El régimen autoritario de Hungría anunció el domingo el triunfo de Víktor Orbán en las elecciones parlamentarias. Con resultados holgados que le aseguran un cuarto mandato consecutivo en el poder. Viejo aliado de Vladimir Putin y personaje incómodo para la UE, el primer ministro Víktor Orbán se ha convertido en estos largos años en el líder del iliberalismo.
Su victoria ha sido celebrada por la extrema derecha de Europa. Palabras elogiosas emitió la francesa Marine Le Pen y el italiano Matteo Salvini. También el británico Nigel Farage y el español Santiago Abascal de Vox.
«Se trata de una victoria tan grande que se puede ver desde la Luna. Y, sin duda, desde Bruselas», dijo en su discurso triunfal el ultranacionalista.
Pero ¿quién es Víktor Orbán? ¿Un dirigente que ha envejecido en el poder, amasándolo y dejando a su paso un montón de escombros institucionales? ¿Cómo obtiene una victoria con al menos el 71% de los votos?
Zsuzsanna Szelenyi, una política y exdiputada húngara, escribió un espacioso artículo para The New Republic. Desvela a la figura de Orbán, sus comienzos y sus pasos agigantados para desviarse de su objetivo inicial.
Señala que “cuando el presentador de Fox News, Tucker Carlson, visitó Hungría en agosto de 2021, recibió una bienvenida estatal. La televisión pública húngara lo presentó como el pensador conservador más influyente de EE UU. En un festival político de verano explicó que en su país, los liberales estaban obligando a la gente a la intolerancia: es decir al “iliberalismo. Es lo opuesto al liberalismo. Es una idea totalitaria que todos se comportan igual, todos leen el mismo catecismo, de la misma lista de lemas, y que todos obedecen. Eso es lo opuesto al liberalismo ilustrado, que forma la base de mi política y mi visión del mundo”.
Víktor Orbán y el iliberalismo
Szelenyi cuenta en “How Viktor Orbán Built His Illiberal State” que la audiencia entusiasta de Carlson pasó generosamente por alto su confusión. Pues el primer ministro Viktor Orbán, su héroe, ha estado construyendo abiertamente el iliberalismo, un “Estado no liberal” en Hungría. Algo que él cree que es la forma más auténtica de democracia.
Si bien ambos hombres han encontrado puntos en común en la implacable guerra cultural contra los liberales, es posible que Carlson desconociera cómo funcionaba en la práctica el célebre «modelo húngaro», de hecho, el antiliberalismo.
“Sé que los estadounidenses están preocupados por su democracia. Preocupados, pero tal vez confundidos acerca de cómo se destruye la democracia, paso a paso. Bueno, soy húngara y les puedo decir lo que puede pasar”, argumenta la exdiputada.
Y narra que cuando Fidesz, la Federación de Jóvenes Demócratas, se estableció en 1988, era un grupo juvenil fresco, dinámico y políticamente consciente. Se definió a sí misma como una organización radical, liberal y alternativa y se calificó como la ardiente guardiana de la libertad, los derechos y el estado de derecho.
“Cuando conocí a Orbán y me uní a Fidesz para luchar contra el sistema comunista autocrático, lo encontré una persona reflexiva, ambiciosa y con grandes habilidades estratégicas”, indica. “En ese momento, Fidesz se presentó como un partido de centro. Distinguiéndose de las élites políticas tradicionales polarizadas, que habían caracterizado el pasado de Hungría antes de la Segunda Guerra Mundial. Y que estaban experimentando un renacimiento en los años tumultuosos posteriores a la Guerra Fría. Nuestra generación ganó la libertad negada a nuestros padres y abuelos. Podríamos empezar de cero, y para nosotros el cielo era el límite”.
Los giros de Víktor Orbán al iliberalismo
Zsuzsanna Szelenyi recordó que las diferencias estratégicas y personales surgieron en Fidesz cuando entramos al Parlamento. Como resultado de las primeras elecciones libres en 1990. Los miembros más radicales, como Orbán, querían que el partido se moviera hacia la derecha, esperando que hubiera más oportunidades políticas que en el centro.
“Después de varios años de duros debates, el partido se dividió y los liberales centristas, que defendían las ambiciones originales de Fidesz, abandonaron el partido, incluyéndome a mí. Sin fuertes críticas internas, Orbán llevó al partido hacia la derecha a fines de la década de 1990, asegurándose el apoyo de políticos conservadores anticomunistas y de la Iglesia Católica Romana”, escribió en su artículo.
En 1998, a los 35 años se convirtió en el primer ministro elegido libremente más joven en la historia de Hungría, al frente de un gobierno de coalición de derecha. A pesar de un período exitoso, el partido de Orbán perdió las elecciones en 2002. Los veteranos del partido estaban deliberando sobre cómo mantener al carismático Orbán a bordo pero reemplazarlo como líder. El esfuerzo fracasó. La frustración de Orbán se hizo eco de la vieja élite política conservadora, que sentía que la derrota era injusta. Y apoyaba su adopción de una forma de política altamente divisiva.
Después de perder también las elecciones posteriores en 2006, Orbán dejó de lado a sus colegas más moderados. El gobierno liderado por los socialistas, después de las elecciones de 2006, cometió un error político. Se filtró un discurso del primer ministro, en el que admitió que el partido mintió durante la campaña sobre el estado de la economía. Entonces Orbán lanzó un ataque político agresivo para eliminarlo del poder. Su propósito no tuvo éxito, pero obligó al gobierno a ponerse a la defensiva.
Venganza, poder e iliberalismo de Víktor Orbán
La guerra fría política de varios años de duración culminó en la crisis económica de 2008, que allanó el camino para la aplastante victoria electoral de Orbán dos años después. En 2010, con casi el 53% del voto popular, Fidesz terminó con más de dos tercios de los escaños parlamentarios en el Parlamento unicameral. Esta abrumadora mayoría permitió a Fidesz modificar la constitución, relata la analista política.
Poco antes de estas elecciones que cambiaron la vida, Orbán pronunció un discurso ante la élite de su partido diciendo que “basta con ganar una sola vez, pero de manera decisiva, ese es el camino”. Les explicó que el poder político tiene tres recursos: votos, ideología y dinero, que hay que nutrir para reproducir el poder.
“Regresé a la política húngara en 2012 y me convertí en miembro del Parlamento dos años después. En representación de un nuevo partido centrista-liberal”, sostuvo Szelenyi. “Fui testigo de primera mano de cómo Orbán se vengó de sus derrotas anteriores. Y desarrolló el libro de jugadas perfecto: votos, ideología y dinero para convertir la democracia de Hungría en un sistema antiliberal. Víktor Orbán encaminaba el iliberalismo para asegurarse de que ganaría las elecciones una y otra vez”.
Con una mayoría difícilmente imaginable en cualquier país occidental, Fidesz dominó la Asamblea Nacional húngara. Y comenzó a cambiar el sistema con astucia y regocijo. Se modificó la ley electoral, lo que dio lugar a manipulaciones electorales masivas. Y proporcionó al partido ganador escaños adicionales después de las victorias en distritos electorales individuales. Estos cambios derivaron en un sistema distorsionado.
Desmontando las instituciones
En las elecciones de 2014, Fidesz necesitó solo el 45 % de los votos populares para ganar el 67 % de los escaños parlamentarios. Mientras que otros partidos que obtuvieron el 55 % de los votos obtuvieron solo el 33 % de los escaños. La voluntad de los húngaros ya no estuvo representada de ninguna manera por el resultado de las elecciones.
La supermayoría parlamentaria permitió a Orbán colocar a sus fieles amigos en todas y cada una de las instituciones del Estado. Los compinches de Orbán fueron lanzados en paracaídas en cargos estratégicos por 6 a12 años. En la Corte Constitucional, la Autoridad Nacional de Medios, la Autoridad de Competencia, la Oficina de Auditoría del Estado y la Oficina del Ministerio Público. Esta toma de posesión aseguró efectivamente que ningún mal comportamiento por parte del gobierno sería llamado a rendir cuentas.
El candidato de Orbán a la presidencia de la república dijo en su audiencia parlamentaria en 2010: “Yo no seré un obstáculo para que el gobierno pueda legislar. Más bien, seré un motor. No deseo ser un contrapeso, sino que me esforzaré por lograr el equilibrio”.
En unos pocos años, el sistema de frenos y contrapesos que protegería la integridad del sistema democrático desapareció. A través de elecciones muy deliberadas, el partido gobernante capturó las instituciones estatales que alguna vez fueron independientes. Y que se convirtieron en los pilares del régimen de partido único. Hungría alcanzó un nivel de concentración de poder que Europa no había visto en décadas.
Poco a poco, de manera audaz, Víktor Orbán fue abonando terreno para su proyecto político; el ilibetalismo.
Ideología y control absoluto de los medios
Después de 2010, Orbán quería un mayor control de los medios de comunicación para difundir los mensajes políticos del partido gobernante. Su gobierno rápidamente dominó los medios públicos financiados por el Estado al nombrar editores en jefe leales al partido. Los generosos préstamos bancarios estatales ayudaron a los amigos del partido a adquirir importantes medios de propiedad privada. Como periódicos regionales, emisoras de noticias, los portales en línea más grandes y televisoras.
Los esfuerzos por controlar los medios culminaron en un movimiento enormemente sorprendente en 2018. Cuando más de 450 medios de comunicación privados compatibles con Fidesz se fusionaron en un solo holding de medios gigante en un solo día. El gobierno emitió un decreto que clasificó estas transacciones como de “importancia estratégica nacional”. Descartando así cualquier investigación con respecto a la ley de competencia, comentó Zsuzsanna Szelenyi en The New Republic.
Tal concentración de medios leales le permitió al partido de gobierno realizar campañas políticas muy eficientes. E influir en la opinión pública a través de su interminable comunicación agresiva/ofensiva, que el resto de los medios no pudo contrarrestar. Los rivales políticos de Orbán fueron atacados por campañas de desprestigio y teorías de conspiración. Y las operaciones a favor de Fidesz mostraron a los ciudadanos que no había otra fuerza política relevante en Hungría además del partido gobernante.
A ello se une la campaña antiinmigrante de Orbán que tuvo tanto éxito en manchar a sus oponentes húngaros. A los críticos europeos e incluso al empresario estadounidense George Soros que ganó fácilmente las elecciones de 2018, su tercera victoria consecutiva.
Dinero para humillar y atropellar
El poder político de Orbán en la Asamblea Nacional fue suficiente para reelaborar la constitución e instalar personas en instituciones clave, lo que lo fortaleció. Pero también muchos aliados lo han dejado en el camino.
Destaca la política y exdiputada húngara que Orbán propaga una guerra cultural cristiano-conservadora. En última instancia está construyendo un estado autocrático. En 2014, anunció que su régimen no seguía las ideas liberales de organización social. No se basaba en un conjunto de individuos, sino en una comunidad nacional, que en última instancia era un “Estado no liberal”. Dio una larga justificación de por qué era correcto promulgar legislación retroactiva e intervenir en el funcionamiento de los tribunales. Anteriormente esto se había entendido como una violación de los principios básicos de la democracia.
El antiliberalismo o iliberalismo de Víktor Orbán fue una consecuencia directa de su derrota de 2002, después de lo cual introdujo un lenguaje moralmente estigmatizador. Tildando a sus rivales políticos de amenaza existencial y presentándose a sí mismo como el salvador de la nación. Al movilizar incluso a los grupos de extrema derecha, construyó con éxito una tribu política. Y, cuando finalmente volvió al poder, movilizó la ley y los recursos estatales para humillar a la sociedad civil y demonizar, ridiculizar y, en última instancia, paralizar a su oposición.
Uno de los exministros conservadores de Orbán admitió recientemente que lo siguieron en esta lucha para “evitar el regreso del diablo”, los comunistas.
¿Hungría puede llamarse democracia?
Muchos antiguos seguidores de Orbán le han dado la espalda a lo largo de los años. Por su política de confrontación y de incitación al odio, su aceptación de Rusia y China. Y sus continuas infracciones de las normas legales europeas alejaron a muchos antiguos seguidores. Para mantener su base popular, el partido de Orbán organizó campañas de teoría de la conspiración para movilizar a votantes más frustrados y desinformados.
Cuando prácticamente fue expulsado de la gran familia de partidos conservadores y demócrata-cristianos del Partido Popular Europeo (PPE) en 2021, Orbán se vio obligado a forjar alianzas con fuerzas políticas abiertamente de extrema derecha. Se convirtió en el héroe de los políticos de extrema derecha franceses Marine Le Pen y Éric Zemmour. Así como de los italianos Matteo Salvini y Tucker Carlson, quienes idealizan a Orbán porque ha puesto en práctica sus ideales antidemocráticos.
Es oportuno preguntarse, dijo Zsuzsanna Szelenyi, si Hungría sigue siendo una democracia o no. Si Víktor Orbán ejerce o no una democracia iliberal o un iliberalismo. ¿Puede su gente cambiar pacíficamente a sus líderes, si así lo desean? ¿Es posible una entrega pacífica del poder? ¿Podría otro gobierno liderar el país de manera efectiva?
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