La producción y el consumo incesantes de la humanidad han impulsado la desertificación y la degradación de las tierras. Esto hace que cada vez haya menos espacio para la siembra sostenible. Cuando se habla de desertificación no necesariamente se hace referencia al Sahara o al desierto de Atacama.
Al perder el suelo su capacidad de regulación hídrica y de intercambio de nutrientes también es un desierto, “a pesar de que tenga algunos pastos o rastrojos. Es una zona de desertificación», dijo el biólogo Luis Ortega Fernández, de la Fundación Ecohabitats, con sede en Popayán, Colombia.
Y este proceso de desertificación avanza en forma acelerada. En el caso de Colombia, 3,1% del territorio reúne esas características. Eso significa que se han destruido más de 3.000.000 de hectáreas de tierras cultivables. En Ecuador la situación es todavía más grave por los extensos monocultivos.
El especialista en Sistemas de Información Geográfica de la Universidad Heinrich Heine, de Düsseldorf, sostiene en el Día Mundial de la Lucha contra la Desertificación y la Sequía que la ganadería intensiva es uno de los factores que propicia la deforestación, la desertificación y el calentamiento climático.
Naciones Unidas señala que en este 2020 el Día se centra en cambiar las actitudes públicas que impulsan el desmedido consumo.
“El crecimiento demográfico, el aumento de los ingresos de la población y el incremento de la población urbana intensifican la demanda de tierra para producir alimentos, forrajes y fibras textiles. Mientras tanto, la salud y la productividad de la tierra cultivable existente están disminuyendo, un declive que se ve empeorado por el cambio climático”.
Luchar contra la desertificación
Para la ONU es imprescindible cambiar nuestro estilo de vida, de cara a poder contar con tierras productivas suficientes para satisfacer la demanda de 10.000 millones de personas en 2050.
“Mediante cambios en el comportamiento de los consumidores y las empresas y la adopción de una planificación más eficiente del uso de la tierra y de prácticas más sostenibles, podríamos disponer de terreno suficiente para satisfacer la demanda. Todos tenemos una responsabilidad como beneficiarios del suelo”.
Al igual que Naciones Unidas, Ortega Fernández considera que los bosques se están viendo afectados por la ampliación de la frontera agrícola y la cría intensiva de ganado. Un ejemplo es lo que ocurre en la Amazonía, donde este año se han talado más bosques que en todo 2019, bajo la sombra de la COVID-19.
Explica que el suelo, el agua y los bosques componen un sistema, pero cuando el suelo es sometido a usos intensivos como la ganadería o el cultivo de fibra se saliniza, se endurece y pierde la porosidad. No puede retener el agua y reduce su productividad. Para contrarrestar el deterioro, se utilizan cada vez más agroquímicos que al final dejan las tierras áridas. Como consecuencia, los cultivadores buscan nuevas tierras y talan más bosques.
Cosechar agua y semillas biortificadas
A la ambición desmedida del hombre se le adiciona el cambio climático. La directora de investigación de Acción frente al Clima, una alianza entre las organizaciones no gubernamentales Biodiversity International y el Centro Internacional de Agricultura Tropical (CIAT), Ana María Loboguerrero, afirma que en América Latina el clima está contribuyendo a la pérdida de cada vez más terrenos de cultivo.
Y es que en paralelo, la región experimenta dos situaciones que califica de extrema. La primera son meses de largos períodos de sequías, muy pocas lluvias o períodos de intensas lluvias que causan inundaciones y reducen el rendimiento de las tierras. La segunda es un aumento de la temperatura promedio que afecta los cultivos de maíz, el arroz y el trigo.
“Hemos documentado que en unos 20 años las tierras en varias regiones de Centroamérica van a dejar de ser aptas para cultivar café».
Loboguerrero señala dos iniciativas para evitar la desertificación: «cosechar agua«, es decir, recolectar en tiempos de lluvias. Y la “búsqueda de semillas biofortificadas que respondan mejor al estrés climático que generan la extrema sequía y la alta humedad».
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