Por Marcel Nagy y Luis Lidón
La Policía húngara detuvo el martes a 45 personas por entrar de forma ilegal en el país tras sellar su frontera meridional, mientras que centenares de refugiados se encuentran en un «limbo legal» entre Serbia y Hungría.
La crisis migratoria ha elevado la tensión entre Budapest y Belgrado, ya que el ministro de Exteriores serbio, Ivica Dacic, consideró «inaceptable» la intención de Hungría de devolver a Serbia a los refugiados que no reciban asilo en territorio húngaro.
Entretanto, centenares de refugiados se encuentran atrapados por tiempo indefinido en una franja de territorio entre los puestos de control de fronteras de ambos países en Horgos, cerca de Röszke.
El acceso a la prensa está vetado desde el lado húngaro, pero no desde el serbio (en la imagen). Los medios magiares que han tenido acceso al lugar informan de que los refugiados piden a gritos que se abra la frontera y con un grupo de ellos se niega a aceptar agua y comida en señal de protesta.
Los refugiados deben solicitar asilo en unas oficinas habilitadas en unos contenedores situados en esa tierra de nadie que el gobierno de Budapest denomina «zona de tránsito» y que no está oficialmente en territorio húngaro.
Hungría introdujo el martes un procedimiento acelerado para dirimir los casos de asilo en pocos días y que permite el acceso al país sólo a aquellos que lo reciban, y la devolución a Serbia de quienes no logren ese estatus jurídico.
Belgrado ha advertido de que no permitirá que Hungría devuelva a los refugiados a su territorio, y si los refugiados no pueden entrar tampoco en Hungría quedarían varados en un «limbo legal», advirtió la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur).
«Los refugiados que se encuentran entre las fronteras húngara y serbia se encuentran en una trampa» de difícil salida, aseguró a Efe Ernö Simon, portavoz de ACNUR en Budapest.
El ex primer ministro húngaro, el socialdemócrata Ferenc Gyurcsány, ahora en la oposición, resumió la situación a Efe tras visitar el paso fronterizo de Horgos: «No podrían salir de las zonas de tránsito, no tendrían permiso para entrar en Hungría y los serbios no les permitirían volver. Estarían atrapados entre dos fuerzas».
Primeras detenciones
Por otra parte, la Policía húngara hizo el martes las primeras detenciones de refugiados en aplicación de la dura ley migratoria que entró en vigor la pasada medianoche y que fija hasta tres años de cárcel por entrar en el país sin la documentación en regla.
Gyorgy Bakondi, el asesor de Seguridad Nacional del primer ministro húngaro, Viktor Orbán, declaró a la prensa que la policía detuvo a 45 personas que trataron de cruzar la frontera.
Los detenidos afrontan tres años de cárcel por entrar de forma ilegal, y algunos de ellos cinco años por el agravante de dañar la valla de 175 kilómetros que ha levantado Hungría en su frontera meridional con Serbia.
Ante la posibilidad de que los refugiados traten de entrar en Hungría a través de Rumanía, sorteando así la valla, el Ejecutivo húngaro anunció que extenderá la alambrada en la frontera rumana hasta una distancia «razonable».
Además, el Gobierno húngaro declaró el estado de crisis en dos provincias que lindan con Serbia «debido a la situación causada por la migración masiva», según el portavoz del Ejecutivo, Zoltán Kovács
El estado de crisis durará medio año (con la posibilidad de prorrogarlo) y en ese tiempo el Gobierno puede intensificar los controles fronterizos, y la Policía y el Ejército asumir las tareas de registrar a los solicitantes de asilo.
De forma oficial el Parlamento aún debe aprobar que el Ejército ayude a la Policía en tareas de vigilancia de la frontera, pero Efe pudo comprobar que soldados con armas automáticas ya patrullan la demarcación fronteriza.
En lo que va de año la Policía húngara ha contabilizado la entrada en el país centroeuropeo de más de 200.000 personas procedentes en su mayoría de Siria, Irak y Afganistán.
«¿Por qué no nos dejáis pasar?»
El principal punto de entrada de refugiados, Röszke, donde se encontraba una explanada en la que la Policía reunía a los recién llegados para trasladarlos a campos para su identificación, fue sellado ayer y hoy se encontraba vacío.
En el lugar solo se podían ver a operarios de limpieza, soldados y policías fuertemente armados.
Algunos grupos de refugiados continúan llegando al lado serbio de la frontera, para luego maldecir su suerte al ver la valla y marcharse en busca de algún lugar por donde poder cruzar.
Un grupo de cuatro jóvenes sirios de Damasco protestaban desde el otro lado de la alambrada ante dos impasibles policías y dos militares con armas automáticas.
«¿Por qué no nos dejáis pasar? ¿Ayer sí y hoy no?», les criticaba uno de los jóvenes. Una voluntaria les aconsejó ir al puesto fronterizo oficial, dónde les atenderían.
«Ya hemos ido y nos han rechazado. ¿Qué hacemos ahora?», le respondió el chico con la decepción en el rostro.