Alfredo Fernández-Ojanguren, Universidad de Oviedo y Rolando Rodríguez Muñoz, University of Exeter
Estamos en medio de una emergencia climática. Los científicos llevan más de 40 años advirtiendo de que sus datos sobre el clima global revelan tendencias alarmantes y que debemos actuar con urgencia. Y sin embargo, las emisiones de gases de efecto invernadero siguen aumentando. Necesitamos cambiar nuestra forma de obtener energía, y reemplazar el uso de combustibles fósiles por renovables que no emitan carbono a la atmósfera.
El Pacto Verde Europeo se propone que el continente sea climáticamente neutro. Para ello la Unión Europea promueve la obtención de energía de fuentes renovables como eólica, solar, hidráulica, mareomotriz, geotérmica y a partir de biocarburantes, incluida la biomasa forestal.
El uso de la biomasa para reemplazar al carbón ha sido acogido con entusiasmo en varios sectores industriales. Los fondos europeos de recuperación y resiliencia están aportando grandes cantidades que los gobiernos locales destinan a adaptar centrales térmicas para quemar biomasa donde antes se quemaban combustibles fósiles.
Críticas desde la ciencia
Menos entusiasmo se percibe desde sectores científicos. En febrero de 2021, más de 500 científicos y economistas dirigían una carta a los principales mandatarios mundiales urgiéndoles a preservar los bosques y desechar el uso de biomasa como fuente de energía. El argumento es simple: dejemos que los árboles sigan capturando y almacenando carbono, lo que nos ayudará con las dos crisis a las que nos enfrentamos, la climática y la de biodiversidad.
A este argumento se suma el hecho de que la cantidad de CO₂ que se emite para generar un kilovatio de energía es mayor si se usa biomasa que si se quema carbón. La combustión de biomasa en forma de pellets también emite gran cantidad de gases y partículas nocivos para la salud.
Visiones contrapuestas
La respuesta de la industria es igualmente simple: el carbono que se emite al quemar pellets de biomasa volverá a ser capturado por los árboles, así que el balance neto sería neutro. Pero liberar en unos segundos lo que un árbol ha acumulado durante toda su vida genera una deuda de carbono. Compensarla requiere décadas, dependiendo del tipo de árbol y de bosque, y en el contexto actual de emergencia climática, no disponemos de ese tiempo.
Además, cortar, transportar y preparar la madera para su combustión conlleva unas emisiones que en ningún caso se recuperan.
Evidentemente, siempre, en algún sitio, habrá un árbol capturando y almacenando carbono. La disyuntiva está en permitir que haya el mayor número posible de árboles almacenando carbono y formando parte de un ecosistema maduro, o cortar, triturar y quemar una parte de ellos liberando otra vez ese carbono a la atmósfera. Pero el balance solo será neutro si se emite al mismo ritmo que se fija.
El impacto sería menor si los pellets se produjeran a partir de restos de la actividad maderera, como ramas y pequeños trozos sin valor de mercado. Pero eso no basta para alimentar las centrales ya en marcha. Las plantas productoras de pellets utilizan mayoritariamente árboles completos.
¿Y si pudiésemos capturar y almacenar el CO₂ en las plantas en las que se quema la biomasa? De hecho, la tecnología existe (BECCS) aunque está sin desarrollar a la escala necesaria. Por otra parte, aunque se pudiera capturar todo el carbono en los puntos de emisión, producir electricidad usando biomasa forestal seguiría resultando en pérdida de biodiversidad si esto exige cortar bosques o crear nuevas plantaciones.
Bosques y plantaciones
En este contexto es importante diferenciar entre un bosque y un cultivo forestal. Los bosques son ecosistemas formados por árboles de diferentes especies y tamaños e incluyen estratos arbustivos que son fundamentales para su biodiversidad. Deforestar, alterar bosques maduros, implica una pérdida de biodiversidad.
Las plantaciones forestales están manejadas para maximizar la producción de madera. Todos los árboles de una parcela se plantan a la vez de manera que el crecimiento sea uniforme, y se eliminan competidores y herbívoros.
Los cultivos energéticos emplean especies no autóctonas de crecimiento muy rápido para que los ciclos de tala sean cortos. Para producir pellets se puede usar también madera de menor calidad que la requerida para pasta de papel o carpintería. El resultado es que estos cultivos son todavía más diferentes de un bosque que las explotaciones forestales destinadas a otros usos. Aunque reemplazar bosques maduros por cultivos forestales puede parecer un cambio pequeño en el uso del territorio, las consecuencias para la biodiversidad son dramáticas.
Comercio global
En Europa, como ocurrió con la revolución industrial, Gran Bretaña también ha tomado la delantera en reemplazar carbón por biomasa. Pero la producción local de pellets no alcanza, así que la mayoría de lo que se quema procede de otras regiones, principalmente el SE de los EE. UU..
Esto añade a la ecuación el carbono requerido para
El futuro ya está aquí
La Unión Europea debe decidir si sigue invirtiendo millones en producir energía quemando biomasa forestal. Para basar esa decisión en conocimiento científico, ha encargado un informe al Joint Research Centre.
El informe concluye que la biomasa no es neutra en carbono. Solo en condiciones especiales de manejo forestal y usando restos de la industria maderera sería aceptable usar biomasa para producir energía. Convertir bosques en plantaciones de cultivos energéticos sería “extremadamente negativo” para la biodiversidad local. La recomendación final es que los países controlen los incentivos financieros a este tipo de actividad industrial.
A la vista de la evidencia científica acumulada, lo esperable es que en un futuro cercano la Unión Europea elimine la biomasa forestal de la lista de energías renovables. Mientras tanto, parece poco sensato seguir invirtiendo fondos públicos en quemar bosques para generar electricidad.
Alfredo Fernández-Ojanguren, Profesor de Biología Evolutiva, Universidad de Oviedo y Rolando Rodríguez Muñoz, Researcher, University of Exeter
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.