Por Marta Jurado | Fotos: Atout France
15/10/2016
«El sol sale dos veces en la Provenza: una por la mañana y otra después de la siesta” decía el escritor y periodista francés Yvan Audouard. Y es que el ambiente sosegado y el clima mediterráneo convierten a esta región sureña, en una de las zonas de relax favoritas de los franceses. Pero su encanto no se queda ahí, un conjunto de pueblos medievales, los vestigios de los artistas impresionistas, una campiña que provee a sus mercados ancestrales, y cómo no, la Ruta de la Lavanda, hacen de la Provenza un destino perfecto para una escapada de pocos días.
La primera parada de nuestro recorrido es Marsella, situada en la costa Azul. La ciudad más antigua de Francia no tiene comparación con las lujosas villas costeras de Niza, Cannes, o Saint Tropez, pero merece la pena comenzar aquí el viaje por su buena comunicación, sus numerosos restaurantes de marisco a buen precio como Toinou Les Fruits de Mer y por su ambiente multicultural, que le ha hecho ser conocida como «la pequeña Argelia».
Este contraste ha atraído incluso a la productora Netflix que ya está grabando la segunda temporada de la serie Marseille, protagonizada por Gérard Depardieu. La trama gira entorno a un proyecto urbanístico para el Puerto Viejo de Marsella, que es, de hecho, el alma de la ciudad. Desde este punto se accede al barrio histórico de Le Panier, antigua zona de pescadores, que hace las veces de museo urbano, con su muestra de graffitis. En esta zona escarpada se encuentran además la mayoría de talleres artísticos y las mejores tiendas para adquirir el nutritivo jabón de Marsella. Y no hay mejor despedida de la ciudad, que contemplar el atardecer desde la elevada basílica de Notre-Damme, donde los grandes bloques de viviendas contrastan con las vistas a los barrios más antiguos como Le Panier o La Corniche, situada enfrente de la isla de If, sede de la literaria cárcel del Conde de Montecristo.
A pocos kilómetros de la urbe marsellesa, el Parque Natural de las Calanques, formado por calas naturales, ofrece vistas espectaculares y la oportunidad de darse un chapuzón si el clima acompaña. Desde aquí, las posibilidades de conocer la campiña provenzal se multiplican. Cualquier pueblecito situado en el triángulo entre Marsella, Aix en Provence y Avignon, es digno de visitar, pero Rousillon, Gordes y Baux, se llevan la palma.
DE PELÍCULA
Entre formaciones terrosas de ocre que sirvieron de escenario para rodar películas del Oeste, se erige Rousillon, un pequeño pueblo, del mismo color, que desde la prehistoria vive del intercambio de este pigmento en la zona y cuyas tonalidades se distinguen en muchas de las obras de los pintores impresionistas, como Paul Cézanne, Henri Matisse….
Muy cerca se encuentra Gordes, un pueblo medieval construido alrededor de un castillo, cuya arquitectura en roca gris y sus serpenteantes callejuelas recuerdan a los escenarios donde se rodó la película protagonizada por Julliete Binoche y Johnny Deep, Chocolat (2010).
Y desde la montaña al valle, donde planea Saint Remy en Provence con la cordillera de los Apilles en el horizonte. Esta localidad, enclave donde se desarrolló la ciudad romana de Glanum, es mucho más grande, turística y desarrollada que las demás, quizás por la fertilidad que da su cercanía al río Ródano. El casco antiguo posee edificios históricos, iglesias románicas y villas renacentistas.
También es un buen lugar para sumergirse en los típicos mercados provenzales, donde se encuentran puestos de artesanía, gastronomía local y hierbas aromáticas como la lavanda, el tomillo o el romero.
Entre las calles de Saint Remy pasearon además personajes célebres como el pintor Vincent Van Gogh, que estuvo internado en la ciudad, tal como atestiguan muchos de sus cuadros. En una esquina del sanatorio en cuestión se encuentra un pequeño museo sobre su estancia entre 1889 y 1890 abierto de martes a domingo.
Si se dispone de tiempo, merece la pena hacer un desvío hacia la ciudadela medieval de Baux En Provence, quizás el pueblecito con más encanto de los visitados. La ciudad mantiene su fortaleza y muchos de los monumentos que datan del siglo XVII, como el castillo ducal y las torres vigía, que han inspirado a muchos poetas provenzales de la época del reinado de Luis XIII, vinculados al romanticismo. Rodeada por un paisaje montañoso, pinares y antiguas canteras, Baux da nombre también al mineral que descubrió el geólogo Pierre Berthier conocido como bauxita, que todavía prolifera en la zona.
Pernoctar en la ciudad papal de Avignon puede ser una buena opción debido a las buenas conexiones que tiene pese tener un extensión de tan solo 65 km2. La explicación hay que buscarla en 1309, cuando Clemente V convirtió esta localidad en sede de la Cristiandad, que perteneció al Vaticano hasta la Revolución Francesa, como reflejan las fachadas de los edificios de esta pequeña Roma que goza además de fama por su buena gastronomía, con restaurantes reconocidos por estrellas Michelin y el prestigioso y nada económico vino de Châteauneuf du Pape.
Desde allí se puede acceder a la entrada suroeste de la Ruta de la Lavanda, que vive su mayor apogeo entre julio y agosto, ya que sus campos se tiñen de violeta con la floración de la lavanda y los paisajes que ofrece el parque natural de Luberon. Como última parada, merece la pena dedicar al menos un día a recorrer las calles de la universitaria Aix-en- Provence, capital de la región y ciudad natal de Cézanne, que ofrece una ruta tras los pasos del pintor impresionista. La parada en el Heureux comme Alexandre para tomar una fondue de queso podría ser una buena despedida, antes del inevitable viaje de regreso a casa.
¿Cómo llegar?
En avión: Hay vuelos diarios desde España al aeropuerto internacional de Marsella.
En coche: 1.100 kilómetros de Madrid a Marsella.
Webs de interés
myprovence.fr
es.france.fr/es