A veces el remedio resuelve una enfermedad, pero produce otra. Evitar el uso de una sustancia puede significa utilizar otra que también causa una contaminación irreversible. Puede que el Protocolo de Montreal haya permitido que en las últimas décadas se incrementen los niveles de sustancias químicas nocivos tanto para la salud humana como para el medio ambiente, cuando su objetivo era reducirlas.
Es el caso de los ácidos carboxílicos de cadena corta. Compuestos que se generan a partir de los productos químicos que reemplazaron las sustancias que destruyen la capa de ozono.
Una investigación realizada por la Universidad de York y el Ministerio de Medio Ambiente y Cambio Climático de Canadá concluyó que los productos químicos que reemplazaron al clorofluorocarbono se degradan en sustancias que no llegan a descomponerse en el medio ambiente. Además de que sus niveles aumentan continuamente desde 1990 en la atmósfera y el entorno.
Protocolo de Montreal
El Protocolo de Montreal es un acuerdo internacional con ratificación universal, cuyo objetivo principal es eliminar las sustancias que agotan la capa de ozono. Desde su adopción en 1987 hasta finales de 2014, se había eliminado el 98% de dichas sustancias.
Gracias al Protocolo de Montreal, la capa de ozono se está recuperando. Con ello se podrían evitar hasta 2 millones de casos anuales de cáncer de piel para 2030.
Celebremos este logro en el #DíaDelOzono, este 16 de septiembre y sigamos avanzando: https://t.co/kxoMcNO8TQ pic.twitter.com/m2ub650Q55
— Naciones Unidas (@ONU_es) September 15, 2019
Los compuestos de fluorotelómero son los productos químicos que han reemplazado al CFC. La oxidación atmosférica de los compuestos de fluorotelómero producen los ácidos carboxílicos de cadena corta. Este producto de la oxidación se caracteriza por su resistencia a la degradación medioambiental. También por sus posibles efectos adversos sobre la salud humana y el entorno.
Cora Young, investigadora de la Facultad de Ciencias de la Universidad de York y coautora del estudio, dice que los «resultados sugieren que la regulación global y el reemplazo de otras sustancias químicas perjudiciales para el medio ambiente contribuyeron al aumento de estos compuestos en el Ártico, lo que ilustra que las regulaciones pueden tener importantes consecuencias imprevistas».
Contaminación irreversible
La investigación analizó muestras de hielo de dos ubicaciones del Alto Ártico en Canadá. En las muestras se encontraron concentraciones de tres ácidos carboxílicos de cadena corta (scPFCA), particularmente ácido trifluoroacético.
Entre las conclusiones de la investigación se apunta que los scPFCA son persistentes y móviles en el ciclo del agua, es decir, el tratamiento de agua potable no los puede eliminar y causa una contaminación irreversible. Además, de que se acumulan en plantas comestibles. Ambos hechos contribuyen a que los humanos se encuentren ampliamente expuestos a los scPFCA.
Las sustancias liberadas en la atmósfera son capaces de viajar largas distancias. Se acumulan en lagos, ríos y humedales y afectan la salud de insectos, crustáceos y gusanos. También se han encontrado en la sangre humana, las frutas y las verduras.
Los scPFCA forman parte de las sustancias perfluoroalquilas (PFAS) que se utilizan en productos comerciales y procesos industriales para aplicaciones automovilísticas, eléctricas y electrónicas y también en el sector de la construcción.
Los investigadores reconocen el impacto positivo del Protocolo de Montreal en la capa de ozono y el clima, pero advierten que al reemplazar una clase de productos químicos por otra se deben considerar factores como la persistencia y la movilidad. El cambio puede acarrear efectos ambientales imprevistos que persistan en el futuro.
Registro de núcleos de hielo de ácidos alquilfluorados persistentes de cadena corta: evidencia del impacto de las regulaciones ambientales globales es una investigación que se publicó en Geophysical Reasearch Letters y proporciona el primer registro a largo plazo de los ácidos carboxílicos de cadena corta.
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