A Japón se le distingue por la gallardía de su pueblo en reponerse de las bombas de Hiroshima y Nagasaki y convertirse en la tercera mayor economía del mundo. En poner a resguardo palacios imperiales, miles de santuarios, templos tradicionales y fusionarlos a la modernidad. Es también el resultado de un aluvión de culturas que lo hacen diferente al resto de países asiáticos. ¿Japón es una sociedad racista, pasa por alto el racismo o simplemente no cae en cuenta de esa posibilidad?
Tras el asesinato de George Floyd, el movimiento Black Lives Matter experimentó un resurgimiento mundial. Durante este tiempo, las redes sociales japonesas se llenaron de frases como “no hay racismo en Japón” y “el racismo en Japón es difícil de ver”. Esto podría sugerir una suposición subyacente entre el público japonés de que el racismo en EE UU es “más visible” que en Japón. Pero tal suposición no es necesariamente cierta. En realidad, el racismo que existe en todo el mundo no es «más fácil de ver» en EE UU ni «más difícil de ver» en Japón.
El racismo contemporáneo en EE UU a menudo se describe como más difícil de identificar que antes, reseña Public Books haciendo uso de una investigación en la revista NEUT, con sede en Tokio. Si bien las leyes descaradamente racistas pueden ser menos frecuentes que antes, los sistemas sociales que oprimen y discriminan a ciertos grupos raciales continúan prosperando. Hoy lo conocemos como “racismo institucional”.
Entonces, ¿por qué la realidad del racismo en EE UU recibe tanta atención? Esto se debe a que innumerables personas han seguido identificando, investigando e incluso capturando evidencia de racismo en sus teléfonos inteligentes. Revelando así las estructuras racistas que sustentan el sistema social en general.
¿Racismo en Japón?
La cultura de Japón es el resultado de un proceso histórico que comenzó con las olas inmigratorias originarias del continente asiático y de las islas del océano Pacífico. Seguido por una fuerte influencia cultural proveniente de China. Posteriormente, el shogunato Tokugawa instauró a mediados del siglo XVI un largo período de aislamiento con el resto del mundo (sakoku). Que se prolongó hasta el comienzo de la Era Meiji, a finales del siglo XIX, cuando recibió una inmensa influencia extranjera acrecentada tras el fin de la Segunda Guerra Mundial.
¿Este proceso histórico y cultural amalgamó el racismo en Japón? A lo largo de los años, se han realizado varios sondeos japoneses que documentan el racismo. Por ejemplo, surgen algunos hallazgos en el Informe de la Encuesta de Residentes Extranjeros de 2017. Un proyecto de investigación encargado por el Ministerio de Justicia de Japón. Allí, el 39,3% de los encuestados dijo que su «solicitud de arrendamiento fue denegada» por un agente inmobiliario debido a sus antecedentes.
Asimismo, al 25% se les ha “negado el empleo por ser extranjero”. Además, según el Informe sobre la realidad de la discriminación racial en Japón, sesenta y tres investigaciones de discriminación contra extranjeros y discriminación racial se abrieron a nivel del gobierno local. Desde 1984 hasta 2014 incluidas las investigaciones de los gobiernos de las prefecturas y los municipios.
Estas encuestas han revelado instancias específicas de discriminación racial: en escuelas, oportunidades de empleo, comentarios, opciones de financiación (para empresas privadas). Así como en oportunidades comerciales, alquiler o arrendamiento de una casa, matrimonio, en el lugar de trabajo, por parte de la gerencia (empleados). En los trámites ante las administraciones públicas, entre otros. A pesar de la evidencia tan clara, ¿por qué mucha gente cree que “no hay discriminación racial” en Japón?
El gobierno y otras autoridades miran a otro lado
Una de las razones principales detrás de esta creencia de larga data se puede atribuir a la historia política de Japón. Hay tres problemas significativos en la esfera política que dificultan la capacidad del público para reconocer el racismo, reseña PublicBooks.
Primero, la posición oficial del gobierno japonés niega la existencia misma de la discriminación racial. A pesar de las recomendaciones de Naciones Unidas y otros países para tomar medidas adecuadas contra la discriminación racial, el gobierno japonés fijó su posición. Y declaró que “no reconocen que la situación actual de Japón es una en la que los actos discriminatorios no pueden ser reprimidos de manera efectiva por el sistema legal existente. Y en los que se llevan a cabo actos explícitos de discriminación racial, que no pueden ser refrenados por medidas distintas a la legislación”. Por tanto, no se considera necesaria la sanción de estos actos”.
Incluso si los gobiernos locales destacan la realidad de la discriminación en sus municipios, la actitud de negación total del gobierno federal influye fuertemente en la postura general de la sociedad sobre la existencia, o ausencia, del racismo en Japón. Aunque estos problemas existen, la negación del racismo por parte del gobierno japonés socava su realidad.
El segundo problema radica en los métodos que utiliza el gobierno japonés para realizar su censo. En EE UU y el Reino Unido, los datos del censo no solo registran la nacionalidad, sino también el origen étnico y racial. Esto se debe a que la nacionalidad no se equipara con la etnia o la raza. Sin embargo, dado que las estadísticas de población japonesa solo se basan en la nacionalidad, el censo no explora la diversidad racial entre los ciudadanos.
Japón es un país monoétnico
Esta estadística refuerza la idea de que la categoría de “japonés” se refiere a un solo grupo étnico, y que la población de Japón solo se compone de personas monorraciales japonesas y no japonesas.
No obstante, indica la publicación, que “cuando consideramos la composición racial y étnica real de las personas que viven en Japón, rápidamente nos damos cuenta de que la realidad es mucho más compleja. Dado que las estadísticas demográficas enmascaran la realidad racialmente diversa, lleva a la idea de que “Japón no es racialmente diverso. Por lo que, en primer lugar, no existe el racismo”.
El tercer tema es el “mito de la etnia única” propagado por los políticos japoneses. Aquellos en posiciones de poder político han afirmado continuamente que los japoneses son un grupo monoétnico. Pero Japón siempre ha sido un país con diversas culturas y costumbres que varían según la región. Con una rica diversidad lingüística (como el ainu, el uchinaguchi (okinawense) y el lenguaje de señas japonés). Y una larga historia de movimientos migratorios y nomadismo.
Cuando los políticos influyentes contradicen repetidamente esta realidad, al afirmar que Japón es una sociedad monoétnica con un idioma y una cultura que ha existido durante dos mil años. Refuerza el mito de la etnia única mencionado anteriormente. Este mito de la homogeneidad racial y étnica se usa para justificar la idea de que el racismo nunca ha ocurrido en Japón.
Combatir la discriminación racial
Aunque este artículo se enfoca principalmente en temas dentro de la esfera política, otros sectores como la educación y los medios también juegan un papel en silenciar la realidad del racismo en el país.
Para superar esta ficción, se debe aceptar que Japón es racialmente diverso y reconocer que los japoneses discriminan a los extranjeros y otros japoneses. A partir de aquí, como sociedad se deben establecer leyes y reglamentos que combatan la discriminación racial.
Además, se debe prestar atención a las experiencias vividas por cada individuo para comprender cómo la discriminación racial afecta su vida cotidiana. Y resistir la tentación de minimizar o silenciar sus experiencias.
Yoshitaka Lawrence Shimoji es el autor del reportaje en Public Books. Sociólogo con doctorado de la Universidad Hitotsubashi. También es el autor de A Social History of «Halfs», «Doubles» and «Mixes». Y administra el sitio web Hafu Talk para personas con parentesco mixto y aquellos con raíces en el extranjero.