Hoy más de 5 millones de pensionados empuñan en Venezuela y el mundo su tricolor 7 estrellas sobre la inmensidad de su dignidad, su orgullo eterno e inquebrantable integridad. Recientemente vi [conmovido] la declaración de una compatriota merecedora del más elevado respeto. Una trabajadora activa del Ministerio de Educación en Venezuela que reclamaba a voz batiente: “No me da la gana de morirme de hambre”.
Apoyando su gremio –a sus compañeros maestros y profesores– se la juega y responde: “No me importa que me hagan daño, igual nos persiguen, nos intimidan, nos maltratan y nos acosan. Por eso estamos aquí, para defender y solidarizarnos con los maestros y reclamar nuestros reales. Si hoy no alcanzan para nada, menos servirán cuando nos jubilemos”.
Una declaración valiente y digna de una venezolana que prefiere “morir de pie luchando que rodilla en tierra… como dicen ellos”.
En Venezuela el Instituto Venezolano de los Seguros Sociales entrega cada mes la pensión a más de 5 millones de ciudadanos que han llegado a cierta edad o han sido perjudicados por un accidente o una enfermedad.
El dinero del mes de noviembre se abonó el 21 de octubre junto con el primer mes del aguinaldo. Los empleados aportan entre un 2 y 4% de su salario y los empleadores entre un 8 y 11%. El monto de la pensión del IVSS es de 130 bolívares mensuales, que equivale a 12 dólares de acuerdo con el Banco Central de Venezuela. Pero hay los pensionados que reciben 7 bolívares o 0,65 centavos de dólar/mes [al cambio actual].
Los pensionados peores retribuidos
Los venezolanos necesitan unos 25 salarios mínimos [175 Bs/Mes] para adquirir la canasta básica alimentaria, equivalente a 400 dólares. Esta matemática sube al doble [40 salarios mínimos o más] en caso de los pensionados. Es decir, un pensionado podría asumir el costo mensual de una cesta básica si recibiera el monto equivalente a tres años de pensión.
Cuando nos referimos a pensionados, hablamos de trabajadores que por años cotizaron al IVSS y hoy ven su dinero convertido en polvo y ceniza por la inflación. Un pensionado en Europa, Asia o América del Norte obtiene entre 800 y 2.000 euros/mes. En muchos casos conservan hasta el 80% del salario que tenían.
Los mejores valorados son Islandia, Alemania, Finlandia, Dinamarca, Países Bajos, Noruega, Suiza e Israel con pensiones de 1,700 dólares en promedio. Criterios de valoración:
- Adecuación o nivel básico de ingresos y diseño del sistema de pensiones privado de la región;
- Sostenibilidad dependiendo de la edad de jubilación estatal, el nivel de financiación avanzada del gobierno y el nivel de deuda pública;
- Integridad: atendiendo las regulaciones y gobernanza implementadas para proteger a los miembros del plan.
Los países peor valorados son Rusia, Bielorrusia, Perú, Moldavia y Ucrania, con pensiones de 100 a 178 dólares/mes. Vale destacar Canadá con $ 800; China, 407; Argentina, 400; y México 397. En los grupos C y D del tabulador de sistemas de jubilación del mundo aparecen Chile, Uruguay, Colombia y Brasil.
Venezuela no aparece en el marcador. No califica. Si excluimos a los países que no tienen pensiones, la venezolana sería la peor pensión del mundo entre 0,65 y 12 dólares/mes [cuando la pagan y sin contar impacto negativo inflacionario]
Los más destacados, mueren de mengua
No solo hablamos de trabajadores, obreros y empleados de todos los sectores. También nos referimos –al decir de John Rawls– a los que han aportado más a la sociedad como maestros, profesores universitarios, médicos, servidores públicos de los más altos cargos del estado; ex directores del BCV, jefes de empresas básicas, directores de servicios de energía y petróleo, ex decanos universitarios, investigadores, jefes de hospitales, servicios de seguridad, civiles y militares, que devengan un promedio de 15 a 60 dólares al mes como pensión de retiro.
Un caso [vergonzoso] único en el mundo. Literalmente, mueren de mengua. Sumémosle que en Venezuela el servicio público de salud es deficiente, mejor, inexistente, y los seguros dolarizados los paga una porción mínima de la población.
Después de haber dedicado una vida a educar, salvar vidas, proteger el patrimonio de la nación, defender su honor y sus ciudadanos, hoy sus deudos, sus viudas o viudos, tienen que vivir con una cuadragésima parte del costo de una cesta básica alimentaria. Es el resultado de 23 años de patria, socialismo o muerte. La vencedora es una fulminante e impune corrupción.
La codicia y la indolencia dejaron a la deriva a los pensionados. Y prefieren morir de pie.
Echarse el miedo al hombro
El grito desesperado pero frontal y escarnecido de una empleada activa del Ministerio de Educación en Venezuela, es elocuente y revelador: “Prefiero morir de pie que rodilla en tierra”. Ese clamor nace del alma del 98% de Venezuela, esa que no se arregló. La que no degusta en Las Mercedes, en restaurantes con espaldares de terciopelo y cubiertos de oro y plata. La que no sube a hospedarse al Humboldt, ni celebrará Navidad entre luces, trufas, champagne y aguinaldos.
Los hijos de nuestros pensionados son la Venezuela sufrida que decide marcharse a riesgo de morir en el tapón del Darién. La Venezuela menesterosa, educada y olvidada, que entregó su vida por los hijos de la patria y hoy le pagan con indiferencia, desprecio y limosna.
Si excluimos a los países que no tienen pensiones, la venezolana sería la peor pensión del mundo entre 0,65 y 12 dólares/mes [cuando la pagan y sin contar impacto negativo inflacionario]
«Qué mayor acoso y persecución que el hambre», me dijo un artista de 83 años de edad, líder comunitario en El Cují [Barquisimeto]. Otro maestro jubilado que decidió no intentar cobrar más su pensión hambreada, pero sí seguir enseñando a sus escolares.
Y gracias a Dios, gracias a manos generosas, la otra Venezuela, bondadosa y agradecida abre su mano amiga y fraternal a sus niños y maestros, muchos salen adelante. Gracias a la otra Venezuela que es mayoría, los niños, madres y maestros del Cují [y otros pueblos necesitados] reciben ordenadores, útiles escolares, sillas de rueda, cuadernos, lápices, creyones, indumentarias, artículos deportivos.
Pan y libros, que es la mejor forma de enviar amor, que es luz, esperanza e inclusión. No sólo para educarse sino para sentirse querido; para colorearse la vida celebrando y sonriendo que existen venezolanos a quienes ellos importan.
Como los que se levantan contra la injusticia y la desidia, muchos de nuestros jubilados deciden morir de pie y no callar ante un sistema de poder que olvidó a sus viejos, a los compatriotas más valiosos de una nación, a sus abuelos, a quienes hicieron en su tiempo “el quehacer más amoroso, cálido y suficiente… por Venezuela” [Rafael Cadenas dixit]
Hoy más de 5 millones de pensionados en Venezuela y el mundo, empuñan su tricolor siete estrellas sobre la inmensidad de su dignidad, su orgullo eterno e inquebrantable integridad. Honor y virtud que se echa el miedo al hombro, y eleva su voz diciendo: “Prefiero morir de pie”.