Por Ores Lario
04/08/2016
Un pequeño pueblo en el corazón de Sajonia es una de las capitales relojeras del mundo. Allí se encuentra la manufactura de Glashütte Original, donde fabrican y diseñan los componentes para crear piezas que son obras de arte.
Rodeada de elevaciones cubiertas por densos bosques, a 40 kilómetros de Dresde y no lejos de la frontera checa, se halla Glashütte, un pequeño pueblo del sur de la antigua República Democrática Alemana que puede presumir de ser la cuna de la relojería en este país europeo. La localidad tiene 7.000 habitantes y 2.000 de ellos trabajan para la industria que mide el tiempo. “En el pueblo se produjeron más de 32.000 relojes el año pasado, con un valor de venta final de 500 millones de euros, según los análisis”, según han escrito en Bloomberg (28 de abril) James E. Ellis y Dimitra Kessenides. De entre todas las marcas que conviven allí, despunta Glashütte Original, que fabrica relojes de lujo a mano, con precisión y paciencia mecánica. “Es una firma alemana con una larga trayectoria y una herencia muy arraigada, ya que la compañía tiene 170 años de historia. Nuestro objetivo es crear relojes muy impactantes y complejos”, asegura Dieter Pachner, vicepresidente de ventas de la compañía desde 2008.
La firma, que lleva el nombre de esta región sajona, pertenece al poderoso Grupo Swatch y está presente en 43 países. “Trabajar con este grupo significa una gran oportunidad para distribuir nuestros relojes a nivel internacional, así como una oportunidad para intercambiar tecnología y conocimiento”, matiza Pachner.
“En Glashütte Original nos encargamos de todos los aspectos de la producción, no hay nada que se haga en el exterior”, asegura Pachner, quien considera que no producen anualmente los suficientes productos para manejar la demanda. “No puedo hablar de números, lo siento, pero no fabricamos los suficientes relojes al año”, sentencia el especialista. Entre las prioridades de la compañía está desarrollar sus propios recursos, “es decir, la próxima generación de relojeros. Contamos con una escuela de relojería donde entrenamos a 25 estudiantes durante tres años”.
La firma ofrece cuatro colecciones que apuestan por una estética propia: Quintessentials, Art and Technic, 20th Century Vintage y Ladies Collection. Para Pachner, las líneas “representan distintos estilos y las facetas que constituyen los pilares de la marca”. Según el vicepresidente de ventas de la compañía, Glashütte Original se diferencia de otras firmas relojeras en que “nosotros nos enfocamos especialmente en el movimiento. No nos centramos en cuántas piedras preciosas tiene el reloj. Somos ingenieros”. Sus precisas máquinas, cotizadas tanto por amantes de la relojería como por coleccionistas, tienen un rango de precios que oscila entre los 4.200 euros que cuesta el modelo Pavonina hasta los 325.000 el Grande Cosmopolite Tourbillon.
Este año, en Baselworld ha presentado el Senator Chronometer, un modelo en azul oscuro y con la complicación de cronógrafo acompañado de una caja de oro blanco. Su esfera se inspira en los cronómetros marinos de antaño. Cada esfera está elaborada artesanalmente por los especialistas, que aplican la laca capa a capa hasta que logran el tono y la textura deseados. Lo mismo ocurre con los números galvanizados en plata. Una obra de arte para la muñeca.