Por Andrés Tovar
13/06/2018
La saga de la cumbre de Trump y Kim terminó. Fundamentalmente, su epilogo fue una declaración de principios algo vaga. Una serie de imágenes para el recuerdo y una sorpresa: el anuncio de Trump de que suspendería los ejercicios militares con Corea del Sur como un gesto de buena voluntad hacia los norcoreanos, una medida con la que el gobierno de Seúl no contaba.
Incluso, los más sesudos analistas políticos aún barajan posibilidades tras la cumbre de Trump y Kim. Por ejemplo, Max Fisher en el New York Times, apunta. «Si la razón de la cumbre era que el mundo estuviera mucho más cerca de resolver la crisis norcoreana, pues eso no sucedió. Corea del Norte no tomó medidas, ni siquiera retóricas, hacia un desarme de misiles y otras armas. Estados Unidos tampoco hizo cambios concretos a largo plazo; los ejercicios militares fácilmente pueden reanudarse».
En consecuencia, los días por venir seguirán planteando debates sobre las grandes preguntas sobre la cumbre. ¿Qué realmente sucedió? ¿Obtuvieron Estados Unidos y Corea del Norte lo que querían? ¿Es el mundo es un lugar mejor o peor luego de la cumbre de Trump y Kim?
Para hacer nuestro particular ejercicio, decidimos revisar lo que dicen los analistas. Para así, intentar responder quién o quienes obtuvieron una mejor posición de la que tenían antes de las conversaciones y quiénes resultaron heridos tras el encuentro. En resumen, para comprender lo que realmente pasó en Singapur.
¿Ganó Kim?
Kim Jong Un es el líder de un país pequeño. Profundamente empobrecido. Es un dictador brutal que encarcela a sus propios ciudadanos. Pero acaba de lograr que el presidente de Estados Unidos vuele por la mitad del mundo para reunirse, estrechar su mano y cancelar los ejercicios militares con su mayor enemigo, todo sin renunciar a nada importante a cambio. Esa es una gran victoria.
«Kim Jong Un está buscando desesperadamente el reconocimiento internacional de Corea del Norte como un país en buena posición, de su derecho a gobernarlo y de la legitimidad de su posesión de armas nucleares», dijo Jeffrey Lewis, experto en el programa nuclear de Corea del Norte en el Middlebury Institute of International Studies, escribe en Foreign Policy. Y ciertamente lo logró. Los elogios de Trump a Kim en la conferencia de prensa refrendaron en parte esa necesidad de reconocimiento.
Finalmente, Corea del Norte no renunció a nada importante en la declaración conjunta después de la cumbre. Y ganó tanto una victoria propagandística como una promesa de los EEUU de suspender los ejercicios militares con Corea del Sur. Nada mal para un primer encuentro.
¿Gano Trump?
Ser el primer presidente de Estados Unidos en reunirse con un líder norcoreano puede contabilizarse como una ganancia para Trump. Sobretodo tras sus antecedentes. A su llegada a la Casa Blanca, Trump se presentó como un negociador duro y experto que sabía cómo llegar a un acuerdo. Pero durante la mayor parte de su presidencia, ha estado rompiendo acuerdos, como el acuerdo Transpacífico y el climático de París, por citar dos.
Pero, más allá de eso, Estados Unidos no obtuvo nada en absoluto de Corea del Norte, mientras le entregó a Kim las dos grandes concesiones arriba mencionadas. Sin embargo, sería un error decir que el mandatario fue el perdedor de la cumbre de Trump y Kim. Como lo apuntó Fisher en el artículo del NYT arriba mencionado, Trump debe obtener mucho crédito por reducir el riesgo de guerra, algo sin duda mucho más acertado que la retórica áspera del «fuego y furia». Y, aunque no parezca haber ganado nada, mantiene a Corea del Norte en la mesa de negociación.
Ellos si no ganaron
Pero si hay que designar quién o quienes perdieron tras la cumbre de Trump y Kim fueron los prisioneros políticos norcoreanos. Ninguneados en el acuerdo final y olvidados en los brutales campos de concentración, altamente documentados por ONG’s como Amnistía Internacional.
Cabe recordar que Corea del Norte es ampliamente considerada como el país más represivo del mundo. En algún lugar entre 80 y 130 mil norcoreanos están actualmente retenidos como prisioneros políticos por su propio gobierno. Detenidos en gulags brutales y perversos. Cientos de miles de coreanos han muerto en estos lugares en las últimas décadas mediante ejecuciones sumarias y actos de violación sistemática.
Asimismo, Corea del Norte ha dedicado enormes recursos a su programa nuclear y militar, a expensas de las necesidades básicas de sus ciudadanos. UNICEF estimó en enero que 60,000 niños norcoreanos estaban al borde del hambre.
El acuerdo de Trump-Kim no hace nada para ayudar a esta gente. A pesar de que, en su presentación posterior a la cumbre, Trump declaró a los prisioneros políticos como «grandes ganadores». Incluso, en la rueda de prensa celebrada en Singapur, Trump habló sobre el desarrollo económico de Corea del Norte. «Tienen buenas playas, lo que se ve cada vez que están explotando sus cañones en el océano», señaló el líder estadounidense, conocido por su vasta experiencia en el negocio inmobiliario.
Según él, Corea del Norte «podría tener los mejores hoteles del mundo» e instó a «pensarlo desde una perspectiva inmobiliaria». ¿Se habrá olvidado el dignatario estadounidense de la historia de su compatriota Otto Warmbier?.
En fin. La política tiene sus artilugios. Y, como arte político, no hay nada intrínsecamente malo en negociar con los líderes de los países represivos. Pero dejar de lado por completo los derechos humanos, apenas mencionarlo, lo que aporta es ganancia a la propagandística de Kim, que puede usar para hacer que su régimen parezca más legítimo a los ojos de su pueblo. Si no se logran mejoras. ¿entonces de qué sirve hablar?