Rafael Cadenas, poeta y escritor venezolano, ganó el Premio Cervantes, máximo galardón de la literatura española. Ningún venezolano lo había recibido. Hoy Cadenas –a sus 92 años– exhibe al mundo el poeta que se “autorretrató” en su Derrota, como “un hombre de hablar tímido y reservado”, el hazmerreír desairado por profesores de literatura, mismo que ayer y hoy consagra la más elevada expresión de la palabra, del amor y la alegría en su mundo ingrávido e irreverente.
Nacido en el estado Lara, publicó su primer poemario en una imprenta de Barquisimeto con prólogo de Salvador Garmendia. Desde temprano combinó la pasión por la literatura con la política en el Partido Comunista de Venezuela. Por esta razón sufrió cárcel y exilio durante la dictadura de Marcos Pérez Jiménez.
Se refugió en Trinidad hasta 1957. En Caracas escribe y publica Una isla (1958) y Los cuadernos del destierro (1960). Formó parte del grupo de debate político y literario «Tabla redonda», junto con Manuel Caballero, Jesús Sanoja Hernández y Jacobo Borges. Contrajo matrimonio con Milena González Carvallo, de quien enviudó en 2017. Es profesor jubilado de la Escuela de Letras de la Universidad Central de Venezuela.
Cuando la democracia trasciende lo político
Cadenas es un hombre bueno y romántico. Puede ser tanto un referente al amor a la tierra y la vida como a la política y al poder. En 2018, en la Universidad de Salamanca, en España, dijo Cadenas:
«Yo he dicho que en Venezuela hubo práctica democrática, como 40 años realmente luminosos. Aunque por supuesto hubo corrupción, yo creo que fueron los mejores años en la historia nuestra. Pero ¿qué pasó? Que hubo práctica democrática, pero no educación democrática. Y yo pienso que la democracia trasciende lo político».
Una sentencia que sería una más de tantas definen a la democracia como modelo de poder, pero que se consagra cuando quien la acuña es un poeta donde ”cada palabra lleva lo que dice”.
Un hombre cuya prosa es pasión y franqueza, sufrimiento y amor, tristeza y alegría. Quien sabe expresar con honesto ingenio, ser y no ser dueño de la verdad, sin disimulos y sin complejos. Es la soledad del destierro y el amor por la tierra fecunda y originaria, «todo lo que canta que y se reúne a sus pies como banderas que el tiempo inclina» [Cuadernos del Destierro], todo lo que vibra en sus Cantos Iniciales, su Intemperie, su Isla, su Memorial. Y trasciende.
Qué clase de hombre –más que poeta– es capaz de auto elogiarse o reír de sí mismo, disfrutarse o fatigarse –libremente– como lo hace en su más ilustrada obra, Derrota [1963]. En sus Falsas maniobras, Cadenas nos regala su magia enlazando amor y nostalgia, cuando nos dice que “todo es tan absurdo como esas mañanas sin amor que el espejo de los baños recoge y protege”.
Es padecer la inexistencia como razón que inspira su vida y su rima. Es la gallardía de denunciar la lejanía y la displicencia, para acercarse con una hermosa alegoría a la libertad, al amor, a la humildad.
Y suspira en su Derrota: “Yo que no he tenido nunca un oficio, que ante todo competidor me he sentido débil, que perdí los mejores títulos para la vida, que apenas llego a un sitio ya quiero irme (creyendo que mudarme es una solución), que he sido negado anticipadamente y escarnecido por los más aptos”, es una sólida proclama contra el desprecio. Y quien queda escarnecido y disminuido ante tanta sutileza, son “los más aptos”. Y trasciende.
Humillado, pero avispado
Cadenas hace de su propia frustración, poesía. Y sigue en su Derrota: “[Yo] que he sido humillado por profesores de literatura, que un día pregunté en qué podía ayudar y la respuesta fue una risotada, que no podré nunca formar un hogar, ni ser brillante, ni triunfar en la vida, que he sido abandonado por muchas personas porque casi no hablo, que tengo vergüenza por actos que no he cometido…” Un Yo que habla por los inocentes.
Ya en Cantos iniciales (1946); Una isla (1958) o Los cuadernos del destierro (1960 y 2001), Cadenas desborda su letra gloriosa y volcánica, por el espacio luminoso y necesario, por el amor, por la pureza de la tierra nativa, por ella.
Un verbo de Antología que sólo lo plasma quien comprende el amor como un pavoroso temor a la soledad. Amar es compartir con el amante, con la tierra, con la gente, ”el espacio, el lugar del acontecer” a través de «ella». Y así “[…] en tu reino, todos los días se vuelven suficientes”.
En esa frase reposa la vida de un quijote que sueña por un ideal y hace sátira del fracaso que es victoria. En esa frase va la democracia que trasciende; un reino de corazones rotos y solos, que aun así, aman…Amor ausente que el espejo de los baños recoge y protege y hacen todos los días suficientes…Ese es Cadenas. Un poeta que en [su] derrota, vive, ríe, se levanta, anda y escribe. Y ese día de aquiescencia, amor y libertad, nos dice: “no recibiré consejos de otros más aletargados que yo”.
Entonces el poeta humillado y poco avispado, terminó siendo el más amoroso, el más apto, el más avispado.
Amante
Mi poema favorito es Amante [1983 y 2002]. Escrito a dos tiempos, es una proclama de vivir amando la vida, deseando existir, queriendo descubrir la belleza que otorga el espacio y su encuentro.
“Ese es el espacio del vivir. […] el espacio donde el solo existir sobrepasa todo quehacer. Secreta religión del asombro que devuelve a las manos la tierra de origen”.
Es el amor por la remembranza, la prosa que abraza nuestro linaje, la tierra de gracia. Oda al amor no desde un episodio, un capítulo, una experiencia, una persona o un quehacer, sino el amor como caldo del árbol de la vida, cuya raíz es la tierra, es ella… el espacio donde solo existir sobrepasa todo quehacer.
Por esa letra que trasciende, don Miguel Iceta, ministro de Cultura de España, dijo: “por su vasta y dilatada obra literaria, por la trascendencia de un creador que ha hecho de la poesía un motivo de su propia existencia y la ha llevado hasta alturas de excelencia en nuestra lengua se concede a Rafael Cadenas el Premio Cervantes”.
Un poeta cuyo verbo no morirá nunca y vegetará en medio de la pureza, “andando por la ciudad de un lado a otro como una pluma”. Un hombre maravilloso [Cadenas], que poco le ha importado no tener un día sereno; genial por cordial, inconteniblemente lúcido, irreverente y pertinaz, que le confiesa al mundo en falsas maniobras: “soy un hombre humilde, silencioso y rebelde… que [Derrota] llega tarde a todo y no usa corbata”, por lo que su verbo le ha hecho, [nos ha hecho] feliz, por conceder la más temprana existencia, la más elegante manera de vivir (…) un espacio vital entre los más aptos, sin eleves ni risotadas.
Cada palabra, como el temblor que la sostiene
Con su mismo silencio estruendoso, con su irreverente humildad y trepidante rebeldía, Cadenas le dijo al mundo al recibir el Premio García Lorca 2016:
“El premio significa mucho para mí, para los poetas venezolanos y para mi país que está sufriendo más de lo soportable, a causa de una crisis total de la que es responsable el actual régimen” Lo dice un Venezolano que se “levanta del suelo más ridículo todavía para seguir burlándome de los otros y de mí mismo…»
¡Bravo, poeta! Orgullo de la patria libre, honesta, humilde, rebelde y silenciosa. “Que cada palabra lleve lo que dice. Qué sea como el temblor que la sostiene”.