Stefan Armborst (Asociación BONA ONA, bonaona@bonaona.org)
A nivel mundial crece la investigación seria, la consciencia individual, la alerta colectiva y la protesta ciudadana frente al despliegue de la nueva tecnología de telecomunicaciones llamada “5G New Radio”. Cada vez más personas sienten que estas ingentes inversiones públicas y privadas nos precipitan todavía más al atolladero de una crisis ecológica, social, económica y de salud sin precedentes para la humanidad.
Las siguientes reflexiones, propuestas y sugerencias, por un lado, enumeran las razones de corporaciones, gobiernos e instituciones internacionales para proseguir con la implantación del 5G como pieza clave de un nuevo modelo de acumulación, eufemísticamente bautizado como la “nueva era cibernética”.
Por otro lado, hacen un llamamiento para dejar de seguir unas reglas de juego que se vuelven cada vez más distópicas. Ser responsables en el uso de las tecnologías no es suficiente. Sino también, ¡“ser el cambio” que queremos, para nuestras vidas y para el mundo!
5G y tecnologías al servicio de la codicia y en contra del planeta
Intentan convencernos de que la evolución de la tecnología responde al desarrollo natural de la historia para satisfacer cada vez más las necesidades de las personas usuarias y consumidoras de forma eficiente y barata. Nada más lejos.
El conjunto de tecnologías necesarias para establecer y sostener la red 5G, lo mismo que las generaciones anteriores de telefonía inalámbrica, no nace de un progreso tecnológico neutral. Sin importarles las catastróficas consecuencias ecológicas las planifican e implementan para salir de una crisis estructural del modo de producción dominante. Y para dar cabida a un nuevo ciclo de crecimiento económico que beneficia cada vez a menos personas en el mundo.
En el plano material, el 5G y la completa digitalización de las relaciones sociales y económicas, conllevarán un derroche energético descomunal, cantidades ingentes de materiales obsoletos y recursos esquilmados que (casi todos) están al límite de su pico de disponibilidad.
La obligada renovación mundial de los equipos informáticos y móviles, la adquisición de cada vez más dispositivos con conexión inalámbrica del Internet de las Cosas (IoT), los gastos en infraestructura terrestre (ampliación de los centros Big Data, repetidores y estaciones base, pequeñas celdas cada 50-100 metros) y en satélites lanzados a la órbita terrestre cercana[1] resultan incompatibles con la necesaria adaptación profunda a la inminente catástrofe ecológico-social, que está más cerca de lo que pensamos.
Además, la completa re-industrialización digital exigirá una enorme producción de electricidad. Algo incoherente e insostenible[2], dado que el 80% de la actual producción eléctrica se basa en energía fósil, y que, en 2025 la producción mundial de petróleo podría ser la mitad de la actual[3].
Marga Mediavilla[4] lo expresa de forma muy clara:
“La crisis de la COVID nos ha mostrado con claridad que las cosas más esenciales para nuestra vida (el sistema sanitario, la alimentación, los cuidados, la educación, las relaciones sociales) no están en absoluto aseguradas. ¿Es este el mejor momento para una nueva obsolescencia masiva? Las administraciones públicas, por ejemplo, deberán elegir en los próximos años entre renovar sus equipos de comunicaciones o contratar personal para la sanidad, el transporte público o la enseñanza”.
Promesas y realidades de la “nueva era cibernética”, la crisis que viene
Las medidas adoptadas casi a nivel mundial contra la propagación de la COVID-19 aceleran un proceso en marcha durante décadas. Ha llegado la oportunidad (planeada o no) de una “destrucción creativa” (término acuñado por el economista alemán Schumpeter) a grandes dimensiones o, como esta primavera lo propagará el Foro Económico Mundial, con el lema “The Great Reset”, el “gran reseteo” económico y social global[5].
Sus objetivos centrales consisten en salir de la actual crisis estructural productiva financiera (que en último término es una crisis de valorización de capital) y en entrar en un nuevo ciclo innovador más prolongado de crecimiento económico (y de beneficios) basados tecnológicamente en el complejo médico-biotecnológico, la nanotecnología, la impresión 3D, la robótica y la inteligencia artificial (IA), la digitalización de la producción industrial (Industria 4.0), los Smart Cities, los Smart Homes, el IoT, etc.
En la nueva era cibernética predominan las tecnologías que aseguran la máxima adaptabilidad, el autocontrol, la controlabilidad:
“La incalculabilidad del factor humano, que no hace más que revelar su vulnerabilidad física al virus, está siendo compensada por la expansión de la inteligencia artificial. (…) El complejo MBNRIC (Medicina, Bio, Nano, Robo, Info, Cognitivo), que no solo está desarrollando nuevos productos (por ejemplo, partes artificiales del cuerpo, fármacos, vacunas, dispositivos de control y vigilancia), sino también una nueva demanda de optimización (salud, aptitud física, estética corporal, modelado genético) y de apoyo vital personalizado y adaptado. La idea de optimización representa la puerta ideal para las tecnologías de control, seguridad y vigilancia para la que es clave el despliegue de las tecnologías del 5G[6]”.
El principio cibernético que en la producción reemplaza al principio industrial implica un «nuevo estado agregado de la existencia humana». Las nuevas técnicas culturales pos-COVID-19, es decir, «la nueva normalidad», entrenan al ser humano para que siga cumpliendo lo más estrictamente posible su rol de autorrestricción y “autooptimización”. La introducción de sistemas de autorrestricción y de control biométrico cada vez más sofisticados se realiza a través de una digitalización casi completa de todos los ámbitos de la vida. La robótica y la IA convierte al ser humano en mercancía en su existencia biológica y en su comportamiento, como nunca antes.
Distopía transhumanista
El discurso transhumanista ve en la biología y lo natural algo problemático. Por tanto desean superar las limitaciones físicas e intelectuales mediante el control tecnológico. que les permitiría elegir su propia evolución hasta llegar a convertirse en poshumanos y posbiológicos. “Un poshumano sería la culminación del proceso transhumanista donde biología y tecnología estarían perfectamente fusionadas en un cuerpo físico gracias a la biónica y con soporte en la inteligencia artificial (IA)[7].
Incluso suponiendo que esta agenda de la supuesta “superación de los límites del ser humano” se cumpliera, queda claro que solo una minoría privilegiada podrá sacar provecho de las promesas de esta nueva tecno-religión «transhumanista» de acercarse a la inmortalidad.
Mientras tanto, las grandes mayorías, los más que nunca “condenados de la tierra” (utilizando el término de Frantz Fanon que en los años sesenta se refería a las mayorías del Sur Global), no solo quedarían fuera del circuito de producción-mercado laboral-consumo, sino que también se convertirían en ganado cibernético o en masa poblacional superflua, reducidos a la condición de seres infrahumanos y abandonados de lleno a los “efectos colaterales” letales del “progreso” cibernético-biotecnológico-digital.
El gran negacionismo de los límites biofísicos del planeta
En un artículo sobre la crisis climática, desde el punto de vista del gaiquismo, Jorge Riechmann describió a mediados de 2020 el “negacionismo” de la gravedad de la crisis ecológica global. Destila la coincidencia entre muchas investigaciones en cuanto prevén que, debido a las retroalimentaciones de las múltiples crisis en esta década, se acelerarán y se intensificarán los efectos sinérgicos fatales del sendero hacia el colapso.
Mientras que instituciones como la ONU (con su Agenda 2030) y el Foro Económico Mundial siguen con su cortina de humo discursiva de los provechos que la humanidad va a sacar de la “ecomodernización” y de las fuentes de energía renovables, sin tocar las bases del sistema de producción capitalista acelerando todavía más nuestra huida prometeica hacia adelante.
Hay que considerar estos tres fenómenos estrechamente relacionados: la huida hacia adelante del capitalismo neoliberal (materializada en los programas de jibarización de los Welfare States y la desregulación a favor del gran capital), la explosión de las desigualdades en segundo lugar, y finalmente el negacionismo climático” (…), incluso como expresión concreta de una más amplia denegación de todas las cuestiones de límites biofísicos[8].
Humanidad unida o extinguida, ¿qué eliges?
Con este título sugerente, un vídeo difundido en las redes sociales vaticina 1.200 millones de refugiados climáticos en 2050 y propone presionar social globalmente para que se detenga la carrera armamentista, que se suprima el tráfico de armas y se dedique una parte del presupuesto militar a la sostenibilidad real y a limitar el calentamiento global.
Viendo el trasfondo de las estrategias del “Global Reset”, del delirio transhumanista, y del cínico negacionismo climático, yo personalmente no dispongo de un ápice de esperanza de que élites “psicópatas” como las nuestras se dejen influenciar por alguna buena intención. Desde los años setenta no han dejado de cooptar, instrumentalizar y así neutralizar la crítica de cualquier discurso ecológico-social profundo que vaya a las raíces sistémicas de las relaciones de poder y propiedad del actual sistema alienante depredador y despilfarrador.
Para salir del cortoplacismo y del “sálvese-quién-pueda” quisiera exponer unas propuestas para una “disidencia consciente” (Emilio Carrillo)[9] y que no seamos engañados por los gritos de Casandra de la ultraderecha oportunista, que siendo copartícipe de la actual crisis, intenta sacar provecho del desconcierto, de la falta de orientación y del miedo, sin tener nada emancipador que ofrecer, sino todo lo contrario: volver al autoritarismo, a más pérdidas de libertades, al nepotismo y la intolerancia de vieja usanza.
- Ante la posibilidad de un colapso cercano, replantea los valores y los hábitos en tu comportamiento hacia ti, hacia tu comunidad y hacia los demás seres vivos y el planeta que habitamos. Dedica más tiempo y recursos para las cosas que inspiren tu asombro por la vida. Dedica más tiempo para estar en ambientes hermosos, escuchar música inspiradora, permanecer en la contemplación, practicar la escritura creativa, estar con los seres queridos y amistades cercanas. Busca oportunidades para apoyar la autorreflexión y la creación del sentido de la vida. Tu visión del mundo y tu autoidentidad, sin duda, se transformarán con el tiempo a medida que proceses esa nueva información[10].
- Desconéctate de patrones, hábitos y programas del consumismo, de todo lo que convierte el ser humano en mercancía. Reconstruye y co-crea el mundo que quieres, más allá de cualquier expectativa de resultados, tanto individualmente como colectivamente. Interactúa en directo con las personas, abrázalas sin miedo y refuerza tu sistema inmune con pensamientos positivos y acciones que confieren valor y alegría de vivir a todo lo que emprendes. Considera la crisis como una oportunidad de aportarle calidad a tu vida. Libérate de la impotencia y asume el mando consciente de tu vida. Sin rabia, sin animadversión ni rencor. Que toda tu energía se ponga al servicio de lo nuevo, de su creación, de su construcción.
- El mundo está lleno de enfoques y prácticas, visiones y propuestas comunitarias, métodos y estrategias de emancipación. Falta que tú empieces a soñar, planificar, actuar y celebrar (las 4 fases indispensables de la Metodología Dragon Dreaming para crear proyectos holísticos conscientes[11]).
- Realiza nuevas prácticas individuales o colectivas que empiecen a construir desde la base la “nueva sociedad” realmente democrática y social-ecológica. No te endeudes más y trata de pagar las deudas pendientes. Deja de consumir lo innecesario. Compra y vende productos de segunda mano. Participa en mercados de intercambio de bienes (trueque) y servicios. Participa en cooperativas de consumidores de productos locales y ecológicos. Compra en las pequeñas tiendas o negocios de tu barrio o localidad. Usa las monedas sociales existentes en tu entorno más cercano. Desconecta todo lo que puedas de las tecnologías y vive más en el aquí y ahora. Deja de competir y coopera más. Soberanía alimentaria: aprende a cultivar tu propio alimento (terraza, jardín, azotea, huertos urbanos o rurales). Participa en proyectos de economía sostenible, solidaria y local[12].
Hay mucho que hacer. ¡Pongámonos en acción!
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