Por Patricia Fernández Häring
Arquitecta y miembro de la Junta de Gobierno del Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid (COAM)
Según el Observatorio del I+D+I de la Universidad Politécnica de Madrid, para lograr un clima urbano saludable sería suficiente con ajardinar entre un 10% y un 20% de todas las azoteas de la ciudad. Así, podemos devolver al territorio la “huella dejada por los edificios” naturalizando los miles de metros cuadrados de nuestras azoteas que, hoy, lo único que hacen es irradiar calor a la atmósfera y contribuir a la gran isla de calor del centro de los núcleos urbanos.
Jardines de altura:
Tenemos la oportunidad de generar barrios sostenibles, situando en las azoteas los jardines que ya no podemos poner en las ciudades, invadidas por el asfalto y el hormigón. Podremos “reconquistar” las cubiertas de los edificios existentes, dotándolas de función depuradora y, en determinados casos, favoreciendo su uso colectivo y participativo.
La funcionalidad de las cubiertas ajardinadas está más que demostrada:
- Reducen la isla de calor en el centro de las ciudades y la demanda de energía en los edificios.
- Aminoran la temperatura en el interior de los edificios en épocas calurosas y evitan la pérdida de calor en épocas frías.
- Amortiguan el ruido aéreo en el interior de los edificios.
- Mejoran la calidad ambiental, capturando CO2, NOx, COVs, mitigando el efecto invernadero y devolviendo O2 al ambiente.
- Aprovechan el agua de lluvia, reduciendo escorrentías y el riesgo de inundaciones.
El uso de las cubiertas ajardinadas está aún por descubrir, ya que además del propio valor estético que confieren a los edificios y la mejora de la calidad ambiental y de vida de los usuarios, pueden promover nuevas maneras de emplearlas de forma colectiva y participativa. En los edificios de viviendas, con acceso fácil a la cubierta, se genera un nuevo espacio colectivo de esparcimiento vecinal, en el que se pueden crear huertos comunitarios cuidados por los propios vecinos e introducir numerosas plantaciones que busquen aumentar la biodiversidad en las ciudades.
En los edificios públicos, las cubiertas ajardinadas pueden aportar valor añadido y convertirse en lugar de convivencia entre los trabajadores. Es un buen espacio para introducir valores sociales en las empresas al encargar el cuidado y mantenimiento de estos espacios a personas en riesgo de exclusión social o colectivos desfavorecidos, al tiempo que se generan nuevas oportunidades de trabajo y la prestación de servicios “verdes” de alto valor social y medioambiental.