Por Iñigo Aduriz
04/08/2016
El PP, los poderes económicos y la mayoría de los medios de comunicación están tratando de situar la pelota de la gobernabilidad en el tejado del PSOE, planteando siempre como única opción la investidura de Mariano Rajoy a quien el Rey le ha encargado la tarea de intentar formar Gobierno. Lo dijo el martes el presidente del Gobierno en funciones tras reunirse con el líder socialista, Pedro Sánchez, que le recalcó que su voto en la sesión de investidura, si es que se produce, sería negativo: «Con su no, se mantiene el bloqueo y eso nos lleva a elecciones».
El encuentro del miércoles entre Rajoy y el líder de Ciudadanos, Albert Rivera, no hizo más que aumentar la presión sobre los socialistas, después de que el líder del PP asegurara que se ha dado un primer paso hacia la gobernabilidad y tras insistir en la necesidad de al menos la abstención del PSOE.
Pero la decisión que tome finalmente el partido que dirige Pedro Sánchez no será decisiva sólo para desbloquear o no el país tras más de ocho meses de interinidad del Ejecutivo. También determinará el futuro y las opciones de los socialistas para volver a ser el partido más votado en elecciones futuras, así como su papel como formación mayoritaria del conjunto de la izquierda española.
En busca de una alternativa
Si el PSOE se mantiene en el ‘no’ estará obligado a presentar una opción alternativa a la del PP, en la que llevan insistiendo desde el 26J Unidos Podemos y partidos del espectro nacionalista. Eso si realmente los socialistas no quieren que se produzcan unas terceras elecciones.
Pero precisamente la pluralidad de las formaciones que deberían sostener –bien con un respaldo explícito o bien dejándole hacer– ese hipotético Gobierno presidido por Sánchez podría traerle consecuencias a la cohesión interna del partido socialista y podría pasarle una factura electoral en aquellas comunidades autónomas con un electorado más centralista y, por lo tanto, menos proclives al entendimiento con las fuerzas nacionalistas.
Ese es el mensaje que llevan defendiendo, por ejemplo, el presidente de la Junta de Extremadura, Guillermo Fernández Vara, el de Castilla-La Mancha, Emiliano García Page, o la propia presidenta de la Junta de Andalucía y dirigente con mayor poder institucional del partido, Susana Díaz. A ese temor responde también que el Comité Federal del PSOE –máximo órgano de decisión entre congresos– aprobara en la legislatura pasada rechazar cualquier tipo de opción de Gobierno que implique el papel activo o pasivo de los nacionalistas.
La hegemonía de la izquierda
No obstante, si finalmente los socialistas abren la mano a esta posibilidad y Sánchez consigue hacerse con la Presidencia del Gobierno con el apoyo del conjunto de la izquierda, el PSOE se podría afianzar como el partido de referencia de ese espectro ideológico como ya lo fue, al menos si se tiene en cuenta el número votos, durante los sucesivos gobiernos encabezados por Felipe González, primero, y José Luis Rodríguez Zapatero, después.
Esta identificación por parte del electorado podría beneficiarle de cara a unas elecciones que, precisamente dada la pluralidad de los partidos que sostendrían a Sánchez, podrían producirse en no más de dos años. Porque sólo cuando ha sido identificado como el voto útil por parte de la izquierda el PSOE ha ganado comicios y ha conseguido mantenerse en el Ejecutivo. También conseguiría salvar al secretario general de cara al futuro congreso del partido en el que volvería a resultar reelegido.
Si, en cambio, los socialistas se mantienen en el ‘no’ a Rajoy pero se niegan a presentar una alternativa y se producen unas nuevas elecciones –las terceras en menos de un año– es probable que el electorado, especialmente el de centro, identifique con un nuevo bloqueo institucional al PSOE. Además, la tendencia electoral de los últimos años, siempre a la baja para los socialistas, podría agudizarse en unos nuevos comicios que se celebren en el corto plazo, también por una más que previsible desmovilización de los votantes de la que suele beneficiarse la derecha.
Qué pasaría si se abstiene
La hipotética opción de la abstención a la investidura del líder del PP, tan ansiada por los propios populares, pedida incluso por viejos pesos pesados del socialismo como Felipe González y negada una y otra vez desde el PSOE, situaría inevitablemente a los socialistas frente al resto de la izquierda que rechaza con contundencia revalidar los cuatro años de la mayoría absoluta de Rajoy dejándole volver a gobernar.
Unidos Podemos aprovecharía el favor que los de Sánchez harían al principal partido de la derecha española para presentarse como la única opción de izquierda y la coalición que encabeza Pablo Iglesias trataría de situarse como la única oposición al Ejecutivo. Esto perjudicaría a esa imagen de partido hegemónico de la izquierda que tanto quieren preservar los socialistas, y podría salirles caro de cara a futuras citas electorales.
El único beneficio que podría aportarle al PSOE su abstención en una investidura de Rajoy sería el de la identificación –sobre todo por parte del electorado más situado en el centro y en la derecha– de los socialistas como miembros de un partido con responsabilidad de Estado. También sería bien vista esta posición por parte de los poderes económicos con los que tantas propuestas comparten el PP y Ciudadanos.