Los océanos y mares del mundo guardan una rica biodiversidad necesaria para la existencia en el planeta. Sin embargo, la vida marina se ha agotado constantemente debido al calentamiento y la acidificación de los mares, la contaminación química y plástica y, principalmente, la sobrepesca intensiva y las técnicas de cosecha destructivas.
Por muchos años pescadores comerciales en todo el mundo han arrastrado y raspado lechos marinos enteros con redes de malla superfina que destruyen todo a su paso. Tal destrucción necesita de acciones urgentes para detenerla o al menos minimizarla y así evitar el impacto negativo que podría generar en algunos años en la biodiversidad, el medioambiente y la economía mundial.
La pesca ilegal es la tercera actividad ilícita más lucrativa del mundo, después del tráfico de drogas y el de armas. Especialistas calculan que alrededor de 26 millones de toneladas de pescados y otros recursos marinos son capturadas ilegalmente todos los años para abastecer un mercado negro que mueve hasta 23.000 millones de dólares. La pesca ilegal puede cometerse de diferentes maneras. Una de las más practicadas es hacerlo en áreas marinas protegidas. Pero, qué hacer para contrarrestarla.
Pescadores vigilantes
El océano que rodea las 7.641 islas de Filipinas es una de las zona del mundo de mayor biodiversidad. Cuenta con un sistema de arrecifes de más de 22.000 kilómetros cuadrados, considerado la joya de la corona del Triángulo de Coral Indo-Pacífico. Para preservar los inmensos recursos marinos se han creado los Bantay Dagat, patrullas marítimas voluntarias que protegen las paradisíacas aguas. Se encargan de la conservación de la vida marina, la cual durante años ha sufrido los embates de la sobrepesca intensiva.
Los Bantay Dagat son voluntarios que se turnan para realizar vigilancia nocturna de sus aguas. Las defienden de cualquier población local que intente pescar ilegalmente, así como de pescadores comerciales que se adentren a 15 km de la costa.
Estos pescadores voluntarios saben que la única oportunidad que tienen para sobrevivir es encargarse de la vigilancia de la vida marina entre ellos mismos. Aseguran que si no pueden pescar, irremediablemente morirán. Y la tarea no es fácil. Son cerca de 1,1 millones de filipinos los que pescan en estos arrecifes y la mayoría vive en la pobreza. Muchos ven el mar solo como un medio para comer y mantener a su familia. Su meta es cómo obtener la mayor cantidad de peces posible, sin pensar en la sostenibilidad.
Cuidar los santuarios, tan importante como crearlos
Para controlar esta situación el gobierno creó en la década de 1970 áreas marinas protegidas (zonas de no pesca). Estas zonas, también conocidas como santuarios marinos, no solo protegerían a los preciosos arrecifes de coral, sino que también actuarían como viveros para peces juveniles.
Con la mirada puesta en ese objetivo surgieron más de 1.500 santuarios marinos. Sin embargo, pocos de ellos son supervisados y financiados por el gobierno nacional. Más de 90% son pequeños y están administrados por la comunidad, por lo que su preservación depende en gran medida del gobierno local y de los voluntarios de la aldea para su aplicación.
Otra labor que se ha hecho cuesta arriba es lograr que las comunidades locales se unan al cuidado de los santuarios cuyos límites a menudo son ignorados. Inclusive, las autoridades hicieron la vista gorda ante estas irregularidades porque los pescadores a menudo eran «sus compadres». Algunos de los pescadores vigilantes han sentido el repudio de familiares y vecinos que los califican de traidores por impedirles pescar. Pero aseguran que actualmente los intrusos son menos frecuentes y menos violentos. En la mayoría de los casos se trata de cazadores furtivos locales que buscan hacer una gran captura de peces para dar de comer a su familia.
Monitoreo satelital
En otras latitudes autoridades y especialistas están enfocando los esfuerzos al monitoreo satelital como mecanismo para detener la sobrepesca intensiva. El monitoreo satelital no es la única respuesta, pero es una herramienta que ayuda a llenar huecos de información. También a cuantificar la pesca, saber si los sitios están siendo sobreexplotados o yendo más allá de su capacidad de carga, sobre todo en las áreas protegidas alejadas de la costa.
Monitorear embarcaciones restringe las actividades ilegales, permite un mejor seguimiento para la inspección y vigilancia y ayuda a garantizar la abundancia de los océanos. La posibilidad de rastrear en un mapa el movimiento de una embarcación en el océano depende de que esta lleve a bordo un dispositivo satelital. Dicho dispositivo envía cada hora una señal a un satélite indicando la posición, velocidad y el rumbo del barco.
Esa información le permite a investigadores ver luego, en una computadora, dónde está el barco, hacia dónde se mueve, a qué velocidad y cuánto tiempo tarda. Cuando una embarcación está en faenas de pesca disminuyen la velocidad y empiezan a hacer cambios de dirección. Observando estos movimientos de la embarcación, diferentes según el tipo de pesca y las redes que se utilizan, se puede deducir los patrones y saber si el barco está infringiendo la ley.
Hasta existen distintas plataformas web que permiten observar la posición y la ruta de los barcos en el mar. Una de ellas se llama Global Fishing Watch, que combina numerosas variables, entre ellas las descritas, para identificar cuando un barco posiblemente está pescando.
Preservar la vida marina, todo un reto
A pesar de que el nivel de certeza de estas herramientas es alto para poder afirmar que efectivamente un barco ha pescad, es necesario confirmarlo presencialmente. Por eso, las autoridades utilizan esta tecnología para movilizarse hacia el lugar de los hechos y confirmar la actividad. Muchas veces no se puede corroborar la irregularidad porque de pronto el barco hizo la maniobra, pero no pescó, la red salió vacía.
Científicos reconocen que proteger los mares de la ilegalidad es un reto. Al contrario de un bosque, donde la tala ilegal de árboles es evidente a simple vista, en el mar todo ocurre bajo el agua y no es posible ver, después de cometido el delito, que hayan extraído recursos marinos prohibidos.
Además, la gran mayoría de estos barcos apagan sus dispositivos de rastreo, si es que los tienen, para que no los identifiquen. En caso de que no sea así, y el dispositivo permanezca encendido, las leyes en muchos países están un par de pasos atrás de la tecnología y todavía no se acepta ese tipo de evidencia en casos legales. Por ello es necesaria la intercepción in situ de la embarcación que esté incurriendo en sobrepesca intensiva.
Como parte de los esfuerzos que se hacen, el gobierno de Noruega mantiene un programa global de vigilancia contra la pesca ilegal. Más de un tercio de los estados costeros del mundo tienen acceso a datos satelitales para monitorear sus propias áreas marítimas.
Noruega comparte los datos de sus satélites con todos los países que participan en la llamada Comunidad de Justicia Azul. Los países reciben esta información gratuitamente, lo que les permite realizar sus propios análisis para detectar delitos contra la vida marina.