La ciudad Wuhan, capital de la provincia de Hubei en China central, pasó a la historia por estar asociada con el origen de la tragedia de salud que vivió la humanidad con la pandemia de la COVID-19. Peter Hessler periodista y escritor estadounidense, conoció in situ lo que sucedió entonces en esa ciudad china y su eco mortífero en el mundo.
Protegido con mascarilla y cumpliendo las estrictas normas sanitarias del gigante asiático, Hessler se plantó frente al gran desafío de hurgar en las profundidades del virus y lo hizo. La cotidianidad del país la conocía bien. Se unió al Cuerpo de Paz en 1996 y fue enviado a China durante dos años para enseñar inglés en Fuling Teachers College. Luego trabajó nuevamente en China como escritor independiente en Wall Street Journal, Boston Globe, South China Morning Post y National Geographic.
Hessler formó parte del equipo de The New Yorker como redactor en 2000 y se desempeñó como corresponsal en el extranjero hasta 2007. En El Cairo estuvo desde 2011 hasta 2016 y en Chengdu -capital de la provincia china de Sichuán en el oeste de China- de 2019 a 2021. Años de altísima tensión y emergencia sanitaria, más en el mundo que en la propia China.
Ese diario le publicó un primer reportaje que elaboró sobre sus impresiones en el terreno de los acontecimientos (2020). Ahora, en Literary Hub o LitHub – web literaria dedicada ensayos personales y críticos, entrevistas y extractos de libros- escribe otra investigación. De su “segunda visita al antiguo mercado mayorista de mariscos de Huanan, en la intersección de Development Road y New China Road, en el centro de Wuhan”.
Hessler es autor de ‘The Buried’, finalista del National Book Critics Circle Award. ‘River Town’, premio Kiriyama. Y ‘Oracle Bones’, entre otros.
Wuhan ¿el origen de la COVID-19?
Cuenta que dio un paseo de reconocimiento por el exterior del mercado. Huanan estaba entre los sitios más sensibles de Wuhan, porque había albergado los primeros grupos documentados de infecciones por la COVID-19: la zona cero, al menos en lo que respecta a la información pública. Desde el inicio de la pandemia, dice Hessler, el mercado de Huanan había sido cerrado al público.
Se había erigido un alto muro azul alrededor de la estructura de dos pisos. Abajo el mercado de mariscos. Y arriba, un local de lentes donde Hessler llegó para reparar los suyos. Claro está, escoltado por un policía y ante la mirada asombrosa de los comerciantes al ver llegar un cliente. Eran los tiempos de la COVID-19. El encargado del local le confió que el mercado, la ciudad y sus habitantes estuvieron en cuarentena. El 12 de mayo y ya de vuelta a la aparente rutina llamó a sus compradores habituales y les advirtió sobre su seguridad sanitaria. Muchos no volvieron.
El dueño del establecimiento insistió en que no conocía a nadie en el segundo piso que hubiera sido infectado. Su asistente, una mujer de unos veinte años, confirmó que no había habido ni un solo caso. «No era como abajo», dijo. «Ahí es donde se propagó la enfermedad».
Más tarde, recogió el periodista y escritor, “vi un artículo de noticias chino que indicaba que algunos empleados del mercado de arriba habían sido infectados. Pero la historia carecía de detalles claros. A lo largo de la primavera de 2019, la wuhanfobia se había extendido por toda China y en la ciudad, observé versiones de lo mismo. Las personas que vivían en la orilla sur del Yangtze a menudo señalaban que el virus se propagó por primera vez en el lado norte del río, en Hankou”.
Testimonios desde el mercado
La comunidad internacional, especialmente Estados Unidos, señaló a al mercado de Wuhan como el origen de la COVID-19. Luego se dijo que el virus se había escapado del Instituto de Virología de Wuhan. Ambas versiones fueron negadas por el régimen de Xi Jinping en medio de medidas redobladas de seguridad pública y cerco policial.
Le pregunté al comerciante de lentes sobre los puestos de animales del primer piso, relató Hessler. “Nunca bajé mucho allí”, respondió. «No tuvo nada que ver con nuestro negocio». Le comentó que había habido una sala de mah-jongg (juego de fichas) ilícita en un lugar escondido en el primer piso. Bajo las medidas represivas del gobierno, la gente se había vuelto cautelosa con respecto a los juegos de azar en público. Pero «escuché que cuatro personas estaban jugando en una mesa y los cuatro se enfermaron», susurró el comerciante.
Esto parecía un rumor, pero posteriormente Hessler conoció a un colega de Wuhan que había visitado la sala de mah-jongg. Sus recuerdos también giraban en torno a fechas precisas: había ido a Huanan el 31 de diciembre, el día antes de su cierre. Para entonces, el periodista chino había oído hablar de un posible virus y también de algunas infecciones en el lugar de juegos. Encontró que los jugadores, imperturbables por los informes, seguían apostando pequeñas cantidades.
Como la mayoría de las personas que Hessler entrevistó en Wuhan, el periodista me pidió que no usara su nombre. El día que visitó el mercado, vio algunos animales silvestres en venta: serpientes, liebres salvajes y algunos puestos que vendían órganos de animales sacrificados que no pudo identificar. Varios puestos carecían de señales o licencias adecuadas, y algunos propietarios parecían haberse ido recientemente, tal vez porque habían oído hablar de un brote.
Wuhan, China y el resto del mundo
Era 1 de enero y las autoridades llegaron sin mediar palabra para inspeccionar y esterilizar ciertos puestos, pero no respondieron a sus preguntas sobre a qué se dirigían. Se habían publicado relativamente pocas imágenes del mercado interior. Cuando lo visité, recordó Hessler, con treinta y cinco millones de infecciones en todo el mundo y en aumento, el mercado de Huanan se había convertido en una especie de placa de Petri para la imaginación.
La teoría de conspiración china más común era que el ejército estadounidense había sembrado deliberadamente el virus durante los Juegos Mundiales Militares de 2019, que se celebraron en Wuhan en octubre. Al otro lado del Pacífico, muchos estadounidenses creían que el virus había sido liberado, accidental o no, por el Instituto de Virología de Wuhan. Entre cuyos sujetos de investigación se encontraban los coronavirus de murciélagos.
Algunos residentes de Wuhan le dijeron que gran parte de sus mariscos provenían de Guangdong. Y especularon que tal vez un sureño había importado sin saberlo la enfermedad junto con algo de pescado. Pero, como muchas de las teorías del origen de la COVID-19, ésta podría haber sido otra versión de la perspectiva del segundo piso del mercado de Wuhan: aquí no pasó nada. Eran esas personas de abajo.
“En el momento de mi viaje a Wuhan, Pekín había reportado solo nueve muertes por COVID y Shanghai tenía siete. Y en toda la provincia de Guangdong (con una población de 113 millones) el número de muertos fue de ocho. En Wuhan”, escribió para LitHub, la cifra oficial de muertos fue de 3.869. Aunque casi todos coincidieron en que la cifra real era significativamente mayor. Esta mentira también distinguía a la ciudad del resto de China.
Cifras de cifras
Cuando Hessler habló con diplomáticos extranjeros que tendían a ser escépticos respecto de las estadísticas gubernamentales, dijeron que en realidad creían en los bajos recuentos de otras ciudades.
Científicos extranjeros y chinos le dijeron lo mismo, porque habría sido imposible fingir la contención del virus por parte de China en la primavera y el verano de 2020. Si la COVID-19 se hubiera estado propagando en las principales ciudades y si un gran número de personas estuvieran muriendo o estar hospitalizados, los residentes lo habrían sabido. Las ciudades estaban tan densamente pobladas que los hospitales se habrían visto rápidamente desbordados, como sucedió en Wuhan.
Hessler conoció al arquitecto Kyle Hui cuando su madrastra acababa de morir. Había estado entre la primera ola de fallecidos. Tenía 75 años, gozaba de buena salud y no se le conocía ningún contacto con el mercado de Huanan. Hui no tenía idea de cómo se infectó. En ese momento, no había pruebas para detectar el virus. Otros familiares también enfermaron y más tarde, cuando las pruebas estuvieron disponibles, algunos fueron confirmados como casos positivos.
Hui estaba haciendo su primer viaje de regreso a Wuhan desde la cremación de su madrastra. A principios de año, había llamado tanto a la línea directa del alcalde de Wuhan como a la sucursal de los CDC, con la esperanza de incluir a su madrastra en el recuento oficial de muertes por la COVID-19. Pero los funcionarios respondieron que era imposible. En su certificado de defunción figuraba la neumonía como causa.