Dos lugares remotos, una misma realidad. Dos pueblos, uno en Panamá y otro en Grecia, se han visto obligados a mudarse por el cambio climático. Habitantes indígenas de isla Cartí Sugdub abandonaron su pueblo ancestral para migrar y fijar residencia en tierra firme. Mientras los residentes de Metamórfos, un pintoresco pueblo griego en la región de Tesalia, se desplazarán a un sitio más seguro después del caos de la tormenta Daniel en septiembre de 2023. Estos son los primeros refugiados climáticos planificados de América Latina y Europa.
La historia de ambas comunidades es similar y paralela en el tiempo. Empecemos con Panamá, país centroamericano, que atravesó por una sequía brutal que comprometió los flujos del comercio internacional, al registrarse los mínimos históricos de agua de su Canal. Pero que, aguas afuera, registra altos niveles que provocan asolamiento.
En su costa norte está una isla pequeña y densamente poblada: Cartí Sugdupu, parte del archipiélago de San Blas, en la provincia indígena de Guna Yala que, con ayuda del gobierno, se ha mudado por completo. El incremento del nivel del mar la hace invivible. Cuando llueve o sube la marea, el pueblo en su totalidad se anega.
Las autoridades estiman que para el 2050 el nivel del mar en el Caribe aumentará 0,27 metros, en un escenario optimista, teniendo un gran impacto en esas islas de Guna Yala que están al ras de estas aguas.
La decisión no ha sido fácil para sus 300 familias. Recoger sus pertenencias y poner un candado a sus hogares ha sido triste y lamentable. Pero organizado y planificado, con miras a una mayor estabilidad. En total son unas 1500 personas que están dejando sus chozas de penca y bambú para cambiar todo su estilo de vida a una zona de montaña.
Refugiados climáticos o la mudanza de un pueblo
La nueva urbanización Isberyala, la tierra de los nísperos, es un proyecto de 12,2 millones de dólares construido por el gobierno panameño con años de retraso. La semana pasada inició la operación Dulup (Langosta) de traslados de los habitantes de Cartí Sugdupu.
La isla ha estado de mudanza. Las lanchas cargadas de pertenencias cruzaban sin cesar a tierra firme, unos 15 minutos de recorrido. Los gunas llevaban bolsas repletas de ropa y comida e incluso colchones con ayuda de los funcionarios, pero la pregunta de todos es “¿cómo viviremos allí?”.
En Isberyala los esperan con las llaves de sus nuevas viviendas con agua, luz eléctrica, dos habitaciones, salón-comedor, baño y lavandería.
Además, la barriada dispone de dos ‘casas quincha’ para establecer el Congreso local con el fin de mantener las tradiciones autóctonas. Sin embargo, no hay un centro de salud como en la isla caribeña, lo que preocupa a algunos vecinos con adultos mayores a su cargo.
Cuentan con una escuela para unos 650 estudiantes. Una nueva oportunidad para mejorar las condiciones educativas, diferente al colegio en la isla con paredes resquebrajadas, hacinamiento de estudiantes, materiales dañados y un problema de recolección de basura.
Pero hay resistentes. No sólo por la querencia, el terruño, las vivencias y recuerdos. Dejar Cartí Sugdupu supone cambios drásticos. Para unos, son mejoras. Para otros, aún resistidos, es vivir en una explanada de 14 hectáreas con casas iguales, unas al lado de otras en extensas hileras. Sin colores. Sin el sello decorativo de cada familia.
A estos nuevos vecinos -llamados migrantes climáticos o refugiados climáticos- son los primeros de Panamá y de América Latina. Sin dudas, les espera una vida diferente. Cambiarán el agua, su modo de subsistencia, por la tierra. Todo sea por el calentamiento global y la crisis del clima.
Empujados a cambiar de vida
Durante la última década, casi 22 millones de personas han sido desplazadas cada año por fenómenos relacionados con el clima. La proyección es aún más asombrosa. Para 2050, agencias de Naciones Unidas prevén que 1.200 millones de personas se unirán a las filas de migrantes o refugiados climáticos. La mayoría procedentes de países con menor capacidad para hacer frente al calentamiento global.
Las personas desplazadas debido a la crisis climática rara vez huyen de un fenómeno meteorológico temporal. Escapan de las complicadas y permanentes repercusiones de estos acontecimientos. Es el caso de Metamórfosi, en la región de Tesalia, que se ha convertido en el primer pueblo europeo que solicita mudarse debido al cambio climático.
Este lugar, conocido por su rica historia y belleza natural, fue devastado por la tormenta Daniel en septiembre de 2023. El huracán provocó inundaciones catastróficas. Llovió el equivalente a la precipitación anual de Londres en solo 24 horas. Dejó dos muertos y causó daños materiales por más de 4 millones de euros. Los servicios básicos tardaron en restablecerse y los fondos de ayuda no llegaron para todos. Muchos tuvieron que enfrentar altos costos de vida en localidades vecinas.
Las dificultades económicas, junto con el miedo a futuros desastres, llevaron a la mayoría de los residentes a considerar la reubicación. En un referéndum realizado en noviembre de 2023, la comunidad votó abrumadoramente a favor de trasladar el pueblo a una ubicación más segura. Aunque eso suponga un cúmulo de emociones encontradas.
Los residentes de Metamórfosi tienen un profundo vínculo con su tierra, donde sus antepasados están enterrados y donde han construido sus vidas. La comunidad, reseñó Cadena3,solicitó que el nuevo asentamiento estuviera lo suficientemente cerca para que pudieran seguir manteniendo sus propiedades agrícolas y conservar su identidad cultural.
Salida imprevista, reubicación planificada
El primer ministro griego, Kyriakos Mitsotakis, de visita tras el paso de la borrasca Daniel, aceptó la petición de los vecinos y les prometió reubicación y que el pueblo no sería destruido.
El nuevo hogar de los pobladores de Metamórfosi, nombre que le ajusta a su futuro mediato, está a unos seis kilómetros, en el municipio de Palamás. Es más seguro, sin peligro de inundaciones ni de terremotos. Eftimios Lekkas, profesor de gestión de Desastres en la Universidad de Atenas avala la decisión de trasladar a esos refugiados climáticos.
«Es obligatorio trasladar esos asentamientos, y hay que hacerlo a lugares más seguros», dijo.»hHay que dar más resiliencia a Metamórfosi y también a Vlojós para que puedan hacer frente a los múltiples riesgos que se ven venir con la crisis climática».
Sobre una planicie se están construyendo las nuevas casas. Los vecinos esperan poder mudarse en dos años mientras seguirán desperdigados por toda Grecia. Algunos volverán, tal vez en verano, para limpiar sus casas cubiertas todavía de barro y recuperar, si se puede, algo de valor que quedó sumergido por las enloquecidas aguas.
También para visitar sus vecindarios, calles, escuelas. Repasar sus vidas.