Ante la certeza de que el cambio climático es una amenaza real para el futuro de nuestro planeta, muchas personas temen ser víctima de una catástrofe ambiental o se sienten muy culpables del planeta que les dejan a sus hijos. Un padecimiento conocido como ecoansiedad.
La Asociación Estadounidense de Psicología describe la ecoansiedad como “el temor crónico a sufrir un cataclismo ambiental que se produce al observar el impacto aparentemente irrevocable del cambio climático y la preocupación asociada por el futuro de uno mismo y de las próximas generaciones”.
Los síntomas incluyen nerviosismo, alteraciones del sueño, ansiedad ante la incertidumbre, sensación de ahogo o falta de aire, depresión y sentimientos de culpa. En Estados Unidos se abre una gran puerta para ofrecer tratamientos a lo que denomina ecoansiedad, pero que todavía no se le considera una enfermedad. La APA solo la ha descrito.
Tratamientos psiquiátricos más audaces
En la última década aumentaron los estudios de terapias psicodélicas para tratar la depresión, el trastorno de estrés postraumático, el autismo y la anorexia. Más recientemente, la ecoansiedad.
La psiquiatra Emily Willow, investigadora y fundadora de ClearSight Center en San Francisco, Estados Unidos, defiende las terapias psicodélicas. Afirma que la terapia asistida con medicamentos psicodélicos puede ayudar al paciente a explorar los complejos sentimientos asociados con la ecoansiedad y el dolo climático. La psilocibina ayuda a sus pacientes a sentir una mejor conexión con la naturaleza.
La psilocibina es una sustancia alucinogénica que se obtiene de ciertos tipos de hongos tropicales de América del Sur, México, y Estados Unidos. «Los psicodélicos dan a algunos pacientes una sensación sólida de calma o paz. Las experiencias con ellos también cambian la forma en que nos vemos unos a otros y al mundo que nos rodea. Esa conciencia que despierta a menudo conduce a un sentido de responsabilidad y cuidado ecológico», explicó.
Un negocio muy verde
La otra cara de estas iniciativas para la salud y el bienestar es la acendrada codicia y de quienes quieren ganar mucho y rápido sin medir las consecuencias en la sociedad y en las otras personas. El uso de la psilocibina, el éxtasis e incluso la ketamina forman parte de terapias psicodélicas para tratar viejos padecimientos mentales y otros que van apareciendo con las crisis de la naturaleza y de la humanidad.
Una decena de empresas emergentes y muchas compañías que cotizan en los mercados públicos han invertido cerca de 2.000 millones de dólares, en investigación y en montar clínicas para terapias psicodélicas. «La mayoría dirigidas a atender pacientes VIP», según expone Andrew Jacobs en un artículo publicado en The Washington Post.
Field Trip Health, una empresa canadiense con dos años de existencia que cotiza en la Canadian Securities Exchange y en el OTC Markets Group ha recaudado 150 millones de dólares para financiar decenas de clínicas en Los Ángeles, Chicago, Houston y otras ciudades. Son gama alta y ofrecen tratamientos a base de ketamina.
Por su parte, Compass Pathways, una empresa de atención médica patrocina en 10 países 22 estudios clínicos de la terapia con psilocibina. Ha recaudado 240 millones de dólares para encontrarle cura a la depresión resistente al tratamiento convencional.
Para no tener «un mal viaje»
Los científicos consideran mayoritariamente que es necesario investigar más a fondo los posibles efectos secundarios y la forma en que podrían afectar a las personas con problemas cardiacos. Además, aunque los resultados de los estudios han mostrados datos entusiastas y han bajado el escepticismo de los médicos e investigadores más tradicionales y prominentes, desaconsejan la aceptación precipitada de las drogas psicodélicas sin una supervisión rigurosa. Hay muchos testimonios que sugieren que las drogas psicodélicas pueden inducir psicosis en pacientes con trastornos mentales subyacentes.
Anuncian que la FDA aprobará «la éxtasis»
Un estudio sobre el uso de psilocibina en el tratamiento de la depresión, divulgados en la revista médica New England Journal of Medicine, encontró beneficios que “emocionaron” a científicos y psicoterapeutas, En particular a los empresarios de la medicina psicodélica, un campo que se ha crecido mucho y muy rápido. Voceros de estos sectores aseguran que, en breve, la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos FDA, aprobará el uso terapéutico de los compuestos psicoactivos, como el MDMA, mejor conocido como éxtasis. La psilocibina recibiría el visto bueno en un par de años.
Instituciones prestigiosas investigan las psicodélicas
Las universidades Johns Hopkins, Yale, California, campus Berkeley, y el Hospital Monte Sinaí, en Nueva York, crearon divisiones para investigar las drogas psicodélicas. Serán financiados por donantes privados. Los bioéticos y filósofos de la ciencia preguntan qué tan lejos y qué tan rápido se debe llegar con estas terapias asistidas por alucinógenos en el campo de la psiquiatría. «¡Qué tan riesgoso es acabar con las prohibiciones para la salud general. En especial, para quienes padecen otros trastornos psiquiátricos o tienen otras patologías que compliquen su cuadro clínico», preguntan..
Michael Pollan, autor del libro Cómo cambiar tu mente, afirma que debido a la crisis de salud mental presente en Estados Unidos hay mucha curiosidad y esperanza en torno a las drogas psicodélicas. Sobre todo, con respecto a que se reconozca que se necesitan nuevas herramientas terapéuticas.
La isolastalgia vinculada con la ecoansiedad
La ecoansiedad es un concepto nuevo. Está muy ligado a la solastalgia, que la revista Lancet definió en 2015 como un padecimiento relacionado con el impacto del cambio climático sobre el bienestar humano. El término «solastalgia», que tampoco está considerada una enfermedad, fue acuñado por el filósofo australiano Glenn Albrecht. Se refiere al conjunto de trastornos psicológicos que se producen en una población tras la destrucción de su entorno, sean consecuencia de actividades humanas o por desastres climáticos.
La solastalgia afecta principalmente a personas que han padecido las consecuencias de una tragedia natural y esa es la diferencia con respecto a la ecoansiedad. Un estudio del MIT (Massachusetts Institute of Technology) entre supervivientes del huracán Katrina en 2005, encontró que las personas que han sufrido un desastre natural presentan un 4 % más de posibilidades de padecer una enfermedad mental, además de estrés postraumático o depresión.