Por Gorka Landaburu
Se podrá tildar de farsa, de sainete democrático o de propaganda, lo ocurrido el pasado día 9-N, en Cataluña. El propio Mariano Rajoy lo ha tachado de simulacro electoral y rotundo fracaso para los independentistas. La respuesta de Artur Mas, que volvió a sacar pecho, no se hizo esperar, al afirmar que “ el Estado no nos da miedo”.
El dialogo de sordo y la miopía política no permite, por ahora, ser muy optimista para que se reconduzca, por lo menos a corto plazo, el denominado problema catalán.
Está claro y es evidente que el presidente del Gobierno se niegue a sentarse con el presidente de la Generalitat, para hablar de “liquidar la soberanía nacional” o “ la unidad de España”; argumentando que “ hay mas catalanes que independentistas”, ya que dos de cada tres no participaron” en la consulta.
Sin embargo, nadie puede despreciar que mas de dos millones de catalanes se desplazaron para votar y depositar su voto en las supuestas urnas ficticias. Serán muchos o pocos, pero son votos que no se pueden tomar a la ligera y que evidencian la realidad de un problema, que es político y lleva mucho mar de fondo.
Artur Mas que ha capitalizado la jornada del 9-N, y que no esta dispuesto a ceder su liderazgo, se siente reforzado y ha recuperado la iniciativa frente a sus compañeros de viajes de ERC. Queda por saber, cual va a ser la actitud de los partidos soberanistas. Si Mas y Junqueras van a mantener el órdago con la Moncloa. Si la unidad de los independentistas no se va a resquebrajar por intereses personales y, si como al parecer, se va a un adelanto electoral de carácter plebiscitario.
A Cataluña solo le queda dos caminos el de proseguir e insistir por la vía de la independencia o buscar el camino del pacto y del acuerdo que permita una nueva integración en el Estado. Se mire por donde se mire, y aunque los vientos soplen a favor de los soberanistas, son también muchos los que piensan que la ruptura y la fractura social que se puede producir, no favorecen ni a unos ni a los otros.
Todo queda en el aire y no parece que la tormenta que se ha desatado vaya a amainar a corto plazo. Es preciso, que impere el sentido común y que los responsables de este desaguisado, que se sitúan en las dos orillas, vuelvan a la mesa del dialogo y del acuerdo; porque el enfrentamiento también favorece a los extremistas que se encuentran muy cómodos y que están en los dos bandos.
No es la hora de las tácticas ni de impresionar al adversario. Es la hora, de la reflexión y de abordar el problema con voluntad de arreglo y con visión de futuro. Mas y Rajoy son los máximos responsables y sin no logran resolver la ecuación catalana, lo mejor que pueden hacer es marcharse a casa.
Por cierto y con todo el asunto pendiente nadie habla de la crisis, de los recortes, del paro, y de los desahucios, que también golpean y afectan a Cataluña. Por aprobar no han aprobado ni los presupuestos que al parecer debe ser, por ahora, un problema menor hasta para la Generalitat.