open Arms a aceptar la oferta del Gobierno de Pedro Sánchez de desembarcar en Mallorca, el puerto español más cercano. Reiteraba su petición de entrar en la isla italiana de Lampedusa. Incluso, el enviado especial para el Mediterráneo Central de la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR), Vincent Cochetel, dijo en ese momento que estaba «muy preocupado por la radicalización de los sueños y demandas migratorias de algunos inmigrantes».
Una crisis empresarial
La etiqueta de «héroe» o de «salvador», que le acompaña en el tema de los inmigrantes, le es esquiva como empresario. Proactiva Serveis Aquàtics, la firma barcelonesa de socorrismo que fundó en 1999 aprovechando el primer decreto que sacó la Generalitat que regulaba la presencia de socorristas en las piscinas, ha tenido serios problemas laborales. Conflictos por las horas de trabajo, acusaciones de sindicalismo vertical y de condiciones laborales paupérrimas. Todo esto le generó a la empresa huelgas, protestas y denuncias.
La empresa fue condenada en 2015 por el Tribunal Superior de Justicia de Baleares (TSJB) por 5 despidos improcedentes. Fueron 8 empleados los que denunciaron a la empresa y 5 ganaron la causa en el TSJB. En concreto, denunciaron que les pagaban tarde, carecían de material suficiente para efectuar sus labores y las jornadas eran de 56 horas, no de 40.
Proactiva Serveis Aquàtics ganó el concurso del servicio de socorrismo de Ciutadella de Menorca, en las Baleares, en 2012. Lo abandonó al final de la temporada siguiente, el Ayuntamiento no ejecutó la opción de prórroga.
La Asociación de Socorristas de las Islas Baleares (ASIB) asegura que con la llegada de Proactiva se degradó el servicio. Recuerdan que, en Ibiza, los trabajadores denunciaron que en 2013 laboraban para Proactiva sin personal sanitario alguno.
La Memoria de Playas de las Islas Baleares en 2015 detectó varias irregularidades. Como resultado, elaboró un protocolo técnico para los ayuntamientos que adjudican el servicio a empresas privadas, como Proactiva.
Beneficiar a la mafias
La presencia de Open Arms y otras ONG de su tipo ha sido señalada por provocar «un efecto llamada» en el Mediterráneo. Un informe de Frontex, la Agencia Europea de la Guardia de Fronteras y Costas, de 2017, hacía referencia al término «efecto llamada» (‘pull factor’), en referencia al acercamiento de barcos de rescate de la Unión Europea o de las ONG a las aguas territoriales libias.
El informe no señalaba explícitamente que fueran a llegar más migrantes. Pero aseguraba que estimularía viajes más peligrosos. Esto se debía a que las mafias, que sabían que los barcos de rescate estarían esperando en aguas internacionales, usaban embarcaciones de peor calidad, repletas de gente y con muy poca gasolina.
En 2017, comprobaron que, si pasaban unos días en las mismas coordenadas cerca de Marruecos, las mafias se daban cuenta y enviaban peores pateras a ese punto.
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