¿Sabes qué es la terapia de flotación? Imagina una alberca pequeña, poco profunda, donde solo cabes tú, flotando panza arriba. Imagina que esa piscina está en una habitación insonorizada y apenas iluminada. El agua no está ni fría ni caliente, sino a tu temperatura corporal. Imagina que la densidad del agua es tan alta que sin hacer ningún esfuerzo flota, no deja que te hundas. Imagina que se apagan las luces, que cierras los ojos, que respiras profunda y lentamente.
Tus pies, tus piernas, tu abdomen flotan. Tu espalda finalmente se relaja y flota. Tus hombros y manos flotan y apenas tus codos se sumergen un poquito en el agua. Todo está en silencio. Tu cara está por completo fuera del agua pero tus orejas están a medio camino entre esta y la superficie. Entonces comienzas a percibir sonidos extraños, medio desconocidos, como un golpeteo acompasado. Tun-tun… tun-tun… tun-tun. Un resoplido, como si algo se llenara y se vaciara de aire dentro de ti. Sshhhiushh-sshhhiashh.
Todo lo que te preocupaba tres minutos atrás, parece difuso ahora porque esos sonidos son nuevos e interesantes. Imagina que te das cuenta de que esos sonidos nuevos son tu corazón y el aire entrando y saliendo de tus pulmones. Sonríes porque, sin entender muy bien por qué, te invade una rara sensación de felicidad, de paz, de bienestar. Imagina que te duermes, por una hora, flotando panza arriba en una alberca donde solo cabes tú, tu corazón y tu respiración.
Así se siente la terapia de flotación. Quizá no la primera vez. Quizá no los primeros minutos, pero una vez que te permites disminuir tu estado mental de alerta y centrar tus cinco sentidos en ese momento presente, las percepciones cambian.
Mitiga el dolor y mejora el sueño
Esta experiencia sensorial es apenas una de las aristas de la terapia de flotación, la menos científica y más personal. Pero desde hace una década el neuropsicólogo Justin Feinstein, director del Float Clinic and Research Center en Oklahoma, investiga los beneficios de esta práctica. Junto a su equipo indaga si es útil para tratar la ansiedad, el estrés postraumático, la presión arterial y la depresión.
Los primeros experimentos sobre los efectos de flotar se produjeron en los años 50 del siglo pasado. Pero el asunto no despertó el interés de financistas y su promotor, el controvertido neurocientífico John C. Lilly, no hizo grandes avances.
En los años noventa, el psiquiatra Thomas H. Fine realizó algunas pruebas, sin datos concluyentes. Luego de sesiones de flotación de 8 a 40 minutos, tomó muestras de sangre a los voluntarios y encontró que el cortisol (responsable de la respuesta de estrés) bajó en hasta 22%.
En 2006, el International Journal of Stress Management, publicó otro estudio. Esta vez, luego de 12 sesiones de flotación, 70 personas con dolor asociado al estrés reportaron alivio general y mejoría en la calidad del sueño.
Un testimonio no científico, que recoge el amplio espectro que podría abarcar este tipo de terapia, se conoció en 2015. Una mujer de 28 años, Emily Kate Noren, publicó Unsinkable, un libro que relata su experiencia con la terapia de flotación para superar la anorexia. “Yo solía escuchar la voz de mi desorden alimenticio, la voz del comercial de dietas, la voz del influencer que perdió peso. En el tanque de flotación yo pude escuchar mi propia voz”, resume Noren.
La amígdala se apaga
En el año 2015, el equipo de Feinstein logró las primeras comprobaciones científicas de que la terapia de flotación sí logra desactivar la amígdala. Para ello convocaron a un grupo de voluntarios a los que se les hizo un scan cerebral, luego fueron separados en dos grupos; uno fue a la cámara de flotación y el otro a una cámara de relajación.
Se practicaron tres sesiones de 90 minutos cada una y al terminar, escanearon el cerebro de los voluntarios nuevamente. Encontraron que la amígdala de los que estuvieron en la cámara de flotación se desactivó.
En 2018 Feinstein publicó una investigación parcial en la revista Plos One que indagó sobre el efecto ansiolítico y antidepresivo de corto plazo de la terapia de flotación. Aquí trabajó con 50 personas con ansiedad, estrés y depresión diagnosticadas, de diferentes niveles y bajo tratamiento.
Encontró que luego de una sesión de una hora, se redujo sustancialmente la ansiedad. Los participantes dijeron sentir menos tensión muscular, menos dolor y alivio de los síntomas de depresión. También reportaron un significativo aumento de buen ánimo traducido en más serenidad, felicidad y una condición general de bienestar.
“Los hallazgos de este estudio abierto sugieren que la terapia de flotación podría ser una técnica para reducir agudamente los síntomas de la ansiedad y la depresión”, dice el reporte de la investigación. El equipo de Feinstein ahora indaga sobre los efectos de la flotación en personas con estrés postraumático.
El año pasado, la especialista en desórdenes alimenticios, Emily Choquette, constató lo que Noren experimentó en carne propia años atrás: la terapia de flotación puede tener efectos positivos en el tratamiento de la anorexia.
Flotación versus watsu
En el mundo de las terapias y tratamientos alternativos para el dolor físico y emocional, encontramos otro similar a la terapia de flotación: el watsu. Esta práctica, también popularizada a comienzos de los 2000, surge de la combinación de las palabras agua (water en inglés) y shiatsu (técnica de sanación japonesa).
Aunque este consiste igualmente en flotar en el agua, se diferencia porque el watsu se hace con asistencia de un masajista, por lo que se practica en una piscina más grande. Este masajea los músculos y mueve las articulaciones, estimulando los tejidos del paciente mientras flota. Se utiliza para tratar el estrés, los dolores crónicos, la fibromialgia, los trastornos del sueño y otras afecciones similares.
Volviendo a la terapia de flotación, vale decir que esta tiene un par de décadas de crecimiento en occidente. En Estados Unidos, en 2010 había menos de 100 centros de flotación; hoy en día hay más de 400. En España, basta con ingresar en el buscador de tu preferencia, para que se despliegue una lista de opciones bastante amplia. Y en Latinoamérica, ya en los 2000 comenzaron a popularizarse las empresas de instalación de tanques de flotación, así como los centros de cuidado corporal que ofrecían el servicio.
El precio de una sesión de flotación oscila entre 50 a 100 dólares en Estados Unidos, y en Madrid puede ir de 35 a 40 euros. También promocionan combos de tres a 10 sesiones por precios que van de 90 a 200 euros. Las páginas web de los centros de cuidado corporal han incorporado testimonios, así como fotos y vídeos de todo el proceso.
¿Por qué flotas?
El agua de los tanques de flotación está mezclada con sal de Epsom. Esta sal está hecha de magnesio y sulfato, utilizados en diversos tratamientos de salud. El magnesio regula cientos de enzimas, y su carencia puede incidir en los problemas de tensión arterial alta, hiperactividad y problemas del corazón.
El sulfato ayuda a eliminar toxinas y a producir proteínas en las articulaciones y el cerebro. La concentracion de sal de Epsom es tan elevada que si la persona se sienta sobre el agua, flotará balanceándose como una boya en el mar.
En los centros de cuidado corporal la proporción es más o menos estándar: 600 litros de agua con 350 kilos de sal de Epsom. Mientras la profundidad de los tanques de flotación varía entre 25 y 30 centímetros.
Así como hay albercas de flotación, completamente abiertas para facilitar el proceso a las personas con claustrofobia, también hay cápsulas que se cierran completamente y profundizan aún más la sensación de aislamiento.