Por EFE
Aunque los comicios más inmediatos son los legislativos, el 4 de octubre, la opinión pública portuguesa ha comenzado a debatir intensamente las elecciones presidenciales, en las que, a menos de seis meses para su celebración, los partidos de izquierda y de derecha aún no tienen un candidato concreto.
Oficialmente ya hay más de media docena de candidaturas anunciadas, pero ninguna con un evidente apoyo entre las grandes formaciones políticas.
La socialista Maria de Belém, antigua ministra de Sanidad en la década de los 90, ha sido la última en presentar su candidatura. Una elección poco consensuada que amaga con provocar un cisma en el partido Socialista (PS), el mayor partido de la izquierda que se encuentra en este momento en la oposición.
En una situación inédita en la historia reciente de Portugal, los partidos de izquierda y de derecha tardan en dar el aval oficial a un nombre que suceda al conservador Aníbal Cavaco Silva.
A pesar de que las candidaturas son formuladas independientemente y se convierten en legalmente válidas con al menos 7.500 firmas de electores, los partidos siempre han brindado su apoyo político a uno u otro candidato con varios meses de antelación.
La ley electoral portuguesa limita el mandato a diez años. Tras la etapa de Cavaco Silva (2006-2016), los portugueses irán a las urnas en los comicios más enmarañados que se recuerdan.
Los electores elegirán al nuevo Jefe de Estado a principios de 2016, después de haber votado al nuevo Ejecutivo en las legislativas del 4 de octubre. Este cargo no es meramente institucional, al contrario que ocurre en Europa.
El presidente de la República tiene importantes competencias, como el derecho a vetar leyes, a convocar elecciones, formar Gobierno o a disolver el Parlamento, como ha sucedido recientemente, pero no goza de poder legislativo ni ejecutivo.
En la carrera para respaldar candidatos internos, el todavía gubernamental Partido Social Demócrata (centroderecha) y su socio el democristiano CDS-PP cuentan con tres aspirantes en la línea de salida, según las quinielas de los medios. El ex primer ministro Pedro Santana Lopes; el antiguo alcalde de Oporto, Rui Rio; y el exdirigente del PSD, Marcelo Rebelo de Sousa, son los rostros más debatidos.
El catedrático en derecho Rebelo de Sousa es el mejor colocado para ganar a cualquiera de los candidatos de la izquierda. A pesar de su corta experiencia gubernamental compensa esto con una gran popularidad al ser comentarista televisivo.
El Partido Socialista (PS, el principal de la oposición), el Partido Comunista Portugués (PCP, cuarta fuerza parlamentaria) y el minoritario Bloque de Izquierda (BE, por sus siglas en portugués) barajan un puñado de candidatos.
Con la retirada en escena del ex primer ministro António Guterres, que era considerado el candidato más fuerte de todos, la esfera de la izquierda moderada amontona aspirantes oficiales. A espera de los resultados de las legislativas, el PS ha optado por no respaldar oficialmente a ninguno de los tres hasta que no pase el 4 de octubre.
Un presidente de centroderecha podría ser positivo para alcanzar mayores consensos políticos en el país. Con la crisis económica aún como plano de fondo y una tasa de desempleo que sigue en torno al 12%, Portugal podría vivir las presidenciales más reñidas de los últimos 30 años.
En 1986, los portugueses votaron entre cinco grandes candidatos y, como ninguno obtuvo los apoyos necesarios, hubo que celebrar una inédita segunda vuelta entre los dos aspirantes con más votos.