Los atentados a Donald Trump revitalizaron las teorías de conspiración de QAnom. Una periodista investigó el impacto que tiene en las familias de los conspiramoicos.
Las teorías de conspiraciones suelen ser exitosas porque en esencia son bastante simples. Un grupo todopoderoso oculta, tergiversa o manipula un acontecimiento, a menudo en resguardo de oscuros intereses. Una premisa presente en las teorías de QAnom. Es frecuente hablar de su impacto social y político, pero también tiene un impacto personal y familiar. Hay quienes lo comparan con una secta.
Según el historiador Gordon S. Wood en el pasado, cuando las decisiones políticas eran territorio exclusivo de las élites gobernantes (emperadores, reyes y cortesanos, líderes religiosos, etc) la población intentaba adivinar los motivos detrás de ellas. En general todas coinciden: Un grupo poderoso que todo lo controla le oculta la verdad a la gran mayoría.
Estados Unidos históricamente ha sido un terreno fértil para las teorías conspirativas. La desconfianza hacia el poder desembarcó en esas tierras con los padres peregrinos. Desde las conspiraciones masónicas al poder los Iluminatti; o al asesinato de John F Kennedy; de Rosswell al candidato de Manchuria; hasta llegar a QAnom.
Los estadounidenses tienen una larga lista de teorías más o menos increíbles, sobre su historia política. La desconfianza hacia las instituciones y el establishment continúa alimentando su narrativa. Las teorías conspirativas con el paso del tiempo se adaptan, mimetizan y siguen sembrando dudas.
El ejemplo más reciente es el de QAnom. Había perdido algo de visibilidad desde la salida de Trump del poder. Pero luego de los recientes atentados contra el candidato republicano, ha vuelto a la palestra con más fuerza.
QAnom
Desde su creación ha evolucionado significativamente, pasando de ser una teoría de conspiración marginal a un fenómeno influyente en la política y cultura estadounidense. Comenzó el 28 de octubre de 2017, cuando un usuario anónimo en el foro 4chan, conocido como «Q», anunció un supuesto arresto inminente de Hillary Clinton.
El mensaje inicial fue el punto de partida para una serie de «gotas», o publicaciones crípticas, que alimentaron la narrativa de una lucha entre Donald Trump y un «Estado profundo» que conspiraba en su contra. A medida que los seguidores comenzaron a interpretar y difundir los mensajes, QAnon se trasladó a otras plataformas, donde continuó ganando tracción.
En 2018, logró visibilidad en eventos políticos, con seguidores apareciendo en mítines de Trump y promoviendo sus teorías en redes sociales. Culminó en una serie de incidentes en los cuales miembros del Partido Republicano mostraron apoyo o simpatía hacia el movimiento. En 2019, recogiendo la creciente preocupación por la radicalización de sus seguidores, el FBI incluyó a QAnon en la lista de posibles amenazas de terrorismo interno.
La pandemia de COVID-19 en 2020 impulsó aún más su popularidad porque muchos negacionistas del virus se unieron al movimiento. Época en la cual disminuyeron las publicaciones de Q. Pero los seguidores continuaron utilizando sus teorías para justificar acciones políticas. Denunciaron fraude en las elecciones de 2020. Su momento culminante fue el asalto al Capitolio el 6 de enero de 2021. Muchos participantes estaban motivados y habían sido alentados por seguidores de QAnom. Las plataformas sociales -Twitter y Facebook- cancelaron sus cuentas y restringieron su contenido por su asociación con actos violentos y desinformación. Pese a las restricciones mantiene una base activa de seguidores.
Más creyentes, más radicales
QAnon es una de las más prominentes organizaciones propulsoras de teorías conspirativas en el panorama político estadounidense contemporáneo. Postula que una red secreta de pedófilos satánicos controla los hilos del poder. Narrativa, alimentada por un oráculo anónimo conocido como «Q». Experimentó un crecimiento exponencial en los últimos años.
Un reciente estudio del Instituto de Investigación de Religión Pública (PRRI) revela un alarmante aumento entre la población estadounidense de adhesiones a QAnon. La cifra de creyentes casi se duplica desde 2021 (del 14% al 23%). Mientras que el porcentaje de escépticos disminuyó del 40 al 29%.
Jesselyn Cook, periodista tecnológica y becaria Nieman, profundiza en este fenómeno en su libro El daño silencioso: QAnon y la destrucción de la familia estadounidense.
Pinta un cuadro desgarrador de las consecuencias personales para quienes se adhieren a las teorías conspirativas. A través de testimonios conmovedores, revela el costo emocional y financiero que QAnon impone a familias enteras.
“Las personas que se involucran mucho en algo como QAnon causan una destrucción inmensa en muchas cosas que aprecian. Destruyen relaciones, ponen en peligro sus carreras, pierden mucho dinero y comprometen su dignidad”, explica. Las consecuencias trascienden lo individual, afectan el tejido social y debilitan las instituciones democráticas.
La pandemia de COVID-19, generaron un clima de miedo y desconfianza. Los influencers de QAnon aprovecharon la coyuntura para llenar el vacío informativo y reclutar nuevos adeptos.
El atractivo de QAnon -apunta la autora-radica en su capacidad para ofrecer respuestas simples a preguntas complejas. En un mundo marcado por la incertidumbre y la polarización política, las narrativas conspirativas proporcionaron a sus seguidores un sentido de pertenencia y propósito. Las plataformas tecnológicas, al no regular de manera efectiva la difusión de desinformación, facilitaron la propagación de sus ideas.
Hechizo de QAnom
Cook explora por qué tantas personas han caído bajo el hechizo de la conspiranoia y por qué las grandes plataformas tecnológicas solo son parcialmente responsables. «Cuando las personas llegan al nivel de QAnon, no es solo algo en lo que creen, se convierte en parte de quienes son».
La COVID-19 y los enormes vacíos de información crearon una situación vulnerable que los influencers de QAnon supieron explotar con eficacia, llenándolos con información falsa y engañosa y aprovechándose del miedo de la gente. “Las teorías conspirativas pueden servir como muleta [y] pueden actuar de manera similar a las drogas y el juego”, puntualiza Cook.
QAnon comenzó a ganar notoriedad en octubre de 2017, cuando “Q” publicó su primera entrada en el foro en línea 4chan. Aproximadamente en la misma época en que la falsa teoría conspirativa de Pizzagate estaba comenzando a ganar popularidad.
Las plataformas tecnológicas no tomaron medidas inmediatas para detenerlo, permitiendo su expansión. Cuando Facebook, Twitter y YouTube finalmente actuaron, el nombre de QAnon ya era ampliamente conocido.
Más allá de Q
La figura de «Q» y su enigmática presencia en línea pueden haber disminuido en prominencia, pero la influencia de QAnon continúa permeando la cultura estadounidense. Lo que comenzó como una teoría conspirativa marginal se ha transformado en un movimiento complejo y en constante evolución, arraigando en las mentes de millones y redefiniendo el panorama de la desinformación.
Jesselyn Cook, en su análisis, destaca la capacidad de este movimiento para integrar y absorber una amplia gama de teorías conspirativas. Ya no se limita a la narrativa original de una camarilla de pedófilos satánicos que controla el mundo, ha evolucionado para incluir desde los antivacunas hasta el terraplanismo
Desde la “camarilla” hasta las predicciones sobre “la tormenta” (un conflicto en el que se supone que Donald Trump derrotará a la camarilla). Cada pequeña sospecha de corrupción encuentra su lugar en su entramado.
La encuesta realizada por el Public Religion Research Institute, encontró que uno de cada cinco estadounidenses cree que los mundos financiero, mediático y gubernamental están controlados por una camarilla de pedófilos adoradores de Satanás. Lo que constituye el núcleo de su sistema de creencias. Un indicativo de que ha logrado trascender los límites de los foros en línea y se ha arraigado en la conciencia colectiva.
Soldados digitales
Su capacidad de adaptación permite a QAnon trascender su origen y convertirse en una especie de «mega-conspiración» que atrae a individuos con diversas creencias y preocupaciones. Cook considera que muchas minorías y grupos marginados, en particular, “pueden ser vulnerables porque tienen razones muy legítimas para no confiar en las personas que están en el poder. Y para ser muy escépticos y desconfiados de nuestras instituciones públicas”.
La dedicación de quienes caen en sus garras va más allá de una simple creencia. Sus seguidores no son simplemente consumidores pasivos de información. Se sienten como soldados digitales de un movimiento.
Las creencias de QAnon se han normalizado y se han infiltrado en nuestra cultura. De ahí la necesidad de comprender la verdadera naturaleza y alcance del movimiento.
Al etiquetarlo como un movimiento, se enfatiza su dimensión social y colectiva, así como capacidad para movilizar a las personas y crear un sentido de comunidad. «La razón por la que lo llamo un movimiento y no una teoría es porque todas las teorías conspirativas que existen pueden integrarse en QAnon», apunta Cook.
Destaca que hay consciencia de los efectos perjudiciales que tiene para la democracia y la salud pública. Pero rara vez se ha estudiado el costo humano, puertas adentro, que tiene para las familias de los “creyentes”. En su opinión teferirse a QAnon simplemente como una teoría de la conspiración no representa adecuadamente la amplitud y profundidad del fenómeno.
Mentalidad de víctima
En su investigación Jesselyn Cook, aborda el complejo entramado de factores psicológicos y sociológicos que subyacen a la adhesión a las teorías conspirativas. Identificó una serie de factores psicológicos y sociológicos que contribuyen a la atracción de las personas hacia QAnon y otras teorías conspirativas.
“Ser un teórico de la conspiración realmente exige una mentalidad de víctima porque estás convencido de que hay una gran entidad, una red maligna y oscura que trabaja en contra de tus intereses”, explica.
La autora desafía la percepción común de que los seguidores de QAnon son necesariamente personas con un bajo coeficiente intelectual o problemas de salud mental.
Más allá de la simple difusión de información falsa, Cook argumenta que las creencias conspirativas satisfacen necesidades profundas y ofrecen un sentido de pertenencia a quienes se sienten marginados o desilusionados.
“Hay muchos caminos diferentes para llegar a esto, pero en realidad todo se reduce a sentirse insatisfecho, privado de derechos, impotente, por razones válidas o no”, dijo
La sensación de impotencia puede ser el resultado de experiencias personales de opresión o abuso. Pero también puede ser cultivada a través de discursos políticos que fomentan la victimización y la desconfianza en las instituciones.
Al sentirse víctimas de fuerzas poderosas y corruptas, los individuos son más propensos a buscar refugio en narrativas conspirativas que les otorgan un papel activo en la lucha contra el sistema. Las teorías conspirativas, al ofrecer explicaciones simples y un enemigo común, proporcionan un marco interpretativo que les permite dar sentido a un mundo que perciben como caótico e injusto.
Presentar los hechos no basta
La autora también advierte sobre lo ineficaz que es simplemente presentar los hechos para refutar las creencias conspirativas. “Lo que descubrí es que no se trata de la verdad. La verdad casi no importa cuando se llega al nivel de QAnon de apoyo a la teoría de la conspiración”.
Cuando las creencias satisfacen necesidades emocionales profundas, los datos objetivos pueden ser fácilmente descartados o reinterpretados. “Creo que saben en algún nivel que aquello a lo que se aferran no es verdad, pero se siente bien. Así que se aferran a ello a pesar de todo”, apunta.
En lugar de centrarse en la corrección de la información, Cook sugiere que lo fundamental es abordar las causas subyacentes de la adhesión a las teorías conspirativas.
Para combatir la influencia de QAnon, es necesario abordar esas necesidades emocionales y sociales. Comprender las necesidades psicológicas de los individuos y ofrecer alternativas que les permitan encontrar un sentido de propósito y realización fuera del movimiento.
Las teorías conspirativas, al ofrecer explicaciones simples y un enemigo común, proporcionan un marco interpretativo que les permite dar sentido a un mundo que perciben como caótico e injusto.
Crisis de bienestar
Jesselyn Cook revela una dimensión inesperada detrás del fenómeno: una crisis de bienestar. Aunque inicialmente pensó que la tecnología era la única causa, descubrió que la vulnerabilidad subyacente es más profunda.
“No quiero decir que las redes sociales no sean un factor- aclara- porque, por supuesto, lo son. Las redes sociales han echado más leña al fuego de este problema y han hecho que sea más difícil salir de él y tal vez más fácil caer en él.
Argumenta que la adhesión a teorías conspirativas como QAnon está profundamente arraigada en las experiencias de soledad, alienación y falta de propósito de muchas personas. La pandemia de COVID-19 exacerbó esas emociones.
Un contexto en el que las teorías conspirativas ofrecen un sentido de comunidad y propósito. Al proporcionar respuestas simples a preguntas complejas y culpar a fuerzas externas por los problemas individuales y colectivos.
Para Cook las redes sociales no son la causa raíz del problema. Las personas que se ven atraídas por QAnon suelen tener vulnerabilidades preexistentes, como la sensación de estar marginadas o de no tener control sobre sus vidas.
Las teorías conspirativas actúan como un mecanismo de afrontamiento. Permiten a las personas atribuir sus problemas a fuerzas externas y encontrarle un sentido. “Si les va mejor en general, no serán tan susceptibles ni siquiera en este traicionero panorama en línea”.
Enfoque holístico
La autora propone un enfoque más holístico para que los familiares de los creyentes aborden el problema. De acuerdo a su investigación, estrategias como la entrevista motivacional y el cuestionamiento socrático pueden ser útiles. Ayudan a las personas a cuestionar sus creencias y a encontrar alternativas más saludables.
No obstante, advierte que cuando la gente se aferra a estas ideas con tanta fuerza, “cualquier cosa que contradiga sus teorías conspirativas se siente como un ataque, y entonces se ponen muy a la defensiva”.
Hacer que un creyente en las teorías de QAnom se enfrente a la realidad puede ser un proceso largo y difícil. Las teorías conspirativas a menudo se convierten en parte de la identidad de los individuos. Algo similar a lo que ocurre a los integrantes de sectas y a los fanáticos de un equipo deportivo.