Se estima que el pigargo europeo debió desaparecer a lo largo de los siglos XIX y XX. Aunque no hay documentación científica que lo corrobore, este verano nueve ejemplares de esta especie fueron reinsertadas en el continente. Llegaron volando desde Noruega, y no precisamente con sus alas, sino en avión. La iniciativa contó con el visto bueno de la Agencia Noruega de Medio Ambiente y contó con el apoyo del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico. Así como el Gobierno del Principado de Asturias, el Gobierno de Cantabria y el Ayuntamiento de Ribadedeva en Asturias.
El llamado «Proyecto Pigargo» es solo el inicio de un programa anunciado en 2018 que promueve la reintroducción de fauna y flora ya extinguida en España. Actualmente buscan reintroducir a esta ave, llamada científicamente como Haliaeetus albicilla y parecida a un águila, al norte de Europa y en otras zonas de Eurasia. A principios de agosto se anunció la marcha del proyecto. Llegaron a España a finales de junio y desde principios de agosto sobrevuelan la Cordillera Cantábrica.
Estos ejemplares cuentan con un pequeño emisor GPS, que se les colocó para seguir sus movimientos «y obtener información de suma importancia sobre su vida», según la organización sin fines de lucro. Indican que si la fase experimental alcanza una evaluación positiva, el Proyecto Pigargo tendrá su continuidad con la liberación anual de hasta 20 ejemplares durante al menos cinco años más, «con el fin de que se establezca en el futuro una población reproductora de la especie en España».
Proyectos de reintroducción de fauna y flora
Desde el Grupo de Rehabilitación de la Fauna Autóctona y su Hábitat (GREFA) lo consideran una gran oportunidad a nivel de biodiversidad, conservación de costas, humedales y bosques y también económica por el impacto positivo de contar con una ave majestuosa. Supone una inversión de 350.000 euros públicos en dos años. Pero el secretismo y la falta de respaldo científico ha despertado las críticas de los expertos, grupos ecologistas y ganaderos.
Según la normativa vigente, las administraciones públicas deben promover la vuelta de 13 especies de animales que se suponen extinguidas en el medio natural español en tiempos históricos. El pigargo es una de ellas.
Estos programas de reintroducción de fauna y flora tienen como objetivo liberar especies en zonas donde han desaparecido. También para reforzar poblaciones escasas o para reducir el riesgo de extinción en especies con capacidad limitada de dispersión.
Los primeros proyectos de este tipo se realizaron a mediados del siglo XIX con la suelta de urogallos suecos en Escocia tras su extinción en 1830. Desde entonces, se considera una herramienta habitual para la conservación de la diversidad biológica.
Un proyecto tan importante como este debe ser monitoreado y evaluado rigurosamente por los expertos. Es un proceso que lleva tiempo y los científicos deben determinar si las causas que provocaron la extinción han desaparecido. Buscar la mejor forma de trasladarlos y asegurarse de que el lugar donde esperan reinsertarlos es adecuado para que se puedan reproducir, alimentarse y evitar posibles amenazas y riesgos ecológicos, socioeconómicos y financieros.
Reinsertar al pigargo europeo trae más dudas que beneficios
Estamos ante una crisis de biodiversidad. Perdemos aceleradamente la variedad genética, de especies y de ecosistemas. Se estima que desde el siglo XVII se han registrado por lo menos 750 especies animales y 120 especies vegetales como extintas. Si incluimos las extinciones causadas por el ser humano antes de 1600, el número se eleva a más de 2.000 especies extintas, según la Lista Roja de la IUCN.
Cuando una especie desaparece, otra especie puede ocupar ese vacío. Para eso están los proyectos de reintroducción. No obstante, la introducción de una nueva especie, o la reintroducción de una especie extinta que ya no forma parte de la comunidad, puede producir un desajuste ecológico de consecuencias impredecibles.
La presencia histórica del pigargo europeo
El pigargo europeo es una especie extinguida como reproductora. Se ha constatado su reproducción en las islas Baleares y en distintas localidades litorales mediterráneas de España, según el Miteco. Ahí mismo desapareció en algún momento de los siglos XIX y XX por la pérdida y degradación de los humedales. Así como molestias y perturbaciones humanas. Aseguran que hay referencias de dos nidos atribuidos a esta especie en Mallorca a finales del siglo XIX. Y se han encontrado restos fósiles en Ibiza y en las islas Canarias orientales.
También indican en su sitio web que «existen referencias de cría en otras áreas costeras peninsulares. E incluso citas de ejemplares solitarios que fueron cazados, al menos en cuatro ocasiones». En Europa, la población reproductora del pigargo europeo está estimada en 5.000-6.600 parejas reproductoras, según el Ministerio.
Sobre la selección de hábitats, eligieron principalmente medios forestales, siempre que se encuentren próximos a humedales como lagos, ríos, o estuarios. Y es que la especie requiere de grandes y abiertas zonas húmedas, tanto costeras como medios acuáticos continentales, dado que se alimenta de peces, mamíferos y especialmente otras aves.
El proyecto enciende las alarmas de los expertos
Pero los zoólogos han denunciado que el pigargo europeo nunca crió, al menos en tiempos históricos, en la península ibérica o en las islas Baleares. Por tanto, la existencia de sus nidos de esta especie es parte de un mito ornitológico que se ha mantenido prácticamente hasta nuestros días. Posiblemente «equivocaciones bienintencionadas».
La realidad es que no hay ninguna prueba de reproducción de esta especie en todo el contexto peninsular o en las islas de pertenencia española. A pesar de que el pigargo tiene consideración de rareza en España y Portugal, sus primeros avistamientos se documentaron a partir de la segunda mitad del siglo XIX.
Algunas organizaciones ecologistas asturianas y el grupo de ornitología Mavea aseguran que no se trata de una especie amenazada. En su lugar, «resta esfuerzos y recursos económicos a otras que sí lo están en la misma Asturias», como puede ser el urogallo y la náyade margaritona. Estas especies autóctonas «se están extinguiendo y necesitan una atención urgente», insisten.
Los científicos también consideran que el Proyecto Pigargo busca vender la idea de que la introducción de este tipo de especies podría favorecer el turismo ornitológico. «Es una estrategia que parece un poco frívola, pues vende más reintroducir una especie que restaurar un hábitat fragmentado y hecho polvo», argumentan los expertos. Agregan que el problema en las políticas de conservación «es que tienden a focalizarse en especies concretas, cuando la cuestión es mucho más amplia y compleja».