El fútbol es tan resistente como un diamante. Lleva décadas luchando en contra de la banalidad de quienes se presentan como expertos, y al tiempo que los derrota, va dejando lecciones que pocos reparan en aprender y aprehender. La primera derrota de Santiago Solari en el banquillo blanco ya puede contarse como uno de estos episodios didácticos. Cada vez que creemos dominar las dinámicas de este deporte, el fútbol nos deja en ridículo.
La llegada del argentino, a quien por su juventud e inexperiencia nadie puede definir como entrenador, detonó los altavoces. Se escucharon y leyeron mil historias que realzaban su figura; desde ser lector de filosofía hasta de ser el continuista natural de la línea Zidane. Todo ello sin mayor sustento que la nueva vertiente que ha adoptado el periodismo futbolístico mundial: la de ser publicistas de deportistas, entrenadores y directivos. Pobre Solari, los alcahuetes de turno le presentaron al mundo cómo el único responsable -junto con el preparador físico de siempre- de una mejoría que no es tal, dada la falta de entrenamientos y porque el problema blanco no era el entrenador anterior.
Las carencias del Real Madrid son estructurales. O mejor dicho, de comprensión del juego. De otra manera no se explicaría que ante cualquier situación de ataque posicional, cuando el rival defiende cerca de su área, los futbolistas merengues se decanten por soluciones tan básicas como intrascendentes: el envío de centros aéreos para un rematador que ya no está. Porque Cristiano ya no está, no se le espera ni se le buscó un sustituto. Ganar, tantas veces como sólo el Real Madrid lo ha hecho, nubla la vista, lo suficiente como para creer que las ausencias no pesarían. Esto, dirían grandes pensadores, es reduccionismo puro y duro.
Memento mori. Recuerda que morirás. Cuenta la leyenda que cuando un general desfilaba triunfante por la antigua Roma, a su lado caminaba un siervo, que de vez en cuando le recordaba su finitud. Es muy probable que nadie en la casa blanca haya hecho el papel de aguafiestas. Es muy posible también que el fútbol, hastiado de tanta banalidad, siga empeñado en recordarnos que, además de ser una hermosa actividad, es también una prueba de que nuestra existencia no es tan lineal como algunos correveidile pretenden hacernos creer.