Investigadores españoles encontraron una relación directa entre ciertos factores climatológicos y demográficos y la expansión de la COVID-19. Un estudio determinó que la incidencia de la propagación de la enfermedad aumenta si disminuye la radiación solar y se incrementa la densidad de población.
En el Hospital Clínic de Barcelona y el Institut d’Investigacions Biomèdiques August Pi i Sunyer (Idibaps) se desarrolló la investigación. Analizaron aspectos climatológicos y demográficos en varias regiones del mundo, vinculados a la extensión de esa enfermedad.
En el estudio participaron Xabier Urra y Mar Guasp, especialistas de neurología del Hospital Clínic, y Carlos Laredo, todos del Idibaps.
Los investigadores señalaron que todavía no se conocen los factores clave que han hecho que el SARS-CoV-2 se propagara. Diferentes análisis sugieren que la climatología podría influenciar la evolución de la pandemia. Esta relación está en línea con la naturaleza estacional de ciertos virus de la familia de los betacoronavirus. También es consistente con el hecho de que las variables ambientales, como las altas temperaturas o la alta humedad, disminuyen la capacidad de propagación de la gripe.
“Pero no hay un consenso sobre si el aumento de las temperaturas o la humedad que se espera en los próximos meses frenará la transmisión del virus”, dijo Urra, coordinador del estudio. “Conocer los factores que influencian la diseminación de la COVID-19 podría ayudar anticipar sus consecuencias y a tomar medidas para mitigar su impacto”, añadió.
Radiación solar reduce la COVID-19
El estudio denominado “Una alta radiación solar está asociada con una menor incidencia de la COVID-19”, fue publicado en la revista científica Clinical Infectious Diseases.
Los investigadores analizaron si las diferencias en la incidencia de la COVID-19 se pueden asociar a factores climatológicos o a la densidad de población. Para ello, correlacionaron los casos reportados en las primeras semanas de la epidemia en cada país y región con los datos climatológicos en el mismo periodo.
Los resultados demostraron que la incidencia del coronavirus es superior cuanto menor es la radiación solar y mayor es la densidad de población.
“Aunque la radiación UV no es suficiente por sí sola para frenar al virus, el efecto protector de la radiación solar era de una magnitud similar al aumento asociado a la densidad poblacional. Y el aumento que se producirá en las próximas semanas puede ayudar a disminuir su progresión”, explicó Urra.
“Actualmente”, apuntó, “estamos estudiando la relación entre factores climáticos y la incidencia de la COVID-19 y la frecuencia de anticuerpos frente al virus en España”.
Los autores manifestaron que se requerirán más estudios sobre el potencial efecto protector de la radiación solar sobre la COVID-19. En función de ello se podrá estudiar el papel de los cambios meteorológicos estacionales en la propagación de este coronavirus.
Las altas temperaturas y la vida del virus
La relación entre el clima, más específicamente la radiación ultravioleta y la vida del nuevo virus es motivo de investigación en otras partes del mundo.
Cuanto mejor sea el clima, más fuertes son los rayos UV emitidos por el sol, y pueden destruir el material genético del virus. Pero esto sólo tiene un impacto en la vida del coronavirus al aire libre, no en la transmisión entre personas.
Según el profesor Olivier Bouchaud, jefe del sector de enfermedades infecciosas y tropicales del hospital Avicenne, en la región de París, se puede hablar de una sensibilidad del nuevo coronavirus al calor.
«Es paradójico, pero es un virus relativamente frágil. Para que pierda sus efectos y muera, se necesitan temperaturas muy altas, entre 56°C y 58°C. Pero, por supuesto, en ningún momento del año en Francia, ni en la mayor parte del planeta, tenemos temperaturas ambientales de este nivel», dijo.
Por otra parte, investigadores del MIT de Estados Unidos han demostrado que el 80% de las infecciones se producen en zonas donde la temperatura está entre 3°C y 17°C.
Pero el coronavirus puede sobrevivir a temperaturas superiores a esta media. Prueba de ello es que se difunde silenciosamente dentro de nuestros cuerpos a 37°C. Las temperaturas negativas tampoco matan al virus, que puede sobrevivir muchos grados bajo cero.
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