Rusia es el segundo país con más casos confirmados de la COVID-19, luego de Estados Unidos. Presenta más de 300.000 personas contagiadas y más de 3.000 fallecidos.
Al parecer, su golpeado sistema de salud está colapsando y le está pasando factura a los profesionales sanitarios, quienes se quejan a través de las redes sociales de no contar con los equipos de protección personal adecuados y de la mala paga.
No conforme con esto, los profesionales sanitarios rusos (médicos, enfermeras, paramédicos y asistentes) enfrentan una abierta hostilidad por parte de los ciudadanos y reprimendas personales de los superiores.
Hostilidad desde la comunidad
Mientras los medios estatales elogian a los trabajadores de la salud, los residentes de un barrio cerca del Centro Nacional de Investigación Médica para la Endocrinología, en Moscú, se quejan al ver a los trabajadores médicos salir del edifico con trajes de protección completo. Los residentes sienten temor al contagio de la COVID-19, pues el centro fue transformado en un hospital para tratar pacientes con el nuevo coronavirus.
Frente a las quejas de los residentes están las quejas de los trabajadores sanitarios que señalan que el sistema no los apoya. Constantemente denuncian la escasez de equipos de protección y los funcionarios les responden que la falta de recursos es un hecho aislado y no generalizado.
Los sanitarios rusos confiesan que han recibido amenazas de despido y hasta de enjuiciamiento por sus denuncias. Algunos renunciaron, se cree que otros se han suicidado.
Crisis de confianza
La crisis sanitaria por la COVID-19 ha agravado en Rusia la confianza hacia el precario sistema sanitario. En primer lugar, se ha instalado un sentimiento de antipatía hacia la profesión de médico en toda Rusia.
Por otro lado, se cree que los médicos dicen que diagnostican casos de COVID-19 para ganar más dinero. No faltan los que piensan que los médicos ayudan al gobierno a encubrir el brote.
La mayoría de los hospitales en Rusia son estatales y todas las instituciones gubernamentales cuentan con la desconfianza de los ciudadanos. El país es criticado por la cifra relativamente baja de muertes: 3.099 según los informes oficiales. Con respecto a los trabajadores de la salud infectados, las cifras oficiales apuntan a 9.479 en el último mes, más 70 muertos. Pero entre los mismos trabajadores del sector se cree que la cifra real de muertes es más de 250.
La médica Irina Vaskyanina dijo que en un hospital en Reutov, en las afueras de Moscú, que por los menos 40 trabajadores están infectados. Vaskyanina dirigía el departamento de transfusiones de sangre, pero renunció luego de recibir insultos y amenazas de sus superiores por quejarse de las condiciones de trabajo. Aseguró que habían renunciado 13 de 14 colegas.
Denuncias y bofetadas
Las reprimenda hacia los profesionales sanitarios en Rusia ha llegado más allá de lo tolerable. La médica Tatyana Revva grabó un vídeo que deja en evidencia la escasez de equipos y la policía la interrogó y abofeteó como medida disciplinaria. Además, el jefe del hospital la acusó de difundir información falsa y está bajo amenaza de ser despedida.
El jefe del hospital, Oleg Kumeiko, tiene otra versión de los hechos. Señaló que no había escasez de equipos, que no existía intención de despedir a Revva y que la acción disciplinaria en su contra está justificada y no tienen nada que ver con su actividad pública.
Promesas rotas
A la falta de equipos de protección personal y a los obstáculos para denunciar abiertamente las condiciones de trabajo se suma la falta de paga. Para abril, el presidente ruso Vladimir Putin anunció bonificaciones sobre los salarios. Las cifras prometían, desde 1.100 dólares para los médicos hasta 340 dólares para los ayudantes.
Luego de un mes de la promesa presidencial, las redes sociales se inundaron con imágenes de recibos de pago con bonos hasta 100 veces menos de lo prometido. Más de 110.00 personas firmaron una petición en Internet exigiendo a Putin que cumpliera con el pago de las bonificaciones.
En Nóvgorod docenas de paramédicos han protestado exigiendo los bonos. Las bonificaciones se comenzaron a recibir luego de que Putin exigiera a través de la televisión que se les pagara lo prometido.
La presión sobre el sistema sanitario ruso por la actual epidemia de la COVID-19 más las condiciones de trabajo y las promesas sin cumplir amplían cada día más el número de profesionales sanitarios rusos que renuncian a sus labores.
Los expertos consideran que Rusia está al borde de una amenaza aún más grave que la epidemia: “La destrucción completa de la comunidad médica”.
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